Pueblo de mis días y mis noches
Pueblo de taller y sementera.
Me ungiste con la gracia
y el don de ser maestra.
Me entregaste el laurel de los poetas,
ya que una raíz tuya me hizo sembradora
me acompañe tu ejemplo
en toda hora.
Mi voz tiene la fuerza luminosa de tu aurora
y tras esta inquietud que siempre llevo
tú, eres el final de cada viaje,
pueblo sin tarjeta postal que lo disfrace.
Pueblo musical en los «coyuyos»
y en el agudo silbato de algun tren.
Fuiste sin duda en un principio
el canto de algún criollo que soñaba
e hizo nido en el hueco extranjero
de una gracia laboriosa hecha mujer.
En la vanguardia lúcida del tiempo
la paloma ofrece el hijo y el laurel.
Me siento un árbol de tus fincas
suprema gracia de soñar y florecer.
Por mi voz todos los pájaros te nombran
y tengo el pulso mineral
que siembra tu agua de coral
garganta y labio curado de la sed.
En ti mi árbol-padre sembró ideas nuevas
como una estrella de paz y de fragancia
y enseño el alfabeto mi árbol-madre
en tu mapa de altura y de distancia.
Como si fueras un pájaro en mis venas
das mi sangre espesor de alas.
En el recodo del mundo en que vivo
los dos en el sueño, hacemos guardia.
He aquí mi sueño, pueblo de La Banda.
ser poeta, para agregar
gracia a tu gracia.
Pueblo mío; quien te amó por libre y por profundo
no te cambia por ningún pueblo del mundo