«Ni por el cielo ni por la tierra…»

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Por Facundo Gallego. Especial para LA BANDA DIARIO 

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (5,33-37)

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: «No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor»;. Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios, ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos.

Cuando ustedes digan «sí», que sea sí, y cuando digan «no», que sea no. Todo lo
que se dice de más, viene del Maligno.

Palabra del Señor

Comentario

En esta oportunidad, el Señor nos invita no solamente a no jurar en falso, sino también a ser más perfectos todavía: que nuestras palabras y nuestras obras sean dignas de fe para los demás.

Los líderes religiosos de la época de Jesús mantenían una costumbre de no jurar por Dios, no solamente por temor ni respeto, sino porque sabían que si así lo hacían, estaban obligados a cumplir con su juramento. Por eso, se ocupaba de jurar por el cielo, la tierra, Jerusalén y su propia cabeza: así, su obligación de cumplir sus juramentos quedaba anulada por una cuestión absurda.

Jesús mismo los corrige y les indica que todas esas cosas por las que juran están en relación directa con Dios: el Cielo es su trono, la tierra es el estrado de sus pies, Jerusalén en su hogar… Incluso, nuestra cabeza es de Él, y no nos pertenece a nosotros. Ni siquiera podemos evitar que nos salgan las canas.

Por eso, no solamente es pecado jurar en falso, sino que tampoco es conveniente hacer juramentos. Que nuestras palabras sean “sí, sí; no, no”. Aquí radica el principio de una vida coherente, que sabe abrazar el compromiso no solamente con la boca, sino también con toda la vida. Pensemos en Jesús, que nunca juró nada, y siempre cumplió todo; ni siquiera cuando prometió el Espíritu Santo hizo un juramento, sino una promesa basada en su palabra fiel.

Por eso, pidamos al Señor que nos de la gracia de saber decir “sí” para asumir el compromiso; “sí” para cumplirlo con nuestras obras. “No” para evitar el mal; “no” para
aborrecerlo también con las obras.

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