«Macri me parece una persona bien nacida, una persona noble», agrega, en el reportaje concedido a Joaquín Morales Sola, quién acota un detalle de la entrevista: ni una sola palabra sobre sus políticas. Es el límite que debe respetar como jefe de Estado.
-¿No tuvo nunca ningún problema con Macri?, le pregunta y el Papa responde:
-Una sola vez, en Buenos Aires, durante más de seis años de convivencia. Él como jefe de gobierno de la Capital y yo como arzobispo. Una sola vez en tanto tiempo. El promedio es muy bajo.
Y agrega: «Algunos otros problemas los hablábamos en privado y lo resolvíamos en privado. Y los dos respetamos siempre el acuerdo de privacidad. No busque razones. No hay ninguna explicación en la historia para que se diga que yo tengo un conflicto con Macri».
Detalla luego que el Papa recibió en las últimas semanas a tres ministros del gobierno: de Educación, Esteban Bullrich; el de Trabajo, Jorge Triaca, de cuya madre el Pontífice es amigo, y la canciller Susana Malcorra. «Algunos son viejos amigos, que piden verme y yo los recibo con mucho gusto», cuenta. Sobre la canciller comenta: «No sé cómo hizo una ingeniera electrónica para tener semejante cintura política».
También habla de otras dos mujeres del gobierno: la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, y la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley. «Conozco la sensibilidad social de ellas y sé por la Iglesia argentina que siguen siendo muy sensibles ante el sufrimiento de los que menos tienen», destaca.
Luego el periodista le pregunta:
-¿Sabe que lo criticaron por haber recibido a Hebe de Bonafini?
-Hasta un amigo me mandó una carta criticándome por eso. Fue un acto de perdón. Ella pidió perdón y yo no se lo negué. No se lo niego a nadie. Nunca fue cierto que las Madres ensuciaron la Catedral de Buenos Aires. Ocuparon dos veces la Catedral. Y las dos veces yo di la orden de que no les faltaran agua ni baños. Es una mujer a la que le mataron dos hijos. Yo me inclino, me pongo de rodillas ante semejante sufrimiento. No importa lo que haya dicho de mí. Y sé que dijo cosas horribles en el pasado.
«Hablamos del perdón y ella dijo lo que siempre dice del gobierno de Macri, que luego repitió ante la prensa. Son cosas de ella, no mías. A mí me interesaba dejar atrás una historia de desencuentros», explica.
También la preguntó al Papa:
-¿Es Gustavo Vera su vocero en la Argentina? -le pregunto al Papa.
-Hay mucha confusión sobre mis voceros en la Argentina. Hace unos dos meses, la oficina de prensa del Vaticano informó oficialmente que esa dependencia es el único vocero del Papa. No hay más voceros, en la Argentina o en cualquier otro país, que los voceros oficiales del Papa. ¿Es necesario repetirlo? Lo repito entonces: la oficina de prensa del Vaticano es el único vocero del Papa.
-¿El rechazo de la donación del gobierno argentino a Scholas Occurrentes fue una decisión suya contra el gobierno de Macri?
-Para nada. Esa interpretación es absolutamente incorrecta. Yo les dije a los dos responsables de Scholas, con todo mi cariño, que los estaba preservando a ellos, los estaba cuidando de eventuales tentaciones o errores en el manejo de la fundación. De ninguna manera aludía al Gobierno. Al presidente Macri le dije cuando lo vi aquí que se trata de una fundación privada con reconocimiento de la Santa Sede. El Gobierno accedió al pedido de Scholas porque tenía esa información. Sigo creyendo que no tenemos derecho a pedirle un peso al gobierno argentino cuando éste tiene tantos problemas sociales para resolver.
-¿Usted les dio un apoyo a jueces argentinos cuando los recibió hace poco?
-Hubo aquí un congreso mundial de jueces sobre la mafia y la trata de personas, como ya lo hubo con alcaldes de todo el mundo sobre el mismo tema. Vinieron unos 200 jueces de todo el mundo. Seis eran argentinos. Algunos jueces argentinos pidieron saludarme en privado y yo accedí. Sucedió eso y nada más. No puedo apoyar ni dejar de apoyar cuando no estoy al tanto de los pormenores judiciales argentinos.
-¿Cómo se lleva con los ultraconservadores de la Iglesia?
-Ellos hacen su trabajo y yo hago el mío. Yo quiero una Iglesia abierta, comprensiva, que acompañe a las familias heridas. Ellos le dicen que no a todo. Yo sigo mi camino sin mirar al costado. No corto cabezas. Nunca me gustó hacerlo. Se lo repito: rechazo el conflicto. Y concluye con una sonrisa amplia: «Los clavos se sacan haciendo presión hacia arriba. O se los coloca a descansar, al lado, cuando llega la edad de la jubilación».
Fuente: Telam