Nunca le cuidaron tanto el cumplimiento de su agenda a Rogelio Frigerio en la Presidencia como el último jueves. El Ministro del Interior había quedado con la gobernadora María Eugenia Vidal que a las 12.30 recorrería la mayor obra pública que tiene la Argentina en este momento (una inversión de 1200 millones de dólares para resolver el saneamiento cloacal a más de 4 millones de habitantes del conurbano a través de un complejo sistema colector, de tratamiento y conducto emisario de 12 kilómetros bajo el Río de la Plata) y nadie quería que llegue tarde.
En un Gobierno atado al estricto cumplimiento de los horarios, que penaliza con el desprecio liso y llano a quien no está donde debe a la hora donde se lo espera, romper esa norma es un dato político. La reunión de Gabinete empezó a las 10.30, y Marcos Peña le pidió a Frigerio que hable con los periodistas acreditados al terminar, o sea una hora y media después, a las 12. A las 11 dejó Gabinete, atendió a la prensa y se fue a buscar a Vidal con el helicóptero presidencial.
Es que como no es posible que un ser humano esté en dos lugares a la vez, se autorizó un adelanto de la conferencia de prensa para que no fuera Vidal quien lo espere. Así fue que el equipo de prensa del Presidente se puso a disposición de la agenda del Ministro del Interior, algo que nunca se había visto en Casa Rosada. Es evidente que el horno no está para bollos en Cambiemos y que el segundo dato más importante de la semana, después de la media sanción del Presupuesto 2019, fue la reparación del vínculo con la Gobernadora, que tuvo la tentación de incendiar todo pero, finalmente, se contuvo.
Nadie duda en el Gobierno que Vidal tiene razón. La provincia de Buenos Aires es la históricamente castigada por un modelo institucional que la penaliza en la coparticipación y que, finalmente, la hace inviable. Pero los problemas de los bonaerenses no le interesan a los políticos de Formosa, Santiago del Estero o Córdoba. Y desde el inicio de la Nación, las provincias se pusieron de acuerdo para condicionar a la poderosa Buenos Aires, un conflicto que recorre nuestra historia.
Lo distinto aconteció el 25 de octubre de 2015, cuando Cambiemos desterró al peronismo que gobernaba la Provincia hacía 28 años y produjo algo inédito como fue que un mismo signo político gobierne la Nación, la Ciudad y el principal distrito del país. Enorme cantidad de problemas pendientes por décadas iniciaron, lentamente, el camino de las soluciones para la zona que concentra la mayor cantidad de habitantes por metro cuadrado como es el área metropolitana, con 12 millones de personas.
Desde la dramática falta de cloacas en el conurbano, hasta los igualmente enmarañados problemas del transporte y conectividad entre los 40 municipios que rodean a la Ciudad, pasando por los asuntos de ambiente y tratamiento de la basura, en el área empezaron a encararse con un criterio regional, no exento de marchas y contramarchas.
Aún con críticas, lo reconoce Pedro Del Piero, presidente de la Fundación Metropolitana, una organización civil fundada en el 2000 para impulsar políticas públicas en esta región que tiene 43 gobiernos diferentes (las intendencias del conurbano, más la Nación, la Provincia y la Ciudad) y podría llegar a 24 o 25 millones de personas en el 2050 si no se impulsa un desarrollo regional equilibrado del país.
«Hay avances. Si uno dijera que no hicieron nada, miente. Pero si uno se pregunta si pudieron hacer más, no hay dudas», le dijo a Infobae. ¿Qué les pasó? «Ellos arrancaron con la idea de armar lo metropolitano pero cuando tomaron la gestión les cambiaron las prioridades, porque fue tan grande el desbarajuste que le dieron la prioridad a la urgencia y salieron a tapar incendios», explicó.
Entre las políticas que ya se están implementando y que serán muy visibles en el 2019 mencionó, por ejemplo, «la extensión del SAME, que se está replicando en varias intendencias del conurbano y, en general, la Red Metropolitana de Salud, que permitirá a los 8 millones de ciudadanos que no tienen obra social ni prepara tengan una historia clínica digitalizada que podrá consultarse en los Centros de Atención Primaria y hospitales de la red».
«También en transporte es posible ya vislumbrar una red metropolitana de metrobuses, continuando de algún modo el trabajo de la Agencia de Transporte Metropolitana que fue creado en el 2012, además de un esfuerzo en materia de sistema cloacal con obras que estaban totalmente paralizadas y que son imprescindibles para alcanzar un nivel mínimo de calidad de vida en los barrios más humildes», aseguró.
Finalmente, el ex senador del FREPASO agregó que «la solución de problemas antiguos está costando más de lo que esperaban, me parece, pero definitivamente veo que el hecho de que haya sintonía entre Nación, Provincia y Ciudad está ayudando a poner en marcha una agenda de políticas sobre las que en general hay acuerdo, incluso planes de varios años, pero sobre todo requiere de mucho consenso y política».
Claro que a las urgencias provenientes de años de desidia, el Gobierno le sumó la carga de sus propios errores, que obligó a poner la energía en superar la crisis y el temor a un default. Haber pasado el examen de la media sanción en la Cámara de Diputados, a pesar del intento del kirchnerismo y la izquierda por ganar en la calle lo que no podían ganar en el recinto, les permitió normalizar la respiración.
«Argentina es un poco lo que fue y otro poco lo que quiere ser», explicó un asesor del Presidente. Y, por primera vez, Infobae lo escuchó definir a su Gobierno como uno de «transición», muy lejos de esa convicción de que eran el mejor equipo de los últimos 50 años, que había llegado para quedarse. La humildad y la perspectiva histórica es algo que aprendieron gobernando. O que están aprendiendo, porque aún tienen que demostrar que aprobaron la lección.
Este funcionario también contó que el gabinete porteño durante los dos primeros años del PRO en la Ciudad también tenía más de 20 personas, los ocho ministros, la vicejefa de Gobierno, más el secretario general (era Marcos Peña), el de comunicación, el legal y técnico, el procurador general, el presidente de la Legislatura, el presidente del Banco Ciudad, y varios más que se fueron sumando. «Así fue hasta que Mauricio se dio cuenta que no era operativo», aseguró el asesor que también dejó de ir ahora a las reuniones de Gabinete.
Como los ministros, tiene la esperanza de que la gestión fluya de otra manera apenas superado el fantasma del default, y llegar así a las elecciones que está seguro de ganar, con un Gobierno mejor valorado por la opinión pública. En efecto, los que todavía siguen en la mesa del Gabinete sienten que el cambio del anterior modelo de gestión a este es notable, no solo porque son menos sino, básicamente, porque no tienen que reportarle a ningún intermediario como eran Mario Quintana ni a Gustavo Lopetegui. «El cambio es enorme», suelen decir.
Evidentemente no es un detalle. Macri había diseñado ese esquema, quizás, porque no tenía la suficiente confianza en sus propias decisiones. O no creía que el Jefe de Gabinete que había elegido pudiera tener la capacidad para ejercer el cargo a la manera en que lo había hecho Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad. Buscó inventar algo nuevo, y no le salió.
Ahora que parece que está saliendo de la tormenta y se acerca a ingresar el último tramo de su gobierno, -¿el primero?- tiene varios machucones que no esperaba, pero también un poco más de experiencia. Veremos cuánto aprendió de sus errores: la mejor escuela, siempre.