Mauricio Macri ya asumió que es un estoico político. Una interna palaciega se comió a Carlos Rosenkrantz como presidente de la Corte Suprema y el Papa Noel de la Casa Rosada resultó militante de Cristina Kirchner.
Macri cree que es una sucesión de hechos inesperados que implican las distintas dificultades que debe resolver antes de obtener su reelección en 2019. Y a esa lista de peculiares acontecimientos políticos, el Presidente añade la crisis social, la distancia con Elisa Carrió, el silencio del radicalismo, la suba del riesgo país y la depresión económica. Macri asegura que renovará su mandato y frente a la incertidumbre que causa los niveles de inflación, tasas, desempleo y crecimiento, responde con una frase que aún no tiene contrafáctico: «Gané las últimas 18 elecciones. Y voy a ganar la que viene», dice con una leve sonrisa.
Macri recibe informes cotidianos sobre la situación del país y apuesta a la recuperación económica para derrotar al justicialismo en los comicios de 2019. Hasta ahora no hay un solo dossier que asegure los términos de la recuperación, pero el Presidente sostiene que hacia fines de marzo los esfuerzos presupuestarios empezaran exhibir sus resultados sociales y políticos. Se trata de un dogma de fe que Macri repite para contener y alentar a su tropa de la Casa Rosada.
Mientras la confianza presidencial aparece como un argumento de campaña, influyentes funcionarios del Gobierno diseñan estrategias electorales para derrotar a los candidatos peronistas que se presentarán en los comicios generales. CFK es el blanco móvil que eligió Macri para renovar en la Casa Rosada, pero la estrategia no termina en la expresidente procesada por ciertos casos de corrupción pública.
El gobierno también monitorea las posibilidades de otros candidatos justicialistas –Sergio Massa, Miguel Ángel Pichetto, Juan Manuel Urtubey y Juan Schiaretti—y concluyó en una probable hipótesis de trabajo: si CFK no es candidata, y la situación económica mejora, estos eventuales candidatos del PJ no llegarían al balotaje para competir contra Macri. Y al revés, si la economía continua en rojo y Cristina juega en los comicios, el Presidente va rumbo al balotaje para preservar su poder institucional.
En Casa Rosada preocupa la suba del riesgo país y rezan para que Francisco insista en sugerir a Juan Grabois como candidato a vicepresidente de CFK. Grabois tiene un discurso duro que expele los votos indecisos que votarían al peronismo tras apoyar a Macri en 2015, y el riesgo país se transformó en una plaga que trabó el financiamiento de las obras que se harían a través de la Participación Pública Privada (PPP). Sin obras para producir empleo formal e informal, la fuga del voto indeciso oficialista a la oposición justicialista menguaría si la candidata es CFK junto al dirigente social Grabois.
La posición estoica de Macri se cruza con su decisión estratégica de aprovechar la tecnología para ajustar la campaña electoral. El comando de campaña de Cambiemos utiliza big data, inteligencia artificial, algoritmos hechos a medida, sondeos propios y la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) para determinar las expectativas de los indecisos y consolidar el voto propio de Macri. Las computadoras trabajan noche y día, y las conclusiones vuelan hasta el primer piso de Balcarce 50, adonde Marcos Peña traza las estrategias electorales para lograr que Macri derrote a cualquier variable de peronismo.
Se trata de una pelea a muerte entre los bits que no sufren las medidas de ajuste del FMI y los defraudados de Macri que buscan una opción presidencial con origen justicialista. Inteligencia artificial versus costo de la canasta familiar. Final abierto.