“Me clavó el visto”: el amor en tiempos de WhatsApp

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(iStock)

 

Los celulares inteligentes y las redes sociales dispararon, más que nunca, la necesidad de saber «todo el tiempo todo». Y en ese querer saber todo el tiempo todo, la espera se vuelve insoportable. Queremos tener información ya; entender qué pasa en este instante y lograr una respuesta aquí ahora.

Y esto repercute en los vínculos amorosos. Si uno envía un WhatsApp, por ejemplo, espera recibir un feedback, casi inmediato, del otro lado. El famoso «me clavó el visto» (que se usa para indicar que el usuario vio el mensaje pero no respondió) es interpretado como una forma de desprecio.

Si a uno lo dejan esperando, será que entonces hay alguna otra cosa o algún otro que es más importante que uno. Ese tilde celeste seguido de silencio se vuelve insoportable. Casi traumático para muchos.

La espera y la ansiedad que esto genera se ve potenciado por el uso de redes o servicios de mensajería como Facebook y WhatsApp. Sobre ésa y otras cuestiones trata el estudio elaborado por tres investigadores del Conicet.

De acuerdo con el informe, las aplicaciones generan control y descontrol sobre uno mismo y la pareja. Y entre los ánimos que suelen disparar figuran los celos excesivos.

«Cuando alguien espera hay alguien que se hace esperar, pero eso no es fijo: en las relaciones amorosas los sujetos cambian y las dinámicas se modifican», destacan los sociólogos Maximiliano Marentes, Mariana Palumbo y Martín Boy y autores del trabajo Me clavó el visto: los jóvenes y las esperas en el amor a partir de las nuevas tecnologías.

El informe se basó en el testimonio de 25 jóvenes de la Ciudad de Buenos Aires, de entre 18 y 24 años.

«Cómo median estas nuevas tecnologías y generan afectividad marcada porque `me clavaste el visto, entonces me hacés esperar`. Esa espera es negativa: dejó de ser el sujeto más importante para el otro, eso desata una discusión o escena de violencia. Pero luego eso se resignifica, y se reerotizan los jóvenes: a partir de eso vuelven a construir su vínculo», detalló Boy, en un comunicado difundido por el Conicet.

«Para nosotros las redes no son negativas: con ellas la gente se suma, se relaciona, se recontra erotiza. Sólo que, a veces, como permiten tanto control también hacen que el sujeto se descontrole más: nos hacen sentir que el otro no está haciendo lo que se espera», subrayó Palumbo.

En tiempos analógicos la espera era inevitable y la paciencia era moneda corriente. O al menos era más habitual que hoy en día. Los teléfonos eran fijos y no se podía pretender localizar constantemente al otro. En el caso de las cartas, los tiempos de espera eran mayores todavía.

«Ahora, con la tecnología, las esperas ya no concilian con la idea de tiempos largos, y la necesidad de inmediatez genera escenas de conflicto, discusión, ira, bronca, desamor», destacó Boy. Aunque, según el investigador, también favorece las reconciliaciones y puede derivar en una fusión aún mayor entre los amantes.

La investigadora Palumbo destacó que en el informe no ponen foco en las violencias extremas, como los femicidios; pero que de todos modos, queda en evidencia que esa necesidad de tener control deriva en muchas otras formas de violencia cotidianas que, a menudo, quedan invisibilizadas.

«Como son parte de lo amoroso la gente no se escandaliza, pero al analizarlo y verlo seriado se ve un problema: las redes sociales disparan los celos y control en la espera, con mucha vehemencia y de modo vertiginoso», resaltó Palumbo.

Un rasgo que les llamó la atención a los investigadores fue que el romanticismo estaba muy presente entre los entrevistados. La mayoría reconoció buscar un amor romántico, donde las expresiones afectuosas, tanto desde la palabra como desde la corporalidad, cobran un rol protagónico.

«Y las fisuras de estas representaciones generan situaciones de conflicto y discusión, sobre todo cuando se quiebra la premisa fundamental del vínculo amoroso, cuando uno o el otro ya no es el centro del mundo (del otro y del propio)», se analiza en el informe.

Los investigadores reconocieron que sus propias experiencias personales también sirvieron como disparadores para comenzar esta investigación.

Mariana Palumbo, por ejemplo, contó que cuando comenzó con este proyecto estaba soltera y solía estar muy pendiente de los hombres que le gustaban. «Medía los tiempos de cuando me respondían, cuánto tiempo esperar para ver a tal persona, los veía conectados en Facebook y me ponía ansiosa», compartió.

«Muchas veces los que mejor surfean la corriente del amor son los que tienen una visión más pragmática: esto es así y punto. Para los que empiezan con muchos ideales, cada ideal que no se cumple implica un sufrimiento», concluyó Palumbo.

Fuente: Infobae

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