Por Miguel Coria. Especial para LA BANDA DIARIO
No existe una calle de La Banda, en aquella bohemia bandeña de finales de los años cuarenta, donde su voz no quedó amarrada en los rincones de los patios criollos.
No existe músico o cantor de aquellos tiempos que no haya sentido su copla apegada a la tierra y hecha canto en el aire.
Mario Galeano fue el bohemio cantor, como muchos, representativo y popular de una ciudad que lo recuerda hasta hoy y lo ubica en un lugar destacado de la historia y la cultura.
Nació en La Banda un 10 de septiembre del año 1931 hijo de padre ferroviario y esa función lo llevó a trasladarse, siendo niño, por distintos lugares y pueblos.
Parte de su escuela primaria lo hizo en la provincia de Tucumán donde cursó hasta segundo grado en la Escuela Ricardo Gutierrez, para luego trasladarse, junto a su familia, a la ciudad de Ceres en la provincia de Santa Fe y luego de unos años se radican definitivamente en La Banda donde finaliza sus estudios primarios.
En cada uno de los establecimientos educacionales por donde pasó, los maestros veían en él su facilidad con el canto y siempre lo elegían para cantar en los actos patrios.
Fue su padre quien le enseñó los secretos de la guitarra, siempre lo recordaba como un gran músico y le agradecía el haberlo preparado y apoyado en el camino del canto.
A los 17 años comenzó su camino como guitarrero y cantor. A esa edad fue finalista de un concurso de canto que se realizó en el Cine Renzi.
A los 19 años ganó otro importantísimo concurso en la vieja LV11 Radio Del Norte para presentarse en Radio Belgrano de la Capital Federal, no pudiendo concretar ese viaje ya que tenía que cumplir con el Servicio Militar en el recordado Regimiento 18 de Infantería en nuestra provincia.
A partir del año 1952 comienza sus actuaciones profesionales en la ciudad de Termas de Río Hondo, en la confitería del casino, acompañado por otro consagrado guitarrista de aquel tiempo, Hector Carabajal, donde el hacia duo con un cantor salteño de apellido Torres.
Nuestro bohemio bandeño fue un exquisito cantor de tangos y de música criolla; nadaba bien en esas aguas que lo llevaron por distintos lugares como «El Rincón de los Artistas» de don Pedro Evaristo Diaz, donde compartio escenario con artistas como Horacio Guarany, Atahualpa Yupanqui, Portal y Lastra (integrantes de Los cantores de Quilla Huasi), Roberto Arrieta, Argentino Ledesma, Quichi Campos, Carlos Di Fulvio, Onofre Paz (con los años fundador de los Maseros Santiagueños).
Con 22 años de edad se radica por unos años en la provincia de Tucuman donde conoce y actúa junto a destacadas figuras del tango y en las radios de esa ciudad.
Por esos años formó un trío con sus hermanos RAMÓN (el «chueco») y Carlos («el pata») recorriendo todos los reductos del canto nativo de La Banda y Santiago capital.
La década del sesenta lo encuentra en solitario y así recorre gran parte del país llegando a escenarios de las ciudades de Salta, Ceres, Rafaela, Parana, Rosario, Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
Y su derrotero siguió por el camino del canto y la bohemia hasta que en los años noventa producto de una enfermedad dejó de actuar en forma profesional, no así esa costumbre de recorrer los patios bandeños junto a sus amigos y en su ciudad a la que tanto amó y a la que siempre volvió.
Mario Galeano es pura bohemia del canto bandeño. Goza de un prestigio que el movimiento musical santiagueño no olvida y mucho menos sus compañeros del canto y los bardos populares que en versos lo han inmortalizado en el repertorio musical de raíz nativa de nuestra provincia con obras musicales que son puro homenaje y recordación.
Es el ejemplo del cantor popular y bohemio, del hombre, del artista que llevó prendido siempre en su corazón la esencia del arte y hasta hoy vive en la memoria bandeña donde ocupa un lugar destacado, el lugar de los soñadores empedernidos, el de los que siempre le han puesto el cuerpo y el alma en el camino que han recorrido llevando el mensaje del canto popular.
Fue muy amigo de mí abuelo paterno y tube la fortuna de oírlo tocar durante mí niñez en una juntada con mí abuelo y mí papa la Marcha de San Lorenzo con solo una guitarra, los redobles de
lo hacía con la espalda de la guitarra y los punteos eran la
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