Esta semana el diario «El País» exportó de la política italiana el término «dietrología» para explicar el debate en torno a la supuesta prisión de Cristina Kirchner. La «detraslogia» (traducido al español) no es otra cosa que la tendencia que tiene la sociedad italiana y ahora también la argentina de encontrar conspiraciones para explicar todo lo que sucede. Bajo estas condiciones hay que interpretar cada acto de la política: desde la citación a Cristina el lunes de la semana que viene por la causa de las obras viales hasta el «parate» judicial contra el mundo K que denunciaron primero Jorge Lanata y después Margarita Stolbizer, pasando por las insólitas presiones públicas del Gobierno a la Justicia, el encuentro semi-secreto entre Daniel Scioli y el propio Presidente, la inesperada resolución judicial del entuerto Gómez Centurión, la sobrevida de Daniel Rafecas en el Consejo de la Magistratura, la reaparición deErnesto Sanz en las reuniones de Gabinete y las sospechosas conductas de varios sindicalistas más preocupados por no ir al paro y hablar bien del Presidente que por defender a sus representados.
Siendo justos, habrá que reconocer que Argentina alimenta las teorías conspirativas: no es común en un país que un ex funcionario tire 9 millones de dólares guardados en bolsos en la puerta de un convento, ni que semejante corrupción como la K tenga tan pocos detenidos, tanto de parte de ex funcionarios como del mundo privado que hizo negocios y pagó coimas durante 12 años (la excepción es Lázaro Báez). ¿Se le puede pedir al ciudadano común semejante cuota de candidez para que crea que la Justicia está investigando en serio no sólo a un Gobierno, sino a todo un sistema irregular, incluyendo el privado?
Volvamos a Cristina. Su suerte judicial y teórica detención están unidas con la otra punta del ovillo: su supuesta candidatura a algo por alguna provincia en el 2017. Siguiendo con los supuestos, si se presentara por caso en la provincia de Buenos Aires se dice que dividiría el voto peronista y filo peronista con Sergio Massa, permitiendo que una lista de Cambiemos gane la elección con tan sólo un tercio de los votos.
En esta teoría, Cristina sería funcional a Macri, quien para que esto suceda, mira para otro lado ante la súbita lentitud judicial, con el objetivo de que la ex Presidente pueda ser candidata. Así leído suena a guión de cine, salvo por el hecho de que quienes instalaron que se morían por competir con Cristina fueron los propios funcionarios macristas, comenzando por Marcos Peña. Sin contabilizar la teoría expuesta en esta columna durante todo el invierno de que Macri y Cristina funcionaban como un Yin/Yang de opuestos que se atraen, se necesitan y se retroalimentan mutuamente con la pelea permanente. Ya hemos dicho aquí que la carrera de uno y otro en los últimos nueve años ha estado más entrelazada de lo que parece a simple vista. Con Macri ya Presidente y Cristina en la oposición, la dialéctica continuó y aguantó hasta donde pudo. Hasta esta semana.
Fue el analista Roberto García el primero en señalar que podían proliferar candidatos peronistas con olor a Cambiemos en la provincia el año que viene. El encuentro -inexplicable- entre el Presidente y Daniel Scioli en Olivos hace tres semanas, el supuesto parate judicial de Comodoro Py y la alianza Massa-Margarita Stolbizer hicieron estallar el statu quo.
Veamos:
–Macri y Scioli se vieron. La afirmación llega por el absurdo de que nadie la negó. No hubo foto oficial ni publicación en Facebook ni imagen distorsionada en Snaptach, ni desmentida a la publicación de la noticia de parte de la Casa Rosada. El ex gobernador bonaerense consultado por este periodista acerca del encuentro jamás respondió la llamada.
Funcionarios cercanos a María Eugenia Vidal, involucrados en la parte final del teórico acuerdo entre Macri y Scioli -frenar a la justicia platense en la embestida contra Scioli- fueron los únicos que desmintieron todo en forma tajante. La versión de la reunión, dicen en el peronismo bonaerense, la entregó el propio Scioli: que le habían pedido que se presente el año que viene a cambio de enfriar las investigaciones que la justicia bonaerense tiene sobre él, comenzando por la del fiscal Álvaro Garganta. La mayor preocupación de Scioli sería por la gran actividad papelera de su fiel escudero Alberto Pérez, a quien acusan con maldad de ser todo un experto en facturas (y no de panadería). Scioli, según el relato, se habría manifestado en favor del «acuerdo», al pronosticar que sería el «tapón de Massa». Hay más: según se comenta en el peronismo de la Provincia, Scioli se habría jactado que, como parte del pacto, el gobierno se comprometía a «enfriar» las «operaciones periodísticas» en su contra. De ser esto así, sería un gran papelón que merece alguna aclaración oficial al respecto.
– ¿Hay parate judicial contra Cristina? Hace un mes publicamos aquí una investigación sobre el estado de las causas que involucran a la ex Presidente. La conclusión era que, en la mayor parte de ellas, Cristina iba a ser procesada, y una vez que terminara los juicios orales, condenada. Y que, según la explicación de los propios jueces y fiscales federales, era muy probable que terminara presa por acumulación de penas y condenas, en un esquema muy parecido al de Ricardo Jaime. Esta interpretación de los hechos demora el desenlace hasta por lo menos el 2018, cuando ya estuviera definida la suerte política de la ex Presidente.
Las denuncias de Lanata y de Stolbizer hicieron estallar no sólo el modelo político imperante Cristina vs. Macri y Macri vs. Cristina sino desnudaron a la política y la justicia.
La política, sobre todo el peronismo, no se enfrentó a Cristina disputándole su liderazgo a la espera de que la Justicia dirima la suerte de la ex Presidente.
El juez Claudio Bonadio se ha convertido en uno de los principales enemigos del kirchnerismo
Y la Justicia hizo los deberes como corresponde y los seguirá haciendo a una marcha regular, pero que curiosamente tiene su capítulo más importante después de las elecciones del 2017.
La Justicia también tenía pensado esperar hasta las elecciones para que fuera la política la que dirimiera la suerte de la ex jefa de Estado.
– ¿Puede la justicia federal pasar el motor de gas a nafta? Hay dos caminos para que eso pase: que los fiscales Gerardo Pollicita e Ignacio Mahiques avancen y acusen a CFK de ser la jefa de una asociación ilícita en las irregularidades de las obras viales en Santa Cruz, en las que Báez era la estrella principal. Hace un mes y medio Comodoro Py descartaba de plano aplicar el unido delito, asociación ilícita, que en los términos de hoy podría significar la detención inmediata de Cristina. El viernes por la noche, una fuente judicial consultada para este artículo contestó: «Como armaron la imputación (los fiscales) se orientan a la Asociación Ilícita y otros delitos. En el llamado a indagatoria no se hace la calificación legal, porque lo que importa es la descripción de los hechos. De vuelta, se orientan hacia eso, la Asociación Ilícita». En Tribunales dan por hecho que en el expediente está suficientemente probada la culpabilidad de CFK. La noticia que falta es cuál será el delito que se le impute.
El otro camino negro para Cristina puede llegar por Claudio Bonadio por traición a la patria en la causa sobre la investigación trunca de Alberto Nisman – por su muerte- por el entendimiento del gobierno con Irán por la AMIA. Bonadio -se dice en Comodoro Py- es el juez más proclive a una resolución inmediata contra la ex Presidente.
Mientras tanto, el Gobierno, obligado por las circunstancias, tuvo que reaccionar: después de haber repetido hasta el hartazgo que había que respetar a la Justicia, sin embargo, tuvo que «quejarse» públicamente de la «parálisis» (término utilizado por Rogelio Frigerio) y de que los tribunales deberán explicar por qué se paró la «hiperactividad» (Marcos Peña).
Comprensible pero insólita la respuesta del Gobierno: se pasó una semana entera explicándoles a los periodistas que la lentitud judicial contra CFK era intolerable. ¿No era también intolerable el viernes de la semana pasada? ¿No era que los gobiernos no se iban a meter más con los tribunales? Y como si todo esto fuera poco, después de las declaraciones de Frigerio, fuentes del Gobierno le dijeron al diario La Nación -nota de ayer de sábado de Mariano Obarrio- que «En la Casa Rosada (la presentación del viernes de los fiscales contra CFK) lo interpretaron como una respuesta a los reclamos de Frigerio, que buscaron despegar a la Casa Rosada de cualquier maniobra para influir en la Justicia y frenar causas». ¿El ministerio del Interior cree que losfiscales deben trabajar según las declaraciones públicas de un ministro? Raro. Todo raro.
La Casa Rosada logró que pasara inadvertido un hecho obvio: la rapidez judicial con la que se resolvió el caso del repuesto director de Aduana Juan José Gómez Centurión. No llama la atención el epílogo del caso -el único delito es de supuesto contrabando y por lo tanto no tiene nada que hacer la justicia federal penal- sino la flagrante contradicción entre lo que se resolvió y lo que diferentes fuentes judiciales señalaban hasta una semana antes, pronosticando una largo y oscuro peregrinaje de Gómez Centurión hasta acusándolo de haber encubierto a su amigo Oldemar Carlos «Cuqui» Barreiro Laborda.
Como si todo esto fuera poco, reapareció Elisa Carrió y denunció que podría haber un arreglo para cubrir la vacante del Juzgado Federal Penal N°2. «No es nada descabellado pensar que sectores de inteligencia necesiten poner gente propia en la jurisdicción Federal de San Isidro y es ahí donde Juan Manuel Grangeat se presenta como la mejor opción», dijo Carrió, agregando que actualmente Grangeat es secretario del Federal 9 de la Capital. Quizá no sea necesario aclarar que para Carrió, detrás de todo está Daniel Angelici. Habrá que ver le evolución del caso y a quien finalmente nombra el Presidente para llenar esa vacante.
Mientras tanto, el Gobierno debería enviar algún emisario agradeciéndole a Carrió su por ahora silencio en el culebrón Cristina. Los planteos de Lanata y de Stolbizer caben perfectamente en el pensamiento de Carrió.
Párrafo final para el peronismo. Más allá de las teorías conspirativas y de las responsabilidades del Gobierno, no puede soslayarse la pasividad del peronismo para con Cristina Kirchner. Nadie, absolutamente ningún dirigente ni siquiera ha planteado públicamente disputar un liderazgo, que ha crecido inexplicablemente en las últimas semanas entre los propios dirigentes peronistas, muchos de los cuales ya se presentaban como ex K. Sin encuestas fiables para saber a ciencia cierta cuántos votos podría cosechar la ex Presidente, su voz ha vuelto a tener predicamento en despachos como los del Senado nacional. Miguel Ángel Pichetto puede dar cuenta de esa inesperada novedad.
Hay quejas y críticas, pero ningún plan político concreto para enfrentarla. Hay temor. No ha aparecido un proyecto, dentro del peronismo, dispuesto a participar activamente en una interna contra ella o contra Scioli, que sería el candidato K si CFK va por Santa Cruz el año que viene. Dicen que el único que podría hacerlo es el enigmático Florencio Randazzo.
Hay otro plan. Es el de Massa. Pero es por afuera: plantea derrotar a Cristina, pero en las elecciones generales. Y para eso falta mucho.