Moria Casán y el coronavirus: “Dos o tres gotas de saliva paran al mundo, la economía, los teatros, los cines, el trabajo, ¡es de locos!”

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“Es un bicho muy psicopateador este”, dice Moria Casán sobre el COVID-19. Porque si bien cumple con todas las medidas que dispuso el Gobierno para evitar la propagación del virus, no se deja amedrentar: “Hay que tenerle respeto al virus, no miedo”. Así se para frente a la pandemia la diva de la televisión en un vivo de con Teleshow vía Zoom, en el que quedó más que claro que ni la cuarentena podrá con la lengua karateka por excelencia.

Más afilada que nunca, La One -que dejó el ciclo Incorrectas que conducía en América a comienzos del confinamiento- dice que no mira programas porque se aburre. “A mí la televisión me gusta hacerla, no verla”, advierte, y se planta ante las críticas o discusiones que la involucran como solo ella sabe hacerlo. “Soy una pirámide de vaselina, todo me resbala”, sentencia Moria, quien este jueves volvió a la pantalla chica, pero también desde su casa, y para opinar sobre la detención del doctor Rubén Mühlberger. «Todo lo que a mí me ha dado siempre ha sido natural, jamás me dio un fármaco. Es un obsesivo de la vida sana”, sostuvo, en Bendita.

Pero ahora, es momento de esta conversación íntima -aunque sea a la distancia- con Teleshow.

—¿Cómo vas llevando esta cuarentena que nos tiene en casa desde hace más de 50 días?

—Para mí son 60. Terminé el teatro antes, el programa de televisión lo hice una semana antes de que termine el mes… 60 días. Feliz. Feliz dentro del horror: no me puedo quejar, estoy en una casa brutal, acompañada por Galito (Alexis Galo Sotto, su asistente), sin nadie que nos ayude. Las chicas, las empleadas, no vinieron más desde el día que lo determinó el Presidente. Todo el mundo muy amante de la salud, del cuidado, sin paranoia y sin miedo. Tampoco escucho tanta noticia porque te volvés loco. La sobreinformación está paniqueando al mundo. Es un bicho muy psicopateador este. Antes se decía que no se usaba el barbijo, y la primera que salió en la tele con barbijo fui yo. Y después, se dijo que servía el barbijo. Te vuelve loco. No me voy a permitir psicopatear por dos gotas de saliva y una cucharada de moco, mi amor.

—¿Te sentís bien liderada en esta crisis que estamos atravesando? ¿Te deja tranquila Alberto Fernández cuando habla?

—Me gusta mucho el Presidente, su modo de hablar, moderado y pedagógico. Al ser profesor tiene una manera que llega muy especial. Lo veo centrado. Me gusta mucho (Horacio Rodríguez) Larreta al lado de él, con (Axel) Kicillof. Es una buena imagen, pero a mí ningún político me da tranquilidad. Soy una señora mayor, me han tocado todos los gobiernos y siempre, si no es por el coronavirus, por el corralito, por el dólar o por el austral, te pegan un palazo cada 10 años. Vivo en este país porque me gusta y me dio todo, pero nunca tengo nada a mi favor. Te lo firmo: por ser legal. Si fuera más trucha, a lo mejor tendría más cosas. Blanqueás la guita, te cagan. Decís que tenés dólares, te cagan igual. No tenés dólares, no podés comprar. No se puede hacer nada. Aunque me guste el Presidente y su modo de ser, no creo en ningún político. No les doy bola ni escucho sus discursos porque me torran. Tampoco estoy viendo televisión abierta.

—¿Por qué? ¿Por los noticieros, o por los programas en general? ¿No te enganchás con los ciclos de farándula?

—Veo más televisión de afuera, que no viene filtrada por ningún sobre. No hay: “Soy de derecha”, “Soy de izquierda”, “Soy de centro”. Me parece puro palabrerío, siempre en algún momento van a meter ese poison, el venenito, para llevarlo a su terreno… Y de farándula, si no la hago yo, me aburre, porque ya sé todo lo que se dice, lo que no, cómo viene la pregunta, la repregunta, la contestación… ¡Sé todo, amores de mi vida! A mí me gusta hacer la televisión, no verla.

—¿Y extrañás hacer televisión?

—No, no la extraño. Las cosas que dejo no las extraño porque las dejo con absoluta convicción. El último programa… Se enteraron un jueves que al día siguiente se terminaba el programa. Lo decidí con Liliana Parodi. Mi salida de la tele… el que la quiera creer que la crea, y el que no, me da igual. Puede hablar con César Carozza, mi abogado, o con Agustín Vila. Los dueños me dijeron: “Moria, apenas pase esto, la puertas están abiertas”. América es un canal prácticamente de noticias y del vivo, y cuando empecé con el programa, dije: “Yo no voy a hablar de ningún femicidio y de nada de lo que se pase que tenga que ver con el horror. Quiero oxigenar y desdramatizar la tele en una hora y media”. Y vino todo esto del coronavirus, que ya lo veía de afuera, ya tenía noticias de cómo venía la mano…

—Los primeros días te mandaban el móvil y salías desde tu casa.

—Sí, pero ¿qué pasaba? No podía tener un móvil diario en mi casa, que en una de esas lo necesitas para… Estoy regia en mi casa hablando de frivolidades y la gente está súper metida con el COVID-19… Yo tampoco quiero hablar de la muerte ni quiero ser una extensión de un noticiero. Son mis chicas, y este momento no es para levantar la patita y atravesar la pantalla. Entonces le dije a Liliana Parodi: “¿Querés terminar hoy? Terminemos hoy”. No extraño nada de lo que hago porque, cuando lo hago, lo hago tan a full que después no lo extraño. No soy arraigada a los sentimientos, ni al trabajo, ni a la pareja, ni tengo melancolía. Soy pirámide de vaselina, todo me resbala.

—¿Te preocupa la situación de los artistas y la postura de la Asociación Argentina de Actores, que no quiere que vayan a trabajar ni siquiera a programas de televisión, con el distanciamiento apropiado?

—Siempre he aportado a Actores y los beneficios a mí me los dio SAGAI, institución a la cual respeto muchísimo, que tuvo la amorosidad de llamarme una vez a la semana para ver cómo estaba. He hecho los aportes toda la vida a Actores y no me sirve ni para pagar la obra social… Que se les prohíba trabajar tomando todas las prevenciones es perverso, no hay derecho. Muchos actores no están de acuerdo. Respeto mucho a (Alejandra) Darín, pero hay algo que tienen que cambiar. No es el productor el que te explota y nosotros los esclavos: si el productor pone el billete y te da trabajo, ayudalo un poco, no te metas en el concepto de esclavo que no sos. Con las medidas de aislamiento, si no sos una población de riesgo y no tenés ninguna enfermedad, ¡andá a trabajar! Que te prohíban, a la gente sana… Los hisopás, les tomás la fiebre, les tocás la próstata a ver si tienen hemorroides… ¡Dejalo trabajar, dejate de hinchar las pelotas!

—Siempre le has respondido a todos, al de más arriba y al de más abajo, sin pelos en la lengua. Ahora en cuarentena, con más tiempo para pensar, ¿esas discusiones o críticás te afectan, o nada te llega?

—No, el tiempo es para descansar. Yo pensé toda mi vida, desde los ocho años; estoy tan acostumbrada a pensar que pude parar mi cabeza. No pienso: es el estado ideal, soy sabia. No me importa nada, de verdad. No es que me hago la superada: me resbala todo, no me importa. En general, le doy muy poca bola al medio y a la farándula. Me divierte contestarle a cualquiera si tengo ganas y si me pagan. En el Bailando me pagaban y le contestaba a cualquiera. Y si me da la gana, contesto también. Soy así, combativa, porque no me la creo, mi amor. No me creo que soy una diva, eso me lo puso el periodismo. Ni me creo que soy La One. Todo lo que se dice de mí: lengua karateca, diva, que las tres divas de este país somos las dos señoras y yo (por Susana Giménez y Mirtha Legrand), ¡nada más lejano! Soy más cable a tierra, como una roquera. El divismo lo ponen como algo magnífico y la gente te coloca en ese lugar. A mí me colocó en el lugar de opinóloga general.

—Mencionaste a las divas. ¿Pudiste hablar con Mirtha Legrand en estos días de cuarentena y con la muerte de Goldy?

—No quise hablar porque los primeros días… todo el mundo saludándola y dándole el pésame. Le dije unas cosas por tele, que me dijeron que estaba mirando, y uno de estos días la llamo. Cuando pase un poquitito y esté con más ganas de charlar. No poder despedir a la hermana… Estar viviendo esto, que estamos viviendo todos… Es muy loco. Aunque no te cambie la cabeza, te cambia. No creo que vaya a mejorar a la gente, en eso soy re escéptica. Vamos a seguir siendo absolutamente los mismos.

—El día a día en tu casa, ¿cómo es?

—No tengo mucama y las cosas las hace Galito. Lavo los pisos con la hidrolavadora, baldeo y paso la escoba, que hace mil años que no la pasaba, desde chiquita. No lavo los platos y hago todo con guantes.

—¿Cuáles son tus momentos de placer en tu casa?, ¿qué lujos te permitís?

—El círculo de placer es todo el día, me doy unos permisos que no me los daba desde muy chica. La última vacación vacación fue cuando viví en Europa, que no tenía a Sofía. En los 70, estuve 60 días sin hacer nada, tomando sol y quedándonos en el lugar que nos gustara con mi pareja de ese momento. Después nunca más, porque los viajes los tenés que organizar muy bien, si no la vacación es otro estrés… Dormir, te diría. Me despierto, pongo la tele para ver qué hora es, sigo un ratito más, y me despierto 11:30, 12. Antes era tipo servicio militar para no perderme el día: me levantaba a las 9 de la mañana, aunque me haya acostado a las 4.

—¿Qué es lo que más extrañás?

—Lo que más se siente del aislamiento es la pérdida del contacto humano, el contacto visual, el “paso por tu casa”. En los argentinos es una tipiquez. Las reuniones con amigos una vez a la semana, abrazarnos y besarnos. Con Sofía, en vez de dramatizarlo nos reímos. Nos parece tan absurdo estar saludándonos con una… El barbijo no es un barbijo, es un bozal sanitario. ¡Poco más te cubre los ojos! Y la pantalla esa divina que te ponés, toda transparente… Nos saludamos así y nos dio risa. No puedo creer este disparate. A mí me humilla como ser humano. Soy muy consciente de mi extrema finitud. Vengo rompiendo con el dengue hace 12 años… ¡¿Cómo puede ser que un mosquito te mate?! Ahora, dos o tres gotas de saliva paran al mundo, la economía, los teatros, los cines, la cultura. ¡Es de locos! Yo no tengo problemas, lleno mi heladera, pero la persona que tiene que salir a trabajar, vivir, moverse… A esa persona se le mete miedo de tanta información. La curva que sube, que se aplana… ¡Enloquecés! No tengan miedo, tengan respeto, porque el miedo paraliza. La sobreinformación, que si bien no es falsa, nos enloquece.

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