Mauricio Macri avanzó en la capital nacional del kirchnerismo con una obra crucial

0
646

Cuanto todavía sonaban los acordes de «Somos uno», el himno a la unidad en la diversidad que escribió y canta Axel, el representante del Banco Mundial en la Argentina, Jesko Hentschel, le adelantó a Manuela López Menéndez que iba a presentar el Metrobus de La Matanza como un caso exitoso en Washington. La joven -tiene 40 años- secretaria de Obras de Transporte, responsable de todos los metrobuses que se hicieron hasta ahora en la Argentina, sabía perfectamente de qué le estaba hablando el funcionario internacional.

«Manu», a quien el presidente Mauricio Macri mencionó en los agradecimientos el día de la inauguración, se presentó dos días después que Cambiemos triunfara en el ballotage ante la UTE que había ganado la licitación en septiembre del 2015 para decirle que si querían hacer el Metrobús de la Ruta 3 tenían que aceptar que el proyecto fuera modificado casi totalmente. «Ahí mismo me pidieron el proyecto -sí, ya lo teníamos-, lo analizaron bien y me contestaron que iban para adelante», explicó la funcionaria en diálogo con Infobae. «Se modificó sin costo adicional alguno y sin conflicto entre las partes y se inauguró en la fecha prevista, que era a fines de abril», agregó.

En efecto, el Metrobús más largo del mundo que desde el viernes utilizan las más de 200 mil personas por día arrancó ese 24 de noviembre de 2015, y tardó apenas 15 meses en ponerse en marcha, un récord si se toman en cuenta la gran cantidad de actores involucrados (transportistas privados, vecinos, comercios locales, una gestión local de signo opositor al que diseñó y ejecutó la obra) y la complejidad de una zona en la que viven más de 2 millones de personas.

Es verdad que fue el gobierno anterior el que se presentó ante el Banco Mundial para obtener el financiamiento y lo logró, incluso llegó a licitarlo, como se explicó más arriba. Sin embargo, y a pesar de que había prometido inaugurarlo antes de las elecciones -que finalmente perdió- no había colocado un ladrillo. Es que los Bus Rapid Transit (BRT) no necesitan solamente cemento y luminarias. Más que nada, exigen un gran trabajo de acuerdos y precisión en los detalles del tránsito, cuántas personas abordan en cada estación, qué frecuencia vehicular existe a los costados, cuántas líneas pasan por determinados cruces. La rotonda de San Justo, por ejemplo, fue un gran desafío técnico.

La experta local en metrobuses (intervino en los ya inaugurados de Rosario, Santa Fe, los seis de CABA y los próximos a inaugurar de Tres de Febrero y el Bajo), que ayer sábado volvió a la zona para ver cómo estaba funcionando el sistema y hasta almorzó en una parrilla frente a una de las estaciones con su familia, aseguró que no tuvo problemas con el equipo técnico de la intendenta Verónica Magario. Incluso contó que el jueves por la tarde, a pocas horas de la inauguración oficial, estaba con una directora calibrando los semáforos en un cruce, para que no haya dificultades apenas se abriera al público.

Es que los matanzeros no pueden evitar estar felices al mejorar notablemente la experiencia de viajar en el transporte público, con otra calidad en materia de orden en el tránsito, calidad de la espera y seguridad, lo que incluso provoca ganas de tomar un colectivo. De hecho, ayer sábado se notó un tránsito de pasajeros muy superior a lo normal a pesar de que no era día laborable. Y hasta se vio a personas que disfrutaban de sentarse en alguna estación para ver pasar a las unidades.

La magnitud política de lo que está sucediendo en la Argentina todavía es difícil de dimensionar. Macri arrancó el lunes con un acto de estética peronista para conmemorar el Día del Trabajo y anunciar la puesta en marcha del empalme de los planes sociales por subsidios al empleo y terminó la semana inaugurando una obra de impronta civilizatoria en el corazón mismo de la capital nacional del kirchnerismo, la intendencia donde se refugian desde Roberto Feletti hasta Débora Giorgi.

Macri está ingresando en territorio «enemigo» como tal vez nunca lo había hecho un dirigente no peronista desde la llegada de Juan Domingo Perón a la política. Magario y Fernando Espinoza, ex intendente de La Matanza y actual presidente del PJ bonaerense, son los que más claro deben tener cuánto le interesa al Presidente avanzar sobre el conurbano. Desde el 10 de diciembre de 2015 soportan en lo que consideran «su» territorio, peronista y kirchnerista, decenas de técnicos de todas las profesiones trabajando con prisa y sin pausa para cumplir con la fecha que se habían comprometido, inaugurar el Metrobus a fines de abril. Convivieron con ellos durante 15 largos meses. Y muy probablemente no imaginaron que cumplirían con el plazo previsto, algo que jamás sucedió en años K, cuando las obras se inauguraban pero difícilmente se terminaban.

Lo fantástico es que el ingreso de Macri a La Matanza a través del Metrobus, acompañado por la gobernadora María Eugenia Vidal, se hizo en paz y con la intendenta opositora en el estrado de la inauguración. Magario hizo algún puchero y todo indica que mandó manifestantes con carteles preparados para injuriar al Presidente, pero sus propios votantes disfrutarán la obra, tampoco le permiten protestar demasiado.

Por cierto, la intendenta fue hábil para opacar el segundo lugar en la comunicación del evento, que en actos oficiales suele llevárselo la Gobernadora. Magario se colocó inteligentemente como una opositora férrea, demandando más obras, utilizando la inauguración a su favor, en una estrategia de campaña tan legítima como la que propició el Gobierno.

Se hace difícil no admirar el cuidado escenario que montó la gente de Cambiemos, absolutamente conscientes del impacto que tuvieron los Metrobuses porteños en la campaña presidencial.  Macri y Vidal llegaron en un colectivo de la línea 96 acompañados por vecinos de la zona que se sacaron selfies con ellos, bajaron en la estación Federico Russo, intendente -peronista, obvio– de La Matanza entre 1983 y 1991, fallecido en 2002, que aseguran solo fue elegida porque se trataba de la primera parada. Pusieron en la primera fila al ex piquetero y contratara de Luis D’Elía Héctor «Toty» Flores, dirigente de la Coalición Cívica que vive en Gregorio de Laferrere, donde maneja junto a su hija la Cooperativa La Juanita.

Se sabe que el Gobierno está en campaña y quiere ganar las elecciones de medio término. Dicen que se conforman con sacar el 40 por ciento a escala nacional y 35 por ciento en la provincia de Buenos Aires. Por supuesto que en el interior agrícola bonaerense tienen un respaldo altísimo, que supera el 60 por ciento, pero en los distritos del conurbano que no gestionan, o sea la gran mayoría, la perfomance está por debajo del 30 por ciento. Pero si siguen inaugurando obras importantes y terminadas donde por décadas los electores sólo vieron la desidia, lo más probable es que el peronismo que cómodamente hegemonizó en los lugares más pobres del conurbano continúe perdiendo fuerza. Aun cuando la economía cotidiana todavía no se dé por aludida.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here