«No hacen falta 16 Gran Rex para ser feliz», dice Luciano Pereyra. Y le sobra autoridad para decirlo, porque mientras muchos músicos imaginan cómo sería hacer un solo recital en ese emblemático teatro, el cantante nacido en Luján hizo… ¡16! Así que lo suyo no es una frase hecha ni una hipótesis lanzada al hacer, sobre todo tratándose de un joven de 36 años que ya supo enfrentarse a la muerte. Desde entonces, para Luciano la felicidad es otra. Le sobra autoridad para decirlo.
Tras finalizar con gran éxito la presentación de Tu mano, Pereyra regresó para su nuevo material La vida al viento, que completará con tres presentaciones más en el Gran Rex: 20, 21 y 22 de diciembre. Se trata de un show totalmente renovado, a puro ritmo con las canciones de su nuevo disco más los grandes éxitos.
Su pasión por la música estuvo marcada desde los tres años cuando tuvo su primer contacto con una guitarra. Desde allí no paró, y al poco tiempo empezó a construir una carrera en pleno ascenso, aún cuando debió alejarse por un periodo debido a un problema de garganta. La misma que ahora, ya recuperada, sigue emocionando. Aunque Luciano destaque a su zurda, aquella con la que sigue jugando a la pelota con sus amigos. Esa es, para él, la felicidad.
—¿Qué se siente hacer 16 Gran Rex seguidos, con todas las entradas agotadas?
—Imagínate que siempre digo que soñaba con grabar un disco, y de repente estoy promocionando mi décimo disco. Tener la posibilidad de estar en un escenario tan importante con el Gran Rex… Si haciendo uno ya soy feliz, 16 es increíble.
—¿Todos tienen la misma magia?
—No. Pero eso es lo divertido, porque cambia el público, la gente, porque suceden cosas nuevas. Porque si bien la lista de temas siempre es la misma y varía muy poco día a día, viene otro público. Y en realidad, el verdadero espectáculo lo da el público. Disfruto mucho de lo que pasa cada una de las noches, de las diferentes situaciones y las emociones que se viven desde arriba del escenario en cada presentación.
—¿Por ejemplo?
—Ver la cantidad de niños chiquititos que hay, como así también la cantidad de abuelos. Los otros días en La Plata fue algo maravilloso: una señora de 91 años me fue a ver con sus hijos, nietos, bisnietos. Verlos desde el escenario me dio mucha emoción. Que mi música sea un hilo conductor para disfrutar de un concierto en familia, para mí es una bendición.
—¿Cuándo te diste cuenta de que eras bueno cantando?
—En realidad me siento bueno para el fútbol, no para cantar. Pero para el fútbol ya estaba grande, entonces no había otra posibilidad. No sé si soy bueno, pero le pongo mucho amor.
—Y llenás 16 Gran Rex…
—Los lleno de amor también. Le he dedicado mi vida a este trabajo. No creo en la suerte, sí creo en el esfuerzo, en el trabajo. Lo he visto en mis padres y he aprendido de ellos a trabajar. Me gusta mucho mi trabajo y disfruto de trabajar de lo que hago, que es hacer música.
—¿Qué tuviste que sacrificar por esta carrera?
—Hay mucho sacrificio, mucho trabajo y dedicación, pero sarna con gusto no pica. Entonces cuando hacés algo que te gusta, el sacrificio es mucho más llevadero. Y aparte es una elección. O sea, sí me han faltado muchos más viajes con amigos los veranos, o hacerme un viaje de mochilero, que me hubiese encantado. Pero no reniego tampoco de eso. Soy muy feliz con lo que me tocó vivir. También eso me ha enseñado a disfrutar cuando tengo los momentos de intimidad con mis seres queridos. Estoy mucho tiempo de gira y de viaje. Y me gusta irme de gira porque me gusta volver a mi casa. Y eso es una dosis de energía muy importante.
—¿Qué significa «La vida al viento»?
—Me gusta la vida al aire libre. Me gusta compartir con amigos en el parque de casa, cuando se arma un encuentro, un partido de fútbol, de tenis, salir a correr, a andar en bicicleta. Y después de un disco tan emotivo para mí como fue «Tu mano», me saqué un poco esa linda mochila y había que empezar un disco de cero. Y no me estaban saliendo las cosas… O era el proceso que tenía que pasar para crear un nuevo trabajo. Dije: «Bueno, vamos a dejarle la vida al viento y que fluya». Y el viento me llevó por estos caminos que hoy hacen este disco. Para mí no hay nada más lindo que la primera caricia que recibo de la naturaleza, que es el viento. Es lo que primero me despierta cuando salgo de mi casa. El viento es aire, y el aire es lo que respirás, y por eso estás vivo.
—¿Cómo se hace, teniendo todo el éxito que tenés, para no perder tu esencia?
—A la raíz siempre hay que regarla. Sería muy triste vivir solamente de lo que generó un concierto y de la cantidad de gente que te va a ver. Para mí, el éxito pasa por otro lado: por saber que tengo a mis padres, que después de un concierto puedo hablar con ellos, que tengo familia, que tengo amigos, que tengo mis perros. Es un conjunto de cosas donde uno tiene que lograr la armonía para poder disfrutar tanto lo bueno como lo malo. Y ese también es un gran trabajo.
—Tu disco es muy romántico. ¿Son historias que viviste?
—Siempre hay una cuota de algo personal, pero no por eso siempre voy a hacer personal todo lo que estoy cantando. Hay muchas canciones de otros artistas que te identifican y uno se las apropia. A la hora de hacer este disco, no sabía que tenía tantas cosas para decir o para escribir. Juntarme con otros autores y compositores. Escuchar su acento, tanto de gente de Cuba, Venezuela, República Dominicana, Colombia. Mezclarme en esos acentos, en esa manera de hacer poesía. He escuchado muchas historias. A mí me gusta mucho escuchar. Voy a los conciertos y la gente va a escucharme. Entonces, cuando bajo del escenario me gusta escuchar a los demás.
—¿Saber qué les pareció?
—No. Escucharlos hablar de la vida. Es un ejercicio el poder escuchar al otro. Ahí se esconden también muchas historias, con muchas similitudes. En base a eso, siempre me resulta más fácil cantar una historia que contarla. De ahí pueden salir las canciones. Entonces este disco es muy romántico por eso también, porque no solamente tiene que ver con el hecho de poder estar en pareja o no, de escribirle a un amor o desamor. Este disco es muy romántico porque estuve acompañado de muchos afectos.
—¿Estuviste en Estados Unidos mucho tiempo?
—Cuatro meses, grabando el disco. Un día cae mi primo, mi mamá. Entonces, estar rodeado de todo eso fue muy lindo. El hecho de compartir un mate con tu mamá e irte al estudio a trabajar en otro país, estando tan lejos. Por eso digo también que es un disco muy romántico y tiene mucho amor porque estuve gracias a Dios rodeado de mucho amor y cariño para hacer este trabajo.
—¿Qué es lo que más disfrutás de tu carrera?
—Cantar. Me gusta mucho cantar. Y con el tiempo he aprendido a disfrutar de los procesos previos de todo esto, de lo que significa hacer un disco, hacer una canción, de los planes de promoción a la hora de hacer un disco, porque el resultado de todo eso es subir a un escenario y poder cantar, que es lo que realmente me gusta..
—¿Antes no lo disfrutabás?
—Sí, yo creo que sí. Pero he intensificado la manera de disfrutarlo. A medida que te vas poniendo más viejo vas entendiendo algunas cosas de otra manera.
—¿Cómo te cambió la vida después de estar al borde de la muerte?
—Sabiendo que la vida puede cambiar al otro día. Cuando te suceden estas cosas son como sacudones de realidad que necesitás, y eso es muy importante. Pueden ser frases, palabras o dichos muy trillados por lo que te toca vivir o por lo que escuchás, pero cuando te pasa en carne propia entendés estas cosas. Otras, no tanto. Pero el hecho de tener la posibilidad de disfrutar las cosas tan simples, como el viento, es algo fantástico.
—¿Esa es una lección que aprendiste?
—Yo creo que sí. El hecho de poder caminar, el hecho de poder ver, el hecho de levantarme a la mañana, correr la cortina y tener al frente un árbol, ver algo verde, es fantástico. El hecho de que no hacen falta 16 Gran Rex para ser feliz. El éxito para mí pasa por otro lado, cuando estás en armonía también con vos mismo, cuando estás en armonía con la gente que querés y que te quiere. Después el resto es trabajo, dedicación, estar perseverando todo el tiempo y por sobre todas las cosas, el sacrificio.
—Si tuvieras que decir algo que te destaque del resto, ¿qué sería?
—No lo admiro porque a veces me juega en contra: soy autoexigente. Me gusta el juego de pensar que lográs la perfección, que nunca se logra, pero el hecho de ir atrás de eso hace que las cosas salgan de la mejor manera posible. Cuando va a un concierto o compra un disco, la gente hace un esfuerzo porque trabaja para pagar una entrada, para comprar un disco, para acompañarte en la gira. Entonces desde arriba del escenario, tanto como en un disco, me siento en la obligación de entregarle siempre lo mejor. Pero como te dije antes, lo que admiro de mí es la zurda para pegarle con efecto al arco.
—¿Seguís tocando con el Rosario arriba del escenario?
—Siempre está presente. Lo importante no es solo tener la imagen o algo del Rosario cuando sentís que un Rosario lo podés tener dentro tuyo, dentro de tu alma. Me parece que la cuestión va por ahí, llámese Rosario, llámese luna, llámese sol, luz, tierra, viento, la religión que le quieras poner, pero si te hace bien y te hace feliz, estás aferrado algo de la fe con eso, bienvenido.
—En el amor, ¿cómo estás? ¿En pareja?
—Bien. Solo. Disfrutando de la vida.
—¿Qué te pasa con las redes sociales?
—Las redes sociales son un peligro. A veces no tienen límites a veces. Trato de usar las redes sociales para comunicar qué hago con mi trabajo, trato de usarlas también con un buen fin que es el de los fans que siempre se juntan para hacer obras solidarias. Eso me gusta destacarlo y me gusta promocionarlo también, de hecho en estas tres funciones que faltan del Rex, el 20, 21, 22, se juntan todos los club de fans y hacen una cruzada solidaria que vos podes dejar lo que ya no usás o alimentos no perecederos para que, a través de la Fundación Sí, el 24 de diciembre la gente en situación en calle pueda recibir algo. Eso es fabuloso. Pero el resto de la red social, cuando empiezan con ese tipo de situaciones, realmente no, porque no tienen un límite: uno puede decir y hacer cualquier cosa, y lastimar.