Los obispos le meten presión al Papa para que viaje a la Argentina: «No se prive de la alegría de visitarnos»

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«No se prive de la alegría de visitarnos», será el mensaje que los obispos de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) le llevarán al Papa Francisco cuando viajen al Vaticano, entre fines de abril y principios de mayo.

Aunque no será un pedido formal se trata del primer pronunciamento del Episcopado sobre la decisión del Sumo Pontífice de no visitar la Argentina desde su elección del 13 de marzo de 2013, lo que evidenció la tensa relación entre el presidente Mauricio Macri y el jefe de la Iglesia Católica.

En una carta enviada al Vaticano por el sexto aniversario de la asunción de Francisco, los obispos le transmitieron un saludo «afectuoso y fraterno» y destacaron su «austeridad ejemplar, laboriosidad incansable, disponibilidad constante, muchos detalles y delicadezas con tantas personas y situaciones que afloran en su memoria espontáneamente».

Adelantaron que le pedirán a Francisco que «no se prive de la alegría» de visitar la Argentina por primera vez en su Pontificado. Se lo comunicarán tras el viaje que harán al Vaticano en la tradicional visita «ad limina» que cada cinco años todos los obispos del mundo deben hacerle al Papa.

«En nuestro próximo encuentro con él, le propondremos una vez más, que no se prive de la alegría de visitarnos», indicaron en el comunicado que difundieron en el marco de su primer plenario del año en Pilar.

Jorge Bergoglio fue elegido como Papa el 13 de marzo de 2013 y desde ese momento no volvió a su país natal. Aunque en varias ocasiones estuvo muy cerca en términos geográficos: visitó Brasil, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Chile.

Los integrantes de la CEA viajarán al Vaticano realizarán entre el 28 de abril y 18 de mayo la primera visita «ad limina» en la era Francisco. «Los obispos peregrinarán a Roma llevando un detallado informe de la realidad pastoral de cada una de las diócesis del país», explicó la Iglesia.

El comunicado completo de la Iglesia

Hoy, 13 de marzo, celebramos el sexto aniversario de la elección del papa Francisco y es la ocasión para dar gracias a Dios por lo que nos ha regalado en él.

Hablar del Papa, después de Jesús y la Virgen, toca la médula de la Iglesia católica peregrina. Falta poco para que los obispos viajemos a Roma a la tradicional visita, y en nuestro Jorge Bergoglio iremos a ver a Pedro.

Nos admira reconocer en su persona una austeridad ejemplar, una laboriosidad incansable, disponibilidad constante, muchos detalles y delicadezas con tantas personas y situaciones que afloran en su memoria espontáneamente. Nos contagia su paz y fortaleza en medio de grandes desafíos, como el doloroso drama de los abusos. Posee una mirada que va más allá de lo inmediato y sabe decir una palabra iluminadora frente a muros que muchas veces nos detienen. Sabe innovar con audacia sin descuidar el respeto por las personas.

Sus enseñanzas se encarnaron en tantos gestos y palabras que no dejan de conmovernos, ya desde aquel primer viaje fuera de Roma a la isla de Lampedusa, cuando abrazó la humanidad “descartada” de los migrantes africanos, sobrevivientes del Mediterráneo. Esta opción por los más pobres se plasmó en diversas obras de misericordia como en los cordiales almuerzos con los indigentes de Roma; o acudiendo a las cárceles, hogares de rehabilitación y a tantas periferias existenciales, que son una prioridad en sus viajes misioneros.

Como referente mundial propuso un diálogo claro, manso, confiado y prudente, acercando a los interlocutores más diversos. Puso alegría en la Iglesia, la alegría del Evangelio, porque en definitiva nos invitó a volver la mirada a lo esencial: el Padre Dios que nos ama, el Cristo vivo que nos salva. Nos sumergió en el gran río de la misericordia y renovó el entusiasmo misionero del Espíritu Santo. No podemos dejar de decir que todo esto se da en un Papa bien argentino, con su picardía, buen humor, chispa y salidas que lo identifican, inventando palabras o frases a cada rato.

Frente a la audacia de sus sueños y deseos, muchas veces nos quedamos cortos, sencillamente, porque nos cuesta seguirle el paso.

Imaginamos el gozo que tuvo Francisco cuando decidió la canonización del Santo Cura Brochero, la beatificación de Mama Antula y la de los Mártires Riojanos. En nuestro próximo encuentro con él, le propondremos una vez más, que no se prive de la alegría de visitarnos.

¡No nos olvidemos de rezar por él!

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