Marcos Peña está convencido de que el 27 de mayo, cuando se realice la convención nacional del radicalismo en Parque Norte, la protesta interna no rebalsará el río de Cambiemos y el curso de la coalición continuará normalmente su rumbo hacia el triunfo de Mauricio Macri en las elecciones presidenciales. Esta imagen de tono levemente «vietnamita» (actitud de resiliencia ante el amenazante kirchnerismo que el jefe de Gabinete considera apropiada para esta etapa) da por sentadas varias cuestiones, a saber:
– La convención nacional ratificará su pertenencia a Cambiemos.
– Los radicales aprobarán una propuesta programática para el segundo gobierno de coalición.
– Y propondrán un mecanismo de resolución de controversias hacia adentro de Cambiemos, que evite repetir la experiencia que se vivió en Córdoba, cuando dos candidatos radicales no se pusieron de acuerdo al punto de que se perdió la importante plaza que tenía la UCR en la ciudad capital. Esta propuesta, que deberá discutirse también con el PRO y la Coalición Cívica, podría enmarcarse bajo el título de «Mejorar Cambiemos».
Por cierto, alcanzar ese resultado no es automático y se necesita un trabajo sostenido y mancomunado entre el Gobierno y los radicales más afines para alcanzar ese objetivo. No solo el jefe de Gabinete empezó hoy mismo una ristra de reuniones y mensajes con convencionales de los distintos sectores en los que está dividido el centenario partido, sino que algunos distritos también pusieron manos a la obra para consolidar ese camino.
El caso más notable es el de la UCR de la provincia de Buenos Aires, que el 18 de mayo se reunirá en Brandsen, donde se espera que se vote por abrumadora mayoría la pertenencia a Cambiemos, lo que redundará en que los 53 convencionales nacionales así lo expresen en la reunión que una semana después se realizará en Parque Norte.
Ese encuentro, donde tendrán protagonismo el vicegobernador Daniel Salvador, pero también los díscolos Ricardo Alfonsín y Juan Manuel Casella, funcionará como una verdadera «previa» de Parque Norte, donde los argumentos seguramente tensarán las posiciones.
«La situación en Córdoba tensó la interna de Cambiemos al máximo y no se rompió, así que no podemos dejar de ser optimistas con respecto a nuestro futuro en común», dijo aInfobae un dirigente allegado a Peña. Y explicó que si bien en el resto del país las encuestas fueron la herramienta para dirimir candidaturas internas, en Córdoba no funcionó porque las diferencias a favor de Mario Negri no eran categóricas y porque Ramón Mestre no quiso adecuarse a un mecanismo decidido en la Casa Rosada.
Agregó que «no podemos generar más incertidumbre a la que ya produce la situación internacional, la guerra comercial y Lilita, nuestra obligación como personas de Estado es facilitar un marco institucional que permita la reelección de Macri y asegure una gestión más eficiente en lo fundamental, que es lo económico, porque en los demás aspectos estamos bien evaluados».
Para alcanzar estos objetivos, el jefe de Gabinete encaró un plan de encuentros en persona con dirigentes radicales de todo el país, que incluyeron al actual vicepresidente 2° del comité radical, Federico Storani, a quien accedió a ver por consejo de Enrique Nosiglia. Es que el «Coti», amigo del Presidente, es un dirigente de gran peso entre los radicales y en el Gobierno se sintieron en la obligación de alejarlo para evitar el enojo de Elisa Carrió, lo que tuvo enormes costos en el equilibrio interno de la coalición.
El diálogo transcurrió con normalidad y Peña tomó nota de los reclamos de Storani. Sin embargo, varios radicales se quejaron de que ese encuentro sirvió «para levantarle el precio, al punto que lo puso frente a frente ayer con Roberto Lavagna, en una reunión que él pidió con el peronista Miguel Ángel Pichetto y el socialista Miguel Lifschitz, en demanda de una definición del futuro de esa oferta política, hasta hoy denominada Consenso 2019.
Pero en el Gobierno aseguran que Peña habló con Storani sobre los límites del camino que está encarando Lavagna, una especie de Cambiemos 2 o alianza con radicales, socialistas y el GEN, que busca captar a los votantes enojados de Macri. Aparentemente, el ex ministro de Economía está convencido de que ese espacio político es genuino y necesita una representación política acorde.
Lo que no se les escapa a los radicales que acompañan a Storani es que ese colectivo está limitado en cuanto a estructura política para defender la eventual candidatura en una elección, y los tiempos se van acortando si el peronismo federal no respalda desde las gobernaciones que maneja sin obligarlo a Lavagna a competir en unas primarias donde podría perder.
Sin tiempo suficiente y con limitados recursos, el radicalismo que quiere irse de Cambiemos no presenta desafíos para el Gobierno. En cambio, el gran grupo que lideran el presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, y Nosiglia, más infinitos grupos de todo el país, que pujan por ampliar la coalición a otros referentes, obturando la candidatura de Macri «porque no garantiza el triunfo», no está dispuesto a allanarse.
Cerca de Peña replican: «Perfecto, digan quién quiere venir a Cambiemos y lo traemos ya mismo». El problema, claro, es que nadie quiere sumarse. ¿Es una ventaja para el Gobierno o la muestra de que el aislamiento ya no puede romperse?