Noah Mamet se despidió de la Embajada de EEUU pero prometió volver a Argentina como empresario

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En una ceremonia cargada de emotividad, Noah Mamet se despidió de la Embajada de los Estados Unidos en la Argentina, aunque adelantó que, después de unas vacaciones en Palm Spgrings -mismo destino al que irá Barack Obama al dejar la presidencia-, volverá al país, ya no desde la función pública, sino desde la actividad privada.

La primera dama Juliana Awada; el jefe de Gabinete Marcos Peña; el juez de la Corte Suprema de Justicia Carlos Rosenkrantz; el gobernador de Salta Juan Manuel Urtubey; el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; los ministros de Transporte, Guillermo Dietrich; de Seguridad, Patricia Bullrich; y de Cultura, Pablo Avelluto; los banqueros Jorge Brito, Jorge Sánchez Córdova y Guillermo Stanley, los empresarios Héctor Magnetto, Nicolás Caputo, Daniel Funes de Rioja, Luis Miguel Etchevehere y Martín Cabrales; los jueces Ariel Lijo y Claudio Bonadio; los ministros porteños Franco Moccia y Martín Ocampo; las figuras de la farándula Iván de Pineda, Anamá Ferreira y Barbie Simons, y el popular youtuber Dustin Luke, famoso por los videos en los que «un yanki» explica las costumbres argentinas, fueron algunos de los cientos de invitados que colmaron los salones y jardines del Palacio Bosch, residencia del embajador.

El empresario californiano de 47 años que arribó al país hace sólo dos años se despidió de su función con bombos y platillos, coronando una gestión marcada por su entusiasmo y energía y que significó una apertura inédita en las relaciones bilaterales, que cosechó múltiples elogios entre quienes en el anochecer del miércoles despidieron «al hombre correcto, en el lugar indicado, en el momento oportuno», como lo presentó su ministro consejero Tom Cooney.

Mamet arribó en enero de 2015 a una Argentina conmocionada por la muerte del fiscal Alberto Nisman y que se disponía a encarar las elecciones más competitivas desde el regreso de la democracia. Durante su primer año, su actividad se mantuvo dentro de los márgenes que imponían el aislamiento internacional que caracterizó al kirchnerismo: nada que permitiera adivinar la verdadera revolución en las relaciones bilaterales que sobrevino con el cambio de gobierno. Cooney, quien quedará a cargo de la delegación diplomática como Encargado de Negocios hasta que Donald Trump designe un embajador y reciba el visto bueno del Legislativo estadounidense -un proceso que podría demorar unos seis meses-, lo graficó de este modo: sumados los años de carrera diplomática de Cooney con los de su antecesor, Kevin Sullivan, alcanzaban el medio siglo; en todos esos años, nunca vieron algo parecido a lo que Mamet llevó a cabo en un año, sin contar con ninguna experiencia diplomática previa.

El presidente Barack Obama; sus secretarios de Estado, John Kerry; del Tesoro, Jack Lew; de Comercio, Penny Pritzker; de Trabajo, Thomas Perez; y de Transporte, Antony Foxx, fueron sólo las principales cabezas visibles, las primeras líneas, de lo que fue durante el último año un desfile incesante de funcionarios estadounidenses, de todos los rangos, que llegaron al país con el objetivo de dejar atrás una etapa de desencuentros. Mamet fue, en este tiempo, uno de los mejores intérpretes del giro argentino en las relaciones internacionales, con un gobierno que intentaba reinsertar la Argentina en el mundo y una administración Obama interesada en mostrar el caso argentino como un exitoso golpe de timón, dado por las urnas, ante el populismo que se diseminó en la región durante la última década. «Hicimos todo lo que pudimos para la reinserción de la Argentina en el mundo», dijo el embajador antes de agradecer «al pueblo argentino».

Compartió con el gobierno de Cambiemos «una mirada común sobre la posibilidad de hacer y transformar», explicó Peña, para quien el último fue «el año más importante en la historia de las relaciones bilaterales». Las flores al embajador tuvieron algunas espinas: según el jefe de Gabinete, hubo también «diferencias» y «desacuerdos», pero que fueron administradas de modo cordial, eficiente y honesto. Un ejemplo: entre quienes escuchaban se encontraba un ejecutivo de una gran cerealera, que está a la espera de una ley de semillas que recojan sus demandas, por el momento ignoradas.

De Mauricio Macri, Mamet elogió su «inteligencia», «integridad» y «compromiso». Contó que, al llegar Obama al país, a bordo de la limusina que lo trasladaba, el mandatario le pidió que le informara aquello que no suele escribirse en los informes diplomáticos. El embajador respondió: «El gobierno es honesto, son verdaderamente muy inteligentes, y están tratando de hacer lo correcto a pesar de haber recibido el país en una situación verdaderamente difícil». También tuvo palabras elogiosas para la primera dama, Juliana Awada, su habitual compañera de tenis -el último match fue la semana pasada-, en el court de Olivos y en el del Palacio Bosch.

«Nos cuesta seguirle el ritmo, tiene una fuente de energía renovable», bromeó Cooney, haciendo referencia a su hiperactividad, pero también a los paneles solares que instaló en el techo de la delegación y al molino de viento que provee de energía eólica a la embajada.

Lejos de ser una veleidad, las energías limpias fueron una de las obsesiones de Mamet: puso en contacto a funcionarios y empresarios argentinos con sus pares estadounidenses y organizó una misión a su California natal, donde la industria de las energías limpias está a la vanguardia de la innovación. Posiblemente sea, también, el sector que lo vea desembarcar en la Argentina como empresario, en los próximos meses; lo único seguro es que Mamet volverá porque, en palabras de Cooney, «el mate y el malbec corren por sus venas».

La innovación y la tecnología completaron el podio de sus intereses, aunque de ningún modo se limitó a ello: abrió el tradicional Palacio Bosch para actividades culturales, comerciales, científicas, hasta casi convertirlo en un centro de convenciones, según bromeó. Fue un entusiasta de la articulación público-privada y de «las conexiones persona a persona»: una síntesis de ambas facetas es el programa de intercambio educativo con financiamiento de empresas privadas que implementó. Seguridad, turismo, comercio y agricultura fueron algunas de las áreas en las que se incrementó la cooperación con resultados a la vista: tras 15 años, Argentina volverá a exportar carne y limones a los Estados Unidos, casi al mismo tiempo que el sistema de «Global Entry» comenzará a estar disponible para los viajeros argentinos.

Párrafo aparte merece la relación de Mamet con el staff de la embajada y con los medios. Idolatrado por sus colaboradores -desde los más altos diplomáticos, hasta el último de los empleados-, Mamet mantuvo siempre, indefectiblemente, una amabilidad y un candor inusual en la diplomacia. Ante los periodistas, fue siempre solícito, espontáneo y gentil, cualidades que se agradecen.

Mientras proliferan las quimeras respecto a su posible sucesor, el viernes será su último día al frente de la embajada. En diálogo con la prensa, confirmó que volverá a la Argentina «desde el sector privado porque hay muchísimas oportunidades de inversión para trabajar con socios locales». Para encontrarlo, Cooney dio una pista: habrá que buscar un molino de viento instalado en una ventana de algún edificio porteño.

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