Macri cierra la semana en Olivos conforme con la estabilidad cambiaria, pero preocupado por la mirada de los inversores

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Mauricio Macri chateó temprano con Hernán Lacunza. El Presidente había leído con preocupación una nota del Financial Times, cuyo título amargó el desayuno de Olivos: «Acreedores de Argentina dicen que es inútil negociar con el gobierno de Macri». La administración de Cambiemos «reperfiló» la deuda pública con los tenedores de bonos -con la legislación nacional y extranjera- y aún no explicitó cómo se hará antes del 10 de diciembre.

Al Presidente le alcanzó con leer el primer párrafo del artículo. «Algunos de los mayores acreedores internacionales de Argentina, incluyendo T Rowe Price, Eaton Vence y GMO, mantuvieron conversaciones informales esta semana sobre cómo responder al plan del presidente Mauricio Macri de demorar el pago de deuda por u$s 101.000 millones. Llegaron a la conclusión de que sería inútil negociar con un gobierno que sufre el síndrome del ‘pato rengo'».

A Macri lo preocupa tanto la debilidad económica como la política en la que quedó sumergida su administración desde que perdió por más de 15 puntos frente a Alberto Fernández en las PASO. Y el desdén con el que ahora lo miran los inversores es, para el jefe de Estado, mucho más perturbador que, por ejemplo, la opinión de los referentes económicos del equipo del Frente de Todos.

Este viernes, el Presidente seguía desde Olivos los pormenores de los mercados y la agenda de su gobierno en el final de la semana con mayor estabilidad cambiaria desde las elecciones primarias, alcanzada por la implementación del control de cambio del domingo pasado.

Incluso hacia mediados de semana, se permitió adentrarse por primera vez en la «campaña» de cara a octubre. Lo hizo en su discurso de 15 minutos frente a los empresarios más poderosos del país, en el encuentro anual de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), en el hotel Sheraton de Retiro.

En un clima de compasión, ante la pata empresaria del círculo rojo que empieza a resignarse y a hacerse la idea de un eventual gobierno de Alberto Fernández, Macri reconoció errores, pidió la escupidera y dijo que ya habría tiempo de contar sus propuestas para los «próximos cuatro años».

Los empresarios lo aplaudieron con tibieza, solo al final. Pero pusieron mucho más entusiasmo para festejar la presencia de Lacunza, el ministro que se transformó en la pieza central del gabinete nacional y que dejó el salón del hotel de Retiro acompañado por los hombres de negocios, mientras Macri se retiraba por atrás del escenario.

Junto a Lacunza y Rogelio Frigerio, el jefe de Estado monitorea además las negociaciones con la oposición en torno al proyecto de reestructuración de la deuda de mediano y largo plazo, al que ahora se sumó la emergencia alimentaria como parte de las conversaciones.

La Casa Rosada activó la semana pasada las discusiones con el PJ y el Frente de Todos, atravesados por la reconfiguración del mapa político tras el triunfo K de las PASO.

Mientras, Marcos Peña volvió de a poco a pensar en la campaña tras el golpazo electoral de hace cuatro semanas. El miércoles volvió a recibir a Jaime Durán Barba en la quinta de Olivos, en una reunión de la que participaron Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal y Frigerio. Una mesa que brilla más por las desconfianzas y los enojos que por los consensos.

Este mediodía, el jefe de Gabinete tenía previsto almorzar, como todos los viernes, junto a los ministros.

Por la tarde, Macri tiene en agenda su única actividad oficial de la jornada, en Olivos: un acto por los 40 años de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Un evento de enorme relevancia social, política y cultural que no tiene más visibilidad porque la crisis económica se lleva toda la marca.

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