Por Facundo Gallego. Especial para LA BANDA DIARIO
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (1,39-47)
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador».
Palabra del Señor
Comentario
Hoy, tenemos el agrado de celebrar a la Santísima Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de Itatí. Ella es la patrona de Corrientes, y tiene entre los argentinos un especial cariño. Su carita de nogal y sus manitos de timbó son un símbolo de la cercanía de la Virgen María para con nosotros, sus hijos.
Cuentan que, durante la época de la primera evangelización, un grupo de indígenas convertidos al cristianismo, y un sacerdote jesuita, rezaron un Rosario pidiendo a la Virgen que salvara al pueblo de Itatí de un grupo de nativos que atacaban a los convertidos a la fe. Así, la Madre de Dios se mostró propicia con sus hijos, que confiaron a ella su oración y pidieron su protección.
El Evangelio de hoy nos deja la certeza a todos nosotros, de que la Virgen María viene a visitarnos todos los días, especialmente en nuestros momentos de mayor necesidad. Su prima Isabel, contra toda esperanza, había concebido un hijo de su esposo Zacarías: sería Juan el Bautista. María, había recibido el anuncio del Ángel cuando su prima cumplía los seis meses de embarazo.
No debió haber sido difícil para María imaginar la situación de Isabel: el embarazo y su avanzada edad seguramente estaban complicando las cosas en su casa. Por eso, no dudó y fue a su encuentro, para asistirla en todas sus necesidades.
Nos dice Santa Teresa de Calcuta, que el misterio de la Anunciación y de la Visitación, “representa el modelo de vida que nosotros deberíamos llevar. María, primero acogió a Jesús en su existencia; seguidamente, compartió lo que había recibido.”
Por eso, ante las necesidades de los hermanos, sigamos el ejemplo de la Virgen: llevemos nuestro auxilio, pero no como una obligación, sino con un verdadero deseo de hacer presente a Jesús, gestado en nuestro corazón.
Y no olvidemos que el rezo del Ave María (bien bíblico, no como nos quieren hacer creer) ha sido inspirado por el Espíritu Santo. Porque así como el Ángel alabó a la Virgen María llamándola “llena de gracia”; también Isabel dijo impulsada por el Espíritu: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre…”
Alabemos con gozo a la Virgen María, que no se sonroja ante los honores que le rendimos. Al contrario, los recibe en su corazón con mucho amor, y los eleva a Dios Todopoderoso en una oración hermosa: “Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador”.
¡VIVA LA VIRGEN DE ITATÍ! ¡VIVA SU HIJO, JESÚS! ¡VIVA LA IGLESIA!