Mientras la economía de Brasil es una incógnita, Lula da Silva le tiende la mano a China, Rusia e Irán

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icardo Stuckert/Brazil Presidency/Handout via REUTERS ATTENTION EDITORS - THIS IMAGE HAS BEEN SUPPLIED BY A THIRD PARTY. NO RESALES. NO ARCHIVES.

La semana pasada el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, celebró sus primeros 100 días de gobierno con el lema “Brasil ha vuelto”. Sin embargo, según la prensa brasileña, estos tres primeros meses de su tercer mandato han sido poco concluyentes en el frente interno. Sobre todo, aún no está claro que rumbo tomará la economía, verdadero parámetro de cualquier país, especialmente en América Latina, para reducir la brecha entre los ricos y los pobres y disminuir la injusticia social. Lula quiso sustituir el techo fiscal por el llamado “arcabouço”, noble en las intenciones pero de momento muy difícil de aplicar, declaró la guerra al Banco Central y a su autonomía y se opuso a la privatización de las empresas estatales. Y sobre la cuestión del saneamiento básico (cloacas y limpieza de aguas), verdadera divisoria de aguas de la pobreza en Brasil, quiere restaurar un sistema fallido del pasado sin ningún control sobre la ejecución de los proyectos. En resumen, como escribió la economista Elena Landau en un duro editorial del diario “O Globo”, “Lula promueve un atraso que castiga a los pobres”, que eran también el punto fuerte de sus eslóganes electorales.

Si en el frente interno no sabemos qué tipo de Brasil será el de Lula, si un país económicamente estable o uno destinado a una inflación galopante libremente desatada para seguir extravagantes teorías económicas como la Teoría Monetaria Moderna, en el frente de la política exterior parece claro que papel quiere dar Lula a Brasil. El viaje a China que acaba de finalizar, la visita a Brasilia en estas horas del ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, pero sobre todo las recientes declaraciones del presidente brasileño no dejan lugar a dudas. Lula ha abrazado el eje chino-ruso y ha extendido una alfombra roja a un mundo multipolar en el que los dos polos principales son en realidad dos dictaduras, las de Pekín y Moscú. El pasado mes de marzo, Brasil no firmó la declaración de la ONU que condenaba al régimen de Daniel Ortega en Nicaragua – gran aliado de Putin – por violar los derechos humanos. Entre los firmantes estaban también Colombia y Chile.

Al final de su viaje a los Emiratos Árabes Unidos, de regreso de Pekín, sobre el conflicto ruso-ucraniano Lula declaró que Ucrania también es responsable de la guerra, que en realidad fue desencadenada por una invasión de Moscú. “La decisión de la guerra fue tomada por los dos países”, dijo Lula, haciéndose eco de otras declaraciones chocantes que hizo en enero, cuando dijo durante la visita del canciller alemán Olaf Schol que “cuando dos no quieren, no pelean”. En realidad, desde mayo de 2022, en una entrevista con Time, su posición había sido muy clara. Refiriéndose al presidente ucraniano Volodmir Zelenski, había dicho que era “tan culpable como Putin”. El periodista brasileño Mario Sabino, en un tuit mordaz, escribió: “Lo entiendo, la decisión de Adolf Hitler de invadir Polonia en 1939 también fue tomada por polacos. Igual que la decisión de perpetrar el holocausto también fue tomada del mismo modo por judíos”. Sobre Putin lo recordamos pesa una orden de detención emitida por la Corte Penal Internacional por ser “responsable del crimen de guerra de deportación ilegal de miles de niños de las zonas ocupadas de Ucrania a Rusia”. En los Emiratos Árabes, Lula repitió lo que había dicho en China, a saber, que “Europa y Estados Unidos contribuyen a la continuación de esta guerra”. Sin embargo, en cuanto a su intención de actuar como mediador de paz en el conflicto ucraniano junto con China, al margen de la OTAN y las Naciones Unidas, basta con escuchar su larga entrevista en la televisión estatal china CGTN para comprender que no hay ningún plan detrás de estas declaraciones. “Es una guerra que molesta a los que no participan en ella. No tengo un plan específico, no tengo nada preparado. La propuesta saldrá de muchas conversaciones entre muchas personas”, dijo Lula.

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el presidente de China, Xi Jinping, asisten a una ceremonia de bienvenida en el Gran Salón del Pueblo en Beijing, China, el 14 de abril de 2023. Ricardo Stuckert/Presidencia de Brasil/Folleto vía REUTERS
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el presidente de China, Xi Jinping, asisten a una ceremonia de bienvenida en el Gran Salón del Pueblo en Beijing, China, el 14 de abril de 2023. Ricardo Stuckert/Presidencia de Brasil/Folleto vía REUTERS

Esta cuestión se debatirá sin duda durante la visita oficial del ministro ruso de Asuntos Exteriores Lavrov, una visita contestada en primer lugar por la comunidad ucraniana de Brasil, que planea manifestaciones en la capital, San Pablo, Río de Janeiro y Curitiba. Los manifestantes piden al gobierno brasileño que deje de defender a Rusia por la guerra en Ucrania con la justificación de querer hacer un llamamiento a la paz. Algunos de ellos revelaron al sitio de noticias Gazeta do Povo que temen que el próximo paso de Lula sea que las Fuerzas Armadas brasileñas participen en ejercicios militares conjuntos con la Rusia de Putin. El viaje de Lavrov está lleno de misterio. La prensa brasileña informó de un carguero diplomático de cinco toneladas que viajaba con el ministro tras una escala en Argentina y especuló con la posibilidad de que contuviera armas del equipo de seguridad o material bélico o dinero. Es muy probable que en la reunión de Brasil se hable también de Sergey Cherkasov, encarcelado en Brasilia, un ciudadano ruso con la falsa identidad brasileña de Victor Muller Ferreira acusado de espionaje al intentar infiltrarse como becario en el Tribunal de La Haya, en Holanda. Brasil podría mediar en un posible intercambio con el corresponsal en Moscú del diario estadounidense Wall Street Journal, Evan Gershkovich, detenido en Ekaterimburg por el FSB, el Servicio Federal de Seguridad, acusado de espionaje.

Ciertamente las relaciones económicas con Rusia centradas en los fertilizantes, de cuya importación depende Brasil en el sector del agronegocio, son un punto central en el diálogo con Moscú, que está utilizando a América Latina como su base de apoyo militar y de inteligencia con decenas de espías diseminados por el continente, especialmente en Brasil. A los países de la región y en general a todos los no alineados, incluido el gigante latinoamericano, para escapar de las sanciones Moscú les está ofreciendo derivados del petróleo a precios inferiores a los del mercado. Sin embargo, al igual que con China, también con Rusia la línea que separa la realpolitik de la estrategia de alineación es muy endeble. De lo contrario no se explicaría que uno de los principales periódicos de Brasil, Folha de Sao Paulo, publicara hace unos días un editorial de Lavrov con el titular “La cooperación de Rusia y América Latina se basa en un enfoque desideologizado”, que luego fue traicionado por el subtítulo que afirma que “Nuestros amigos de la región no se han sumado a las sanciones contra Rusia y agradecemos esta postura”. Después de Brasil, Lavrov visitará Venezuela, Nicaragua y Cuba. Su visita tiene el mismo peso geopolítico que la reunión de Lula con Xi Jinping. Más allá de la ostentada neutralidad de Brasil, muestra cómo la política exterior del ex presidente de los pobres se alimenta, en cambio, de ideología y apuesta a una visión multipolar del mundo que es mayormente funcional a potencias como China y Rusia comprometidas contra Taiwán y Ucrania, respectivamente.

El presidente brasileño, en su larga entrevista en la televisión china, hizo declaraciones chocantes. “China en el escenario mundial no habla de guerra sino que busca el desarrollo común, invierte en educación. Esto es importante y saludable para el mundo. Es muy saludable. Estoy satisfecho y contento de que China haga inversiones en África y América Latina. No hay que envidiar a China. Otros países deberían hacer lo que hace China porque así tendremos un mundo mejor”. Y añadió: “El mundo necesita una gobernanza global más fuerte. Hay que crearla. China debe ser tenida en cuenta en este nuevo modelo, incluso Brasil. Hay que tener en cuenta a países como Nigeria, Egipto y México”.

Imagen de archivo de Lula da Silva junto a Vladimir Putin.Imagen de archivo de Lula da Silva junto a Vladimir Putin.

El famoso artista y disidente chino Badiucao explicó a Infobae que “es un terrible error que Lula se incline ante la dictadura antidemocrática de China y abrace sus insostenibles ambiciones económicas y financieras. Ponerse del lado de China es unirse al nuevo Eje de Pekín y Moscú, que representa una amenaza para la paz mundial desde Ucrania hasta Taiwán. La economía china se hunde inevitablemente debido al envejecimiento desesperado de su población y a la rigidez de su sistema político. El precio para Brasil será la bancarrota moral y económica total”. Y sobre el tema de la afición al fútbol chino del que Lula dijo en su entrevista que era hincha, Badiucao dijo a Infobae que “para entender mejor a China Lula debería estudiar cómo y por qué la Superliga China de Fútbol ha sido siempre tan corrupta y mala.”

En esta visión multipolar, por si fuera poco, Lula también está abriendo la puerta a Irán. Primero permitió que los dos principales buques de guerra iraníes, el Iris Makran y el Iris Dena, hicieran escala en Río de Janeiro durante una semana a finales de febrero. Y ahora ha dado el visto bueno para una nueva ruta de carga de Iran Shipping Lines (IRISL) que navegará entre Teherán, Brasil y Venezuela. IRISL está sancionada por el gobierno de EE.UU. desde 2020. Se le acusa de transportar cargamentos militares relacionados con misiles y proliferación en nombre del gobierno iraní. IRISL también ha sido acusada de utilizar documentos falsificados para transportar en secreto equipos relacionados con el programa de misiles balísticos de Irán. Además, el embajador iraní en Venezuela ha indicado que el presidente iraní Ebrahim Raisi está planeando un viaje a América Latina en el que visitará a varios países entre los cuales probablemente Brasil. Por último, Conviasa, la compañía aérea estatal venezolana, ha reanudado los vuelos semanales entre Puerto Ordaz y Manaos, en el Amazonas, suspendidos en 2016. Los aviones utilizados son Embraer 190 de fabricación brasileña. En 2022, un avión de una filial de Conviasa, Emtrasur, que transportaba a miembros de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) incluidos en la lista de organizaciones terroristas de Estados Unidos, fue secuestrado por las autoridades argentinas y la tripulación bloqueada en Buenos Aires durante meses bajo sospecha.

Emanuele Ottolenghi, Senior Fellow de la Fundación para la Defensa de las Democracias (Foundation for Defense of Democracies FDD) en Washington, explica a Infobae que “a sólo cuatro meses de su mandato de cuatro años, el presidente Lula ha demostrado su voluntad de desafiar el liderazgo global de EE.UU. en todos los frentes, permitiendo que buques de guerra iraníes atraquen en Río, abriendo una ruta comercial para cargueros iraníes sancionados por EE.UU., negándose a vender armas a Ucrania para defenderse y recibiendo al ministro ruso Lavrov, persiguiendo activamente la sustitución del dólar estadounidense como moneda de comercio y acercándose a China. ¿Qué obtuvo Biden a cambio de la alfombra roja para la visita de Lula a la Casa Blanca en febrero? Absolutamente nada. Brasil ya no es un aliado”.

 Lula también está abriendo la puerta a Irán. REUTERS/Adriano Machado/Lula también está abriendo la puerta a Irán. REUTERS/Adriano Machado/

No es casualidad que ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) Lula prefiera la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), ambas creadas entre 2008 y 2010 por Hugo Chávez para excluir EE.UU. Y aunque Brasil fue invitado al G-7 después de 15 años, lo que demuestra la importancia del gigante sudamericano en la escena mundial, Lula declaró después del convite que “el G-7 no necesita de Brasil para existir”, subrayando en cambio la importancia del G-20 “para una gobernanza mundial más fuerte”.

Fuente Infobae

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