Tu cielo federal ya tiene más de cuatro siglos,
de esperanza y aurora, de camino y silencio.
Kakuy de la leyenda, geografía y caja,
sueños de algarrobas tiene tu voz de estero.
La noche se alimenta de luna y de vidalas,
por la sombra de un indio que regresa del tiempo.
Amparo y vendaval, hora del sol naciendo,
caben en tus ojos cuatrocientas heredades.
Te pareces a un momento de calladas palomas,
al declive de un astro que se apag6 en el aire.
Certera mordedura de un idioma aborigen
donde tenía el quichua su primera vertiente.
Estaba el horizonte creciendo de palabras,
cuando un ardor hispano arrebató su vientre.
Árbol patriarcal, generación de soles;
construyes la estatura de un antiguo gigante.
En tus viejos caminos amaneció cantando,
el misterio y la gesta, el destino y el arte.
Escribo las herencias de tus altas maderas,
adentro de una copla atada en las guitarras.
Yo sé de los sonidos que despiertan tu sueño,
de la tierra salobre crucificada en tus hachas.
Santiago, selva y río, estero y fundamento,
abrigo de nostalgias que me traen los veranos.
Muy cerca del enero encuentro tu alegría
y una rosa caliente que me queda en las manos.
Autor: Felipe Rojas