Postales de la Argentina de la última semana: el gobierno esperaba que el martes pasado la Corte lo auxiliara de la crisis de la tarifas, lo que no pasó. Cristina Kirchner y Margarita Stolbizer protagonizaron una inexplicable cadena nacional por una mediación preliminar por calumnias. El Presidente, en reportaje vía Facebook, hizo polémicas declaraciones sobre los desaparecidos. Rápidamente reaccionaron organizaciones de DD.HH., la izquierda y el kirchnerismo.
El jueves Cristina no se quiso perder la marcha número 2000 de las Madres y se sacó una foto con Hebe de Bonafini en la misma cocina en la que Hebe había ninguneado a juez federal 24 horas antes. El día anterior, la ex Presidente en campaña visitó la villa 31, mientras el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta presentaba el primer plan en serio para urbanizarla.
Declaro José López y fue duro con la abogada Hot y mandó mensajes. La Cámara de Diputados decidió convocar a Aranguren para este martes, pero a un plenario de comisiones, con Julio De Vido sentado al lado, lo que podría significar un picnic para el gobierno. La hija de Cordera salió a defenderlo, cansada de que la amenacen por teléfono con hacerle lo mismo que su padre propuso a chicas como ella el lunes.
El Presidente y María Eugenia Vidal no pudieron terminar un acto en Mar del Plata, en otro ejemplo de intolerancia. Mantener a Pablo Bressi en la Bonaerense ya pasa a ser un milagro. ¡Una buena! Messi vuelve a la Selección.
Este esquema de noticias de los medios tradicionales –cada vez más repudiados por la nueva religión oficial de la Casa Rosada- revela un modelo político que se mantiene intacto: la confrontación entre Macri y Cristina. Esta semana se confirmó de manera más que evidente que ambos se eligen diariamente como contrincantes. Así como se dice que las mujeres se visten para que las miren las mujeres, cada movimiento está destinado al otro.
Ambas partes dieron muestras acabadas: el brindis de Hebe fue para que «Cristina haga lo que quiera» y para que «Macri nos tenga miedo». La innecesaria e improvisada respuesta de Macri sobre los desaparecidos voluntaria o involuntariamente volvió a encender a la izquierda y al mundo K. «No hay nada más fácil hoy que irritara un kirchnerista. Te contestan enseguida», se refriegan las manos en la Casa Rosada, no sin antes preguntarle al periodista: «¿Cómo se tapa una burrada de Aranguren? Fácil, alguien sale a hablar mal de Cristina, de Guillermo Moreno o de otro K y listo».
Creyendo que es una estrategia que les sirve a ambos- por ahora más al Gobierno- Macri y Cristina cada 24 horas lejos de cerrar la grieta, la mantienen abierta. Y cuando durante un par de días parece comenzar a cerrarse, inmediatamente la reabren. Si no, ¿cómo se entiende que ayer sábado Marcos Peña se haya quejado de que ningún kirchnerista haya repudiado el ataque al Presidente en Mar del Plata? Es verdad, ningún K criticó el salvaje acto de barbarie contra Macri y Vidal y eso está muy mal. ¿Pero en qué ayuda a pacificar el gesto de recordarlo? Respuesta: la sociedad sabe perfectamente qué es el kirchnerismo y por eso lo sacó del poder y no necesita que el Gobierno se lo recuerde cada 24 horas.
El Presidente, a diferencia de Cristina, en todos sus actos plantea un futuro mejor sin confrontaciones y apostando al diálogo, algo que la ex Presidente no hizo nunca ni hace ahora. En esto Macri está mucho mejor ubicado y esa postura fue una de las claves de su victoria electoral. Sin embargo otras veces la pelea vuelve: el jefe de Estado, en la apertura de sesiones del Congreso en marzo, no destacó ni una sola acción de gobierno kirchnerista.
¿No se pudo rescatar al menos dos o tres? La estrategia de la disputa impide el elogio al otro. Y mientras signifique ganancia política, es muy difícil que alguien la abandone. Nadie cambia un paradigma que le da poder y apoyo popular. Por eso Macri, lejos de combatir la grieta, navega sobre ella.
¿Por qué le resulta favorable? Porque en lugar de que su Gobierno sea confrontado con la realidad -la inflación anual, la caída de la economía, o el aumento de pobres-, es comparado con Cristina y su espantosa herencia. Y una amplia mayoría de los argentinos ya tiene resuelto que apoyará lo que sea con tal de que la ex Presidente no vuelva. O sea, gana Macri.
Esta inteligente jugada le permite al gobierno bajar la vara del examen. Y respirar mientras reza, esperando que el kirchnerismo tenga todo el protagonismo del mundo para ser el rival a vencer en las elecciones legislativas del año que viene.
En la confrontación Macri versus Cristina, hasta ahora siempre ganó Macri. La pregunta sería entonces, ¿esto la ex Presidente lo ve? Hace dos semanas escribimos aquí que el grave y serio error político de Cristina fue y es subestimar a Macri. Nunca lo tomó en serio, lo atacó y de esa manera lo hizo crecer y sin querer –o queriendo- hizo todo lo posible para que Daniel Scioli perdiera.
Cristina pierde en la confrontación con Macri, ¿pero qué otro camino le queda? ¿Esperar sentada arropada con una frazada y los pies en un puff en su casa del Calafate que una comisión policial mandada por Comodoro Py la detenga? Del mismo modo que Cristina sostiene con sus acciones y críticas al Gobierno, este le da aire a la ex Presidente. Cada uno por motivos diferentes, pero que coinciden al final del día.
El plan político de Cristina es claro: tratar de convencer a alguien de que las investigaciones judiciales de los jueces federales son el producto de un maniobra oficial macrista y no el producto de haber liderado la administración más corrupta de la historia argentina. Y por otro lado le pone un pleno a un sólo número de la ruleta política: que a Macri le vaya tan mal que deba terminar antes y, siendo ella elegida senadora por Buenos Aires, que el año que viene se la vaya a buscar como la salvadora del país, conduciendo un nuevo gobierno popular símil de la Venezuela de Nicolás Maduro de hoy.
El macrismo juega y se refriega las manos con esta fantasía y si tuviera una prueba de esto lo exhibiría rápidamente. El problema de todo este esquema es el país. El modelo económico macrista necesita de las inversiones para tener sentido. ¿Alguien en su sano juicio invertiría en un país amenazado por una remota posibilidad –pero posibilidad al fin- de que en un par de años vuelva un gobierno popular bolivariano?
Esta pregunta no es ni retórica ni se agota en la teoría. En los últimos días han sido varios los consultores económicos y financieros privados que han recibido del exterior la misma inquietud. «Creemos en Macri y en sus reformas, pero no asusta que un sistema judicial en pleno pueda frenar un aumento de tarifas y también nos llama la atención la poca reacción del gobierno. El tema está pendiente desde abril y no está resuelto», le explicaba a este periodista el analista de un banco de inversión que desde diciembre recomienda comprar bonos de la deuda argentina.
Cristina Kirchner elevó su nivel de exposición en las últimas semanas (Adrián Escandar)
El gobierno puede jugar a las escondidas con quien quiera en la política doméstica. Pero el mundo es diferente. Es un poco más serio. Poco le importa a un inversor, o a los gobiernos de otros países, la causa Sueños Compartidos. O si robaron Hebe, Schoklender o ninguno de los dos. Lo que queda es que la orden de detención de un juez no tiene valor alguno.
Lo que el mundo ve es que los argentinos tienen en el exterior 200.000 millones de dólares y que pese al blanqueo muchos lo declararan pero no lo traerán al país, inclusive ministros y funcionarios. ¿Si un ministro no cree en Argentina, ¿por qué debería hacerlo un extranjero?
Que el Gobierno con buen tino decide terminar con la demagogia energética, pero transita erróneamente el camino para lograrlo, y no convoca cuando corresponde a las benditas audiencias públicas, regalándole al kirchnerismo judicial y a muchos jueces independientes el argumento para frenar todo.
No todo es la imagen positiva de un Presidente y un Gobierno. No todo es la intención de voto de elección legislativa. Ni ganarla. No todo son las redes sociales. También está la realidad. El macrismo debería mirar atrás y ver que Cristina ganó dos elecciones como Presidente. Y sin embargo se fue mal del gobierno y puede terminar presa. Si le va bien al país, le va bien al Gobierno. Y no viceversa. A Cristina le fue muy bien. Ganó por el 54% la reelección en el 2011. Pero el país perdió.