Además, atravesar el Mediterráneo en gomones sobrecargados para llegar a Grecia desde Turquía pone en riesgo la vida misma de los viajeros, a tal punto que las «tarifas» de los contrabandistas bajaron de entre 3.000 y 5.000 euros a solamente 1.000.
Pero empujados por la guerra y la miseria, los migrantes no dejan de arribar a Europa.
Allí, mujeres y niños sufren riesgo de ser explotados y abusados tanto en Grecia, donde suelen iniciar su travesía europea, como en los países de destino, en los que sueñan terminarla.
«Estamos aún finalizando las investigaciones, pero hemos detectado que la exposición al abuso es mayor cuando están a la espera de poder cruzar hacia el continente o cuando llegan a los grandes centros de acogida en Alemania o Austria», indicó en rueda de prensa Marie-Pierre Poirier, coordinadora especial de Unicef para la crisis de refugiados en Europa.
La experta no dio datos concretos de abusos -sexuales u otros- cometidos en dichos países, pero indicó que ha habido varias denuncias en distintos lugares y sus funcionarios han podido detectar casos de alta vulnerabilidad, lo que abre la puerta a la explotación.
«Las personas que llegan a las islas griegas y están esperando para ir al continente saben que necesitarán dinero para pagar las distintas fases del viaje. Si no tienen porque lo han perdido durante la travesía se exponen a abusos de cualquier tipo, a los que son especialmente vulnerables mujeres y niños».
Con respecto a los países de acogida, el riesgo surge en los centros donde residen durante meses mientras no se resuelve su situación administrativa.
Es por ello que Unicef trabaja con las autoridades de dichos países, a las que recomendará implementar varias acciones para prevenir que el abuso ocurra.
«La protección de las mujeres y niños nos preocupa especialmente, por lo que se deben establecer medidas concretas e inmediatas», agregó Poirier.
Entre ellas destaca que haya baños separados para mujeres y hombres en los centros de recepción, que haya luz 24 horas al día y que haya permanentemente personal de seguridad.
En Grecia, además, Unicef planea hacer más hincapié en la necesidad de mejorar las instalaciones de agua y saneamiento, e incrementar la atención médica, especialmente la brindada a los bebés, extremadamente vulnerables con la pronta llegada del invierno.
Precisamente, el número de menores que alcanzan Europa huyendo de conflicto y persecución ha aumentado en las últimas semanas.
Una de cada tres personas registradas en la frontera entre Grecia y Macedonia en el mes de octubre era menor de edad, cuando en junio la proporción entre el número de niños y el de adultos era de uno de cada diez.
Hay que tener en cuenta que esas cifras reflejan los registros realizados por las autoridades macedonias, que se estima sólo logran inscribir a poco más del cincuenta por ciento de los refugiados que pasan por su territorio.
Asimismo, el número de niños no acompañados registrados en el mes de octubre dobló las cifras de septiembre, aunque Unicef alertó que la mayoría de menores de edad mienten y dicen que son adultos para poder proseguir con su trayecto sin ser registrados como tales por las autoridades, por lo que los datos reales de adolescentes que viajan sin progenitores es mucho mayor.
«Lo más triste de la situación es que los menores de edad mienten y rechazan las medidas de protección que les brindan las autoridades por miedo a quedar aislados en un centro hasta que se resuelva su caso en lugar de poder proseguir con su trayecto y llegar a destino», afirmó la experta.
Una vez en el continente, el temor a los cierres de frontera empuja a los refugiados a correr de un país a otro e incluso pasar las noches en las calles «por miedo a perder su puesto en la cola para tomar el tren o el autobús y perder la oportunidad de seguir avanzando».
No obstante, Unicef ha logrado que las autoridades permitan a las mujeres y a los niños permanecer en los espacios dedicados a ellos mientras el proceso de registro se realiza.
«Son unos minutos, unas horas, que los niños vuelven a ser niños y las madres pueden amamantar, pueden recopilar comida y ropa para sus hijos y pueden sentirse protegidas».
«Los niños cuando llegan al espacio dedicado a ellos, primero se sorprenden, pero enseguida vuelven a ser niños y juegan, dibujan y ríen. Es sorprendente la capacidad de recuperación que tienen», concluyó Poirier.
Télam