El milagro que permitió a Mama Antula ser proclamada beata

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A María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, se le atribuye la curación de la hermana María Rosa Vanina, religiosa de la congregación Hijas del Divino Salvador, quien se recuperó de una colecistitis aguda con shock séptico en 1904, luego de que los médicos le pronosticaron una muerte segura y que las religiosas rezaran a su fundadora por su recuperación.

El testimonio de la hermana María Rosa Vanina fue clave para avanzar en el proceso de canonización de Mama Antula. Según figura en la causa, la religiosa declaró el 24 de septiembre de 1906, cuando tenía 31 años, y dijo lo siguiente:

“Hará 14 años que soy religiosa de esta Casa y desde entonces oí decir que nuestra Madre María Antonia de Paz estaba considerada en opinión de santa, y así le había invocado alguna vez. Que hace 2 años, en agosto de 1904, me puse gravemente enferma de manera que llegué al último extremo y recibí los Santos Sacramentos hasta la Extremaunción.

“La enfermedad que tuve fue al hígado y se conoce por cálculos biliares. Era necesario practicarme una operación quirúrgica, la cual fue imposible de llevar a cabo por el estado de consunción y debilidad extrema en que me hallaba. Así lo declararon los 2 facultativos que me asistían, el doctor Cayetano Sobrecasas, y el doctor Manuel Saubidet, quienes me desahuciaron y dijeron no haber más remedio que hacerme, pues moriría. En este intervalo se me formó un absceso en el hígado, a causa de un parche que me pusieron y se me unieron los tejidos con grave inconveniente. Quedé como muerta y no me daban sino 48 horas de vida a lo sumo.

“Las hermanas que me rodeaban acudieron a Dios, y sé que la hermana María Montarsé, vicerrectora, durante mi gravedad hizo dos novenas pidiendo mi salud a la Madre María Antonia de Paz, nuestra fundadora, y la Madre Ramona Aguirrezabala, nuestra superiora general, me suministró el agua de Lourdes invocando a la Santísima Virgen.

“Desde entonces sentí una reacción y volví en mi conocimiento, sentí necesidad y tomé algún alimento que me hizo bien, contra lo que todos esperaban, y así fui mejorando hasta poder levantarme. En esta situación los médicos determinaron hacerme la operación de extracción de los cálculos que era necesaria, y se realizó, pero seguí siempre sufriendo por haberme perforado los tejidos interiores. Así en estas alternativas pasé desde enero de 1905. En noviembre del mismo año me sobrevino un ataque, que se consideró era necesario darme otra vez los santos sacramentos.

“Entonces invocamos nuevamente a la Madre Fundadora, María Antonia de Paz, tanto yo como la Madre Superiora, reverenda Madre Ramona Aguirrezabala y la hermana María Montarcé, vicerrectora, quien desde el principio fue la primera que la invocó al comenzar la gravedad de mi enfermedad. Entonces mejoré rápidamente de modo que se suspendió la administración de los sacramentos, y seguí restableciéndome y pude levantarme.

“Me quedó un absceso en el hígado, el cual, dijo el médico, sería necesario curar durante ocho días. Ha resultado que el hígado se abrió solo y cuando fue necesario, con gran ventaja para mí y sin necesidad de la molestia consiguiente de tener que operarlo. Desde esa fecha me hallo tan restablecida que puedo seguir la comunidad en sus actos principales, andar por toda la casa, ir a la capilla, recibir la sagrada Comunión y estar en las visitas (es decir atender a la portería y suplir a veces a la portera)”.

“Me hallo ahora bien, habiendo sido siempre antes de una salud débil y delicada. Así pues agradezco este beneficio de la Providencia Divina y creo fundamentalmente haber sanado por la intercesión de nuestra venerable Madre Fundadora.

“Por lo cual que conste en su proceso canónico firmo esta acta, junto con los testigos reverenda Madre Ramona Aguirrezabala, superiora general de nuestra Congregación, y la hermana María Montarcé, vicerectora de esta Casa de Ejercicios; argentina la primera de 47 años de edad, religiosa; y la segunda argentina también de 57 años, religiosa; acompaño además los certificados médicos de los doctores antes nombrados doctor Cayetano Sobrecasas, y doctor Manuel Saubidet, quienes me asistieron en mi enfermedad”

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