Maduro se prueba el traje de gurú financiero: presentó el petro, una criptomoneda

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El presidente venezolano sacó de su galera política dos sorpresas durante su programa televisivo de los domingos. La primera, la creación de una criptomoneda que tomó por sorpresa a todo el país; la segunda, tendió una nueva trampa a la oposición pocas horas después de finalizar la cumbre en Santo Domingo, sin acuerdo final, pero con «avances significativos».

«Venezuela crea el petro, una criptomoneda para realizar sus transacciones financieras y buscar nuevas formas de financiamiento. Nos incorporamos al mundo del siglo XXI», aseguró el presidente, quien añadió que la nueva moneda estaría respaldada por las reservas de petróleo, oro, gas y diamantes.

Maduro lanzó la criptomoneda

Esas afirmaciones descolocaron a los expertos en la materia, incluidos los llamados «mineros», que proliferaron en Venezuela por el bajo costo de la energía eléctrica. Varios de ellos fueron perseguidos, incluso cumplieron penas de cárcel. Las criptomonedas se rigen por el libre mercado y tienen cotización en divisas. Con el petro, el chavismo pretendería romper el bloqueo que aseguran sufrir. Pero los especialistas temen la creación de una peligrosa burbuja monetaria.

La iniciativa de Maduro se presentó horas después de que el bitcoin, la criptodivisa más famosa, creada en 2009, perdió el viernes 20% de su valor en esa sola jornada.

Entre sorpresa y sorpresa, Maduro no dudó en jugar con ventaja contra la oposición. El primer mandatario invitó a Julio Borges, presidente del Parlamento y jefe de su delegación de la Unidad Democrática, a una reunión para discutir «lo acordado» en la capital caribeña. Una invitación-trampa realizada a espaldas del proceso abierto, ya que se programó para el 15 de este mes la siguiente ronda de negociaciones ante facilitadores internacionales y en el territorio neutral de la República Dominicana.

En Santo Domingo no se llegó a ningún acuerdo y sólo se avanzó en un borrador con propuestas avaladas internacionalmente, que cada parte debe discutir internamente y que queda en manos del presidente dominicano, Danilo Medina. En este marco no se contempló ningún diálogo con el presidente.

«Seré el hombre más feliz del planeta si el Niño Jesús me regala esta reunión», aseguró vehemente. La respuesta de Borges fue contundente: «Nuestro interés no es atender sus invitaciones, sino lograr un acuerdo donde se trace una ruta de futuro para Venezuela que incluya comida, medicinas y voto libre. Hoy con los cancilleres de la región tenemos una fecha y una agenda para la próxima reunión «.

El presidente de la Asamblea Nacional echó en cara a Maduro su resistencia a la ayuda humanitaria.

El nuevo desencuentro refleja a la perfección la situación política del país. Mientras los revolucionarios escenificaban de forma forzada su alborozo y alegría por las negociaciones en Santo Domingo, la oposición mantenía su escepticismo. Hace sólo un año, en parecidas circunstancias, el gobierno de Caracas incumplió lo acordado en presencia del Vaticano, provocando el reproche de Pietro Parolin, secretario de Estado del papa Francisco.

Desde uno y otro lado surgieron propuestas y contrapropuestas en torno a las condiciones electorales para las presidenciales del año que viene y el establecimiento urgente de un canal humanitario (dos palabras prohibidas para el oficialismo) de medicinas y alimentos. Seis puntos en total, sumando la libertad de los presos políticos, el fin del secuestro legal montado contra el Parlamento, las sanciones contra los revolucionarios y el reconocimiento de la Asamblea Constituyente.

Jorge Rodríguez, jefe del bloque gubernamental, se mostró dispuesto a conceder las mismas condiciones electorales que en 2015 (cuando la oposición arrasó en las parlamentarias) a cambio de eliminar los candados que, aseguró, les impiden realizar transacciones.

Pese a este avance, Maduro volvió a insistir ayer en la necesidad de tener el carnet de la patria para votar y de «chequearse en los puntos rojos cerca de su centro de votación». Este documento es una herramienta de control social, obligatorio para recibir la ayuda asistencial en una sociedad aplastada por la hiperinflación y la escasez de lo más básico.

«La posibilidad de que se logre algo significativo es baja. El gobierno no entregará nada que ponga en riesgo el poder y eso pasa por no entregar nada en lo electoral», sentenció a LA NACION el politólogo Félix Seijas, director de Delphos.

La Nación

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