Matías Lammens busca respaldo político para lanzarse como candidato a jefe de gobierno porteño

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La última consideración pública de Matías Lammens sobre política la hizo por las redes al avalar con un retuit la crítica de Claudia Piñeiro a la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña. «No puedo quedar en silencio: la educación pública no puede ser una variable de ajuste, lo último que necesita nuestra comunidad es el cierre de escuelas. Incomprensible e inaceptable», castigó la escritora el pasado 22 de diciembre.

Desde ese momento, el presidente de San Lorenzo explora una peregrina estrategia que combina el bajo perfil con la búsqueda incesante de masa crítica para conquistar su ansiado sueño de convertirse en jefe de Gobierno de la Ciudad.

En su agenda figura un inminente encuentro con Margarita Stolbizer, que se sumará a los ya celebrados con Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y el mismísimo Roberto Lavagna.

El celestino de semejante raid es el gobernador de Santa Fe, el socialista Miguel Lifschitz, de muy buena sintonía con Lammens y quien —al igual que el joven aspirante porteño— no tiene temor en autocaratularse como progresista, una palabra a la que muchos echaron mano y pocos le hicieron honor en los últimos tiempos.

Lammens se promociona como un candidato «antigrieta». Desdeña un acuerdo con el PRO y entre los propios se expresa «antimacrista», lo que no impidió que Horacio Rodríguez Larreta le haya ofrecido en su momento un desembarco en el Banco Ciudad, o que desde la Casa Rosada le insistieran para incluirlo en las listas de legisladores nacionales de Cambiemos.

Pero otro lado, este joven abogado y empresario de 38 años considera que el proyecto de Cristina Kirchner, más temprano que tarde, «llevará a la Argentina a convertirse en Venezuela», una muletilla a la que suelen recurrir las distintas expresiones antikirchneristas.

Esto no quita, a su modo de ver, que pueda interpelar a los macristas desencantados y a los kirchneristas que a esta altura consideran a Unidad Ciudadana como un partido consorte del PRO que viene fracasando en sus intentos de doblegar al oficialismo.

Lo cierto es que el espíritu frentista se apoderó no sólo del presidente del club azulgrana sino de toda la oposición. Como siempre, el debate es quién lo liderará. El kirchnerista Mariano Recalde no descartó juntarse con el massista Marco Lavagna, otro que ya anunció su ambición de suceder a Larreta, al igual que la titular de Somos, Victoria Donda, que sondea la posibilidad de ser la candidata de Cristina en la Ciudad.

Lammens se reunió tanto con Donda como con Recalde para transmitirle su intención de dejar este mismo año San Lorenzo y abocarse exclusivamente a la política. Todos están convencidos de que si no hay unidad difícilmente se pueda batallar con éxito en el territorio donde el macrismo se muestra inexpugnable.

Aún sabiendo las reservas de Lammens con el kirchnerismo, hasta Juan Grabois levantó el teléfono para llamarlo y hablar de política. El referente social, de llegada directa al Papa Francisco, reconoce su actual militancia kirchnerista mientras que el empresario se muestra como un moderado de centroizquierda, amén de aquellas lecturas adolescentes de los discursos de Fidel Castro o el dibujo del Che Guevara que exhibe en su oficina.

La posibilidad de constituir un frente opositor competitivo no lo da sólo la mala coyuntura, que siempre afecta a los oficialismos de turno, sino también la posibilidad de que Martín Lousteau desista de jugar en la Ciudad.

El economista, que hace poco más de un año se afilió a la UCR, amaga por estos días con dar un salto a nivel nacional, ya sea para rivalizar con Macri por la candidatura presidencial de Cambiemos o bien para liderar la boleta de aspirantes a senador del espacio oficialista.

Eso deja a la intemperie a un cúmulo de votantes porteños, muchos de ellos de extracción radical, quienes habían encontrado en Lousteau la alternativa a la gestión de Larreta.

Lammens habló en varias oportunidades con el líder de Evolución —y también con su socio político Juan Nosiglia— y en muchas de ellas quedó desconcertado por sus zigzagueos ¿Un ejemplo? Cuando el también ex alumno del Nacional de Buenos Aires le anunció sus enormes diferencias con la «ola amarilla» y semanas después anunció la integración de la UCR porteña a la alianza Cambiemos, tomándose una foto con Larreta en el café Tortoni.

Ese reconocimiento de Lousteau como militante del oficialismo le permite al presidente de San Lorenzo aspirar al lugar vacante y expectante en la oposición. Eso sí, tiene un obstáculo no menor: la «boleta corta».

Larreta modificó la ley en la Ciudad y por primera vez los porteños votarán el mismo día para definir quiénes serán los próximos jefe de Gobierno y presidente de la Nación. Ergo, la boleta donde Larreta buscará su reelección estará encabezada por Macri, que buscará quedarse un período más en la Casa Rosada.

Si Lamenns no lograr colgar su lista de un candidato a presidente, en una elección polarizada —se supone entre el kirchnerismo y el macrismo— los votantes podrían desecharlo como opción ya que el corte de boleta es inusual.

Esa necesidad no la va satisfacer Marcelo Tinelli, su compañero de ruta en San Lorenzo. No sólo porque difícilmente el empresario y conductor de televisión se zambulla como candidato a presidente sino porque —aún si lo hiciera— raramente sería impulsando un espacio que desafíe en la Ciudad a Larreta, con quien comparte mucho más que una amistad.

No es el caso de Lavagna padre, quien sí asoma como esa opción nacional antigrieta de peso, lo que explica por qué la semana pasada Lammens le abrió generosamente la puerta de su casa de Palermo.

El encuentro entusiasmó al dirigente del fútbol para sistematizar las reuniones con su equipo de asesores ¿El objetivo? Generar propuestas que reviertan, en la ciudad más rica del país, el déficit en atención hospitalaria, la falta de vacantes escolares, los problemas de seguridad y transporte y el crecimiento de la indigencia.

A pesar de su silencio, Lammens encuentra un buen grado de aceptación en las encuestas. La consultora Opinaia aseguró en diciembre que el 22 por ciento de los porteños lo votaría. Nada mal para alguien que todavía no se lanzó y que —como sucede con el vino, el rubro al que se dedica con su distribuidora— sabe que el paso del tiempo puede convertirse en su mejor aliado.

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