En una celebración llevada a cabo el 21 de septiembre en la basílica del Sagrado Corazón de Jesús, del barrio porteño de Barracas, el obispo auxiliar de Santiago del Estero, monseñor Enrique Martínez Ossola, ordenó sacerdote al hermano Leandro Narduzzo SCJ.
Concelebraron la Eucaristía los padres Gustavo Agín SCJ, superior general de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús de Betharram; Daniel González SCJ, superior de la Región «padre Augusto Etchecopar»; Enrico Frigerio SCJ, superior de la Región «Santa María de Jesús Crucificado»; y Sebastián García SCJ, párroco del Sagrado Corazón de Jesús.
Participaron también los miembros de la administración general de la congregación que se encuentran reunidos en la casa Nuestra Señora de Betharram, en la localidad de Adrogué. Entre ellos, el padre Jean Dominique Delgue, vicario general y procurador general; el padre Graziano Sala, secretario y ecónomo general; el padre Stervin Selvadass, consejero para la Formación; y el padre Tobia Sosio, consejero para la Cooperación Misionera.
En su homilía, monseñor Martínez Ossola expresó: “Hoy lo tenemos aquí a Leandro, que ha descubierto que su modo de hacer presente a Dios en el mundo es a través de la vida en el servicio sacerdotal, pero para ello fue necesario también el compromiso, el amor y la entrega del papá y de la mamá, de los hermanos, de los sobrinos, de la familia”.
“Dios nos va llamando de distintas maneras para que seamos testigos en el mundo de la fuerza del amor. Y aquellos que son padres y madres, dadores de vida, son socios de la tarea más propia de Dios que es generar vida. Cada niño que viene al mundo es señal de un Dios que sigue apostando a la vida, de un Dios que abre el corazón a la esperanza, a que todo puede ser mejor”, aseguró.
Y el sacerdocio, consideró el obispo, “es una de las maneras de ir respondiendo con el testimonio de la propia vida, de la entrega, del servicio, que Dios está entre nosotros y tenemos que ser signos de alegría y de esperanza”.
“En la vida sacerdotal hay un compromiso directo con el Señor Jesús. Los sacerdotes somos llamados a dar testimonio de la vida y del amor de Dios, y por lo tanto tenemos que ser mensajeros de esperanza, ayudar a sacar de todas nuestras comunidades lo mejor, y tratar de acompañar las heridas que son inevitables en toda experiencia de vida y de lucha”, exhortó.
“Siempre tenemos que tener la conciencia de que es Dios quien ejerce el ministerio”, recordó el prelado, y tomando el ejemplo de la Virgen María, sostuvo: “Dios mira con bondad nuestra pequeñez y hace grandes cosas”.
Refiriéndose al nuevo sacerdote, monseñor Martínez Ossola expresó: “También Dios va a hacer grandes cosas por él, porque Él necesita de nosotros. Allí donde Dios nos ha puesto tenemos que florecer, y el amor es lo único definitivo, lo único decisivo, lo único innegociable. Los creyentes tenemos a Jesús, su amor, su entrega, su generosidad, su jugarse”, destacó.
“A veces vas a encontrar soledad, incomprensión, amarguras en tu ministerio, pero no te lo digo para aguar la fiesta, sino simplemente para recordar que siempre, como decía monseñor Angelelli: cuando la vida se esconde entre espinas, siempre florece una flor”, concluyó.
Leandro Narduzzo SCJ nació el 31 de agosto de 1980 en el barrio de Barracas, ciudad de Buenos Aires. Compartió la fe celebrada y alimentada en la comunidad de la parroquia Corpus Christi, de Temperley.
Creció en la ciudad de José Mármol, provincia de Buenos Aires, nunca le faltó el amor ni la alegría de su familia grande, abuelos, tíos y primos.
Desde muy pequeño, Leandro mostró curiosidad por entender los misterios de la vida, del dolor, de la fe. Durante su niñez y adolescencia, el Grupo Scout de la parroquia Corpus Christi fue la institución que mejor interpretó su avidez por aprender, enseñándole a compartir los valores cristianos y a hacer del servicio una forma de vida.
Paralelamente desarrolló su pasión por la música. Estudió la carrera de Dirección Orquestal en el Conservatorio Provincial Julián Aguirre, y la carrera de Composición Musical en el Instituto Universitario Nacional de Arte.
En 2008, a través de su abuelo Américo, conoció al padre Daniel González SCJ, quien supo recibir su vida y acompañarlo en el camino de encuentro con sus deseos más profundos y auténticos, donde el Señor lo esperaba para proponerle la gran aventura de una vida plena, con sentido, configurada con el Corazón de Jesús y entregada a los demás. En febrero de 2011 ingresó como postulante a la vida religiosa, en Villa Betharram, Adrogué, y durante los años 2012 y 2013 realizó el Noviciado Regional en esa misma casa. El 1º de diciembre de 2013 hace su primera Profesión Religiosa.
Durante los siguientes cuatro años, realizó el Escolasticado Regional en Bello Horizonte, Brasil, donde estudió Teología, destacándose por el compromiso, por la profundidad y por la sensibilidad con la que se fue aproximando al conocimiento de los misterios de Dios. El fruto de ese camino fue la tesis de su autoría, “Se acercó, lo vio y se llenó de compasión” (Lc 10, 25). La parábola del buen samaritano como icono de la ternura de Dios según la óptica de Carlo Rocchetta, a través de la cual se puede intuir cuánto de la ternura de Dios resuena en el corazón de este religioso betharramita.
A fines de 2017 regresó a la Argentina, y en febrero de 2018, pasa a integrar la Comunidad Misionera de Beltrán, Santiago del Estero, donde realiza diversas tareas pastorales.
El 8 de diciembre de 2018, Leandro realizó su Profesión Perpetua en la capilla Sagrada Familia, de Villa Betharram, Adrogué, diciendo su Sí al Señor, para siempre, en la familia de Betharram. Y el 23 de marzo de 2019 fue ordenado diácono en Beltrán, Santiago del Estero, tierra que mucho conoce su deseo de amar y servir.
Fuente: Aica