Touraine era ya en mayo de 1968 un eminente sociólogo que impartía clases en la Universidad francesa de Nanterre, en las afueras de París, donde se gestó la revuelta estudiantil que ahora, 50 años más tarde, afirma que determinó la invención de los movimientos sociales.
En la primavera de aquel año mítico, Touraine contaba entre sus alumnos a Daniel Cohn-Bendit y Alain Geismar, las dos cabezas visibles de aquel movimiento que él apoyó y que recordó como «el despertar de una juventud cargada de una nueva conciencia, que supo leer el sentido de la historia».
«De forma consciente o inconsciente, en ese momento había el sentimiento de estar entrando en la historia. Otros, incluido el general y presidente Charles De Gaulle, temían estar saliendo de ella y por eso actuaron como lo hicieron», conjeturó el intelectual.
La «sociedad posindustrial»
Asimismo, fue uno de los fundadores del concepto de «sociedad posindustrial», que examina las implicaciones sociales de la transición de una economía basada en la industria a una sustentada por el conocimiento y la información.
Advirtió cómo los sectores de servicios (la educación, la salud, las finanzas) se convierten en motores económicos clave, mientras a nivel laboral se opera un cambio hacia trabajadores del conocimiento y el surgimiento de nuevas formas de empleo y organización laboral, un proceso que redunda en mayor diversificación cultural y fragmentación social, a la vez que promueve a nivel político la autonomía e identidades múltiples que hacen que la participación ciudadana y los movimientos sociales cobren mayor relevancia.
A lo largo de su trayectoria, escribió una veintena de libros e infinidad de artículos, como «Sociología de la acción» (1965); «La voz y la mirada» (1978), sobre el método de investigación desarrollado durante su estancia en Polonia, la llamada «intervención sociológica»; y «Solidaridad: análisis de un movimiento social» (1983).
En «Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy» (2005) analiza el cambio social experimentado por las sociedades complejas durante las dos últimas décadas; y en «El mundo de las mujeres» examina la construcción sociológica del sujeto femenino a través de un trabajo de investigación basado en entrevistas. Escribió también, junto a Ségolène Royal (la dirigente socialista que buscó llegar al Elíseo y compitió con Sarkozy en 2007), «Si la izquierda quiere ideas» (2008).
Además de su investigación en Francia, se interesó por la realidad política y social en otros países. Tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet en Chile en 1973, publicó «Vida y muerte del Chile popular», explorando los acontecimientos y las consecuencias del Golpe de Estado contra Allende. También estudió de cerca el surgimiento y desarrollo del sindicato independiente polaco Solidaridad, que desempeñó un papel crucial en la caída del régimen comunista.
Su visión de la Argentina de 2001
Conocedor de la historia y la política Argentina, en repetidas oportunidades se dispuso a analizar la coyuntura nacional. Tras la crisis de 2001, durante una entrevista con el corresponsal Eduardo Febbro de Página 12, criticó la lectura del estallido a la luz del concepto de globalización.
«Lo que me molesta es que toda esta historia de la globalización es una operación puramente ideológica. Se habla de globalización, de internacionalización cuando en realidad se trata de establecer un sistema capitalista extremo sin ningún control político ni social -dijo en esa entrevista-. Para alguna gente esto es una condición del éxito, yo diría que es una condición del fracaso con ese telón de fondo del aumento de las desigualdades. Siento que el mundo está más enfermo de lo que se cree. No quiero ser cínico, pero la derrota de la Argentina debe hacer que la gente se dé cuenta de cuán enfermo está nuestro mundo para que un país de un nivel tan alto se hunda».
Rechazo al Brexit y a la ultraderecha
En los últimos años, Touraine se definió como «muy europeísta, quizás en exceso». Expresó su pesar por el Brexit y el ascenso de políticos ultraderechistas como Matteo Salvini en Italia. En una entrevista que dio al diario español El País en 2020, señaló que «la epidemia de nacionalismo se produce en un momento en el que aún desconocemos los motivos y las soluciones económicas».
En aquel momento, su pronóstico para Europa fue claro y se organizó alrededor del feminismo y la política migratoria: «Existen dos decisiones fundamentales. En primer lugar, la liberación a través de las mujeres, es decir, el cuestionamiento de la lógica centrada en la razón y la reorganización de los afectos en torno a la razón y la comunicación, creando así una sociedad basada en el cuidado. En segundo lugar, la acogida de los migrantes, que considero un desafío crucial. Hoy en día, la actitud hacia los migrantes define a nuestros países europeos».
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