«Si te cuento me cortan los huevos». Entre risas, pero sin violar el cerco informativo, la respuesta de uno de los asesores discursivos de Mauricio Macri que en estos días preparó al candidato para el debate de hoy se enmarcó en la estrategia unificada del equipo de comunicación: hermetismo absoluto. «Nos estamos jugando la presidencia», es la explicación de otro de los colaboradores ante el cepo a la información.
Así llega Macri ante el esperado evento de esta noche: con un entrenamiento guardado bajo siete llaves. Con Jaime Durán Barba y Marcos Peña a la cabeza, el equipo a cargo de la preparación del candidato de Cambiemos estuvo integrado por Miguel de Godoy, Federico Suárez, Iván Petrella, Pablo Avelluto, Julieta Herrero e Hernán Iglesias Illa. Si bien los colaboradores del líder del PRO se encargaron en los últimos días de resaltar la importancia del debate y de no subestimarlo, la expectativa en la sede del gobierno porteño es mucho menos efervescente en comparación a la del gobernador Daniel Scioli.
El postulante del Frente Para la Victoria espera el debate como la última chance de acortar la distancia con el candidato de Cambiemos, favorito en la mayoría de los sondeos y en los corrillos políticos. Macri, en cambio, aspira a dejar cuanto antes en el camino la noche de hoy para enfocarse en la última semana de campaña antes del ballotage. Entre mañana y el miércoles próximo, el jefe de Gobierno se verá cara a cara con un par de vecinos de la provincia de Buenos Aires, como en la estrategia comunicacional previa a las PASO. El cierre final será el jueves, en la plaza central de Humahuaca, en suelo jujeño, la provincia del norte en la que tuvo el mayor nivel de aceptación popular. La excelente sintonía en la relación entre el jefe porteño y Gerardo Morales, gobernador electo de Jujuy, evidencia, por ejemplo, el momento político por el que atraviesa el postulante de Cambiemos. Hace un año, al comienzo de las negociaciones de cara a las alianzas futuras, ambos dirigentes casi terminan a las trompadas en un hotel de la capital jujeña.
El viernes, Macri suspendió su visita pautada a José C. Paz –lo representó María Eugenia Vidal- y ayer hizo lo propio con el acto que tenía previsto en Campana a raíz de los crueles atentados en la capital francesa. Durante las primeras horas de ayer, el candidato siguió con la práctica en el auditorio del subsuelo de la sede porteña, en Parque Patricios. «No esperen volantazos, ni en los últimos días de campaña ni en el debate. Se puede correr un poco para un lado o un poco para el otro, pero la estrategia es la de siempre», confía uno de esos asesores que integran el equipo del debate. Traducido: si Scioli ataca esta noche, como prevén en su entorno, Macri va a contestar. Pero «sin golpes bajos». La gran y única duda es si el líder del PRO guarda alguna carta sorpresa bajo la manga. Raro: los cerebros de su campaña no son demasiado fanáticos de las sorpresas.
El candidato de Cambiemos corre esta noche con más de una ventaja respecto de Scioli. La primera es que tiene media docena de debates en su espalda y que los cuatro temas de discusión de hoy son idénticos a los del evento de la elección anterior. Desarrollo económico y humano; educación e infancia; seguridad y derechos humanos, y fortalecimiento democrático, en ese orden. Por eso Macri aprovechó estos días para apuntalar sus propuestas y ajustarlas al tiempo predeterminado por los organizadores.
La segunda y más relevante de las ventajas, según sus asesores, es que el jefe de Gobierno llega al debate en su mejor momento personal y político. Relajado, exultante como nunca, a diferencia de Scioli, cuyo rostro evidencia la tensión propia de remar cuesta arriba. En comunicación no verbal, un área clave en la campaña, Macri anda iluminado. La excelente performance de la primera vuelta electoral y las recientes caravanas por el interior del país –multitudinarias en su mayoría- terminaron de humanizar al candidato, que ya había escalado varios niveles en esa materia.
La otra ventaja es que, según su equipo, Scioli está enojado. El jefe de Gobierno, en cambio, se aferra a esa «revolución de alegría» que promueve en sus apariciones, uno de sus principales slogan de campaña. «Las caras, los rostros de uno y otro son diferentes», explican sus colaboradores.
Macri desembarca esta noche en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires –bajo un estricto protocolo de seguridad diseñado por los organizadores- con un discurso moderado, envalentonado, a la espera de la estrategia del gobernador bonaerense. Ni uno ni otro conoce nada del entrenamiento del otro: a diferencia del debate anterior, en el que hubo contactos entre los equipos de campaña del PRO y del Frente Renovador –Sergio Massa era el principal rival de Macri arriba del escenario-, esta vez las relaciones entre el macrismo y el sciolismo están completamente cortadas. La única certeza en el campamento macrista es que el discurso del candidato del Frente Para la Victoria seguirá en línea con la temerosa campaña lanzada tras las elecciones del 25 de octubre. Y ante algún cruce de índole «sucio», el jefe de Gobierno, según confían, contestará con altura pero con firmeza. No es el terreno en el que más le gusta jugar, pero si el gobernador lo lleva hacia ese lugar, Macri aceptará la invitación. Sus colaboradores estudiaron en detalle los flancos por donde podrían entrar los dardos. Desde la gestión hasta el entorno más íntimo del candidato. Esos asesores, sin embargo, tampoco lo ven con tan malos ojos. «En ese plano, Scioli tiene mucho más para perder que nosotros», avisan. Se refieren al pasado del ex motonauta y a sus aliados políticos del kirchnerismo más duro.
Si el nerviosismo y los pases de facturas imperan en el microclima en el que se mueve Scioli por estas horas, la temperatura en el bunker de Cambiemos da cuenta de un ambiente armonioso, mezcla de algarabía y mesura de cara al debate de esta noche y al ballotage del próximo domingo. Pero la expectativa ante un escenario triunfalista es indisimulable: en el comando de campaña de Cambiemos hasta ya tienen entre ceja y ceja la discoteca en la que festejarían una eventual victoria de Macri.
Federico Mayol/Infobae