“Mi viejo era un poeta oscuro”, dijo Ricardo Darín en su charla con Dante Gebel, y con esas palabras abrió una puerta íntima a su historia familiar, a esa relación con su padre que fue, en muchos sentidos, tan enigmática como cautivadora. El hombre -que portaba el mismo nombre que su hijo- tenía en su haber múltiples talentos y rostros: actor, locutor, poeta, aviador, director. “Hacía de todo”, recordó el intérprete, mientras su voz se debatía entre la admiración y la nostalgia.
La figura de este hombre aparece entonces como un espectro vigilante, uno que observaba sin halagar, sin juzgar, y sobre todo, sin imponer. Darín reconoció que su padre nunca fue “amigo del halago”. Tampoco se convirtió en un crítico o detractor de su trabajo. Simplemente se mantuvo en un margen, dejando que Ricardo construyera su propio camino. “La palabra de mi viejo para mí era muy importante, muy sagrada”, confesó, y en esa frase late la reverencia de un hijo hacia un padre que, sin decir nada, lo decía todo.
En contraste, la madre de la familia, Roxana, era otra cosa: una actriz con personalidad intensa y con una inclinación a intervenir en la vida de sus hijos. “Mi vieja era muy interviniente”, comentó el entrevistado, y explicó que quizás esa diferencia de enfoques fue lo que impulsó a su padre a adoptar una postura de distanciamiento. En el recuerdo de Ricardo, su madre actuaba como una figura opuesta, “a lo mejor para contrabalancear”. Ella opinaba, sugería, intervenía. Él, en cambio, observaba desde la sombra.
La historia de Darín niño es casi cinematográfica, y parece extraída de una época perdida en los anales de la televisión argentina. “Yo tenía ocho, nueve, diez años y viajaba solo. Me tomaba el 31 y me iba a Canal 9 con el libreto bajo el brazo”, relató. Ese niño solitario, que cruzaba la ciudad con un guion bajo el brazo, es un símbolo de la autonomía que le enseñaron sus padres. “Mi viejo nunca me llevó a un canal de televisión, jamás”, recordó. Tal vez fue una decisión deliberada para no interferir en el desarrollo del menor, o quizá simplemente obedecía a una visión del destino: “Tu vida ya está escrita”, solía decir su padre. Una frase que, en la voz de Darín, se convierte en un susurro fatalista, como si el viejo poeta hubiera conocido los caprichos de la vida mejor que nadie.
Y es así como el actor recuerda a su papá: un poeta de silencios, un hombre de múltiples talentos y pasiones, cuya influencia fue tan fuerte precisamente por ser casi imperceptible. Un espectador distante que, como los buenos poetas, sabía que a veces el silencio puede ser más poderoso que cualquier palabra.
Fuente Teleshow