Supo reinventarse. Y cuando triunfaba de la mano de Gerardo Sofovich en ciclos como Polémica en el Bar y La Peluquería de Don Mateo, dejó todo, sacó una hipoteca y empezó de cero. Y logró transformar por completo su perfil. «Cuando perdí a mi papá, quise dedicarme al infantil», recuerda Laura Franco, que se hizo famosa como Panam.
Lleva 18 años consecutivos trabajando para los más chiquitos, ganó cuatro Martin Fierro, y actualmente está de gira por todo el país con Panam y Circo.
—¿No hay algún momento en que no soportes más a los niños?
—Bueno, cuando fui mamá, también nació: «Mami hace OM». Porque todo muy lindo con la maternidad, pero nadie te explica que perdés la paciencia y que hay tres cosas que te sacan de quicio: cuando les servís la comida y no comen, cuando les decís que levanten los juguetes y no los levantan, y cuando los llamás y hacen como que no te escuchan. Las peores horas en mi casa son de las siete y media a nueve y pico: es un caos total. Encima ahora yo ya tengo tres: Luca de nueve años, Sofi de cuatro y Bauti de dos. Imaginate que es un caos. Así que mamá hace mucho OM, OM… (risas).
—Pero fuera de los propios, en tu caso es ir a cualquier lado y que todos quieran una foto, el videito para los sobrinos. Trabajar con chicos es también estar dispuesta a eso.
—Sí, estoy las 24 horas de Panam, porque te dedicas a los chicos aunque a veces estoy muy cansada. Mi vida privada me lleva mucho tiempo también: soy una mamá muy presente. Igual trato de cumplir con todo lo que me van pidiendo, sobre todo hacemos como una especie de prioridades para chicos que están internados, que te están mirando desde un hospital.
—Quienes trabajan con chicos en las acciones solidarias se encuentran a veces con situaciones muy duras.
—Hace 16 años salió en la tapa de un diario que Abril necesitaba un trasplante de corazón, y que mientras esperaba el trasplante se entretenía mirando Panam. En ese momento casi nadie daba dos pesos por mí, hacía muy poquito que había empezado, dos años, y cuando sentí eso se me puso la piel de gallina y la fui a visitar al Garrahan. Hablé con los padres y me conmovió mucho la lucha de esa familia, cómo iba canal por canal buscando que donen un corazón. Y aparece un hombre que es un ángel, había perdido a su familia, y dona un corazón para Abril. El año pasado Abril cumplió 15 años. Y nació el «mimito sana-sana», y fue para ella y para todos los que estaban internados con alguna nana, para darles un poco de fuerzas, de esperanza. Fue un antes y un después. Abril marcó un momento donde de verdad quise tener compromiso social. A partir de ahí empecé a colaborar con muchas causas.
—Te ha pasado lo más difícil que una mujer puede imaginar: la muerte de un hijo. ¿Qué te saca de una situación así?
—Ay, Dios… ¿Qué te saca? Primero te peleás con todo, te enojás, pasás por todos los estados. Pero yo en ese momento tenía a Luca con 3 años, y entonces pensé en él, y me dejé cuidar por mi marido, que se puso la familia al hombro. Y lo que me fue sacando fue el amor de la gente también, de mi familia, de mi mamá. Al haber contado, abrirme y decir la verdad de lo que me había pasado, empecé a sentir que la gente me iba abrazando, que se iba solidarizando, me decían una palabra de ánimo, me mandaban cartas. Después, con el tiempo, me di cuenta que al hablar de la trombofilia iba ayudando a un montón de mujeres que no podían ser mamás, y que a través de lo que me pasó a mí se animaban a hacerse el estudio y a creer que podrían ser mamás otra vez. Y lo pudieron conseguir.
—Pero sin Luca hubiera sido imposible la vida en ese momento.
—Y… la verdad que sí: él fue el motorcito. Quería que tuviera el ejemplo de su mamá poniéndose de pie. Creo que el día de mañana pasará algunas tristezas y con el ejemplo que vio en mí, él va a decir: «Yo también puedo».
—¿Tuviste miedo con los siguientes embarazos?
—Sí, tuve miedo. Pero tuve un equipo increíble: me inyectaba (heparina) dos veces por día, estaba muy cuidada. Y todos los chequeos que me hacían eran continuos. Sabía que estaba haciendo el mil por mil, y si pasaba algo, ya estaba en manos de Dios.
—¿Querés más hijos o ya está?
—No, no (risas). No puedo más, no me da la logística. Ya son tres bombas. Aparte el más chiquito tiene dos años, me lo morfo. Y Sofi también está hecha un bombón: ya cantó a dúo con su mamá, tiene su canción.
—Todos tienen su canción.
—Sí, sí, los tres. Luca «Te amodoro», Sofi «La chancleta», que después la cantó conmigo, y le hice una canción que se llama «Te amodorito». Y Bauti también tiene una canción. Como él es muy alegre, la canción dice: «Bautista elige ser feliz».
—¿Ellos entienden que tienen una mamá que es tan querida por todos los chicos?
—Sí, entienden. Los más chiquitos se copan en todo lo que significa Panam para los chicos, se copan como normales a disfrutar del show. Y el más grande ya está más exigente: me corrige alguna palabra, aporta, me tira alguna idea.
—¿Y cómo es Laura Franco en el chat de madres?
—Tengo unos chats buenísimos.
—No me engañes…
—El de Bauti recién empieza, es muy nuevo, pero en los otros dos grupos que me tocaron las madres son re copadas. Nos ayudamos todas. Aparte, yo soy súper normal.
—¿No te piden que hagas la fiesta de fin de año del colegio?
—Sí, pero yo me anoto. Aparte, imaginate que todos esperan el cumpleaños de Sofi porque ella pide Panam; o sea que ya me puedo dedicar a cualquier cosa porque ella todos los años pide Panam. Pensé que este año iba a ser el último, y no; terminó el show y me dijo: «Mamá, el año que viene, ¿viene Panam?» (risas). «Bueno, si vos querés…», le dije.
—¡Menos mal! Imaginate que te pida que venga Tini Stoessel…
—¡No! Tini, que me veía de chiquita. Le mandamos un beso. Pero las madres te juro que cantan más que los chicos, se hacen como más fanáticas.
—Ya tenés cuatro Martín Fierro. ¿Cómo vivís los premios?
—Es un mimo enorme que a todos nos gusta recibir. Era impensado. Imaginate que pasaron 18 años, que como una nena, en ese momento tenía 25, dije: «Ay, quiero dedicarme al infantil» . Era una vocación pendiente. Había estudiado Magisterio pero también trabajaba en la marmolería de mis papás. Era todo un menjunje, dije: «No, yo quiero dedicarme a los chicos». Había animado fiestas infantiles cuando era más jovencita. Y cuando me dediqué de verdad lo tomé con mucho compromiso, con mucho trabajo.
—¿Te arrepentís de los trabajos anteriores?
—No, para nada. Era una nena. Me hice famosa a los 20 años, y a los 26 me dediqué al infantil. Ya son 18 años donde realmente pude mostrar otra Laura, me pude desdoblar también, pude crecer. Y no extraño tampoco.
—Tal vez sin esa, tampoco hubieras podido convertirte en esta.
—Jamás, jamás. No hubiese conocido el ambiente, que fue un poco de casualidad: empecé con Raúl Portal, con Gastón, después los ciclos donde ellos estaban con Gerardo; al toque empecé a trabajar con Gerardo en todos sus ciclos. Estudié en guión, producción y luces en APTRA. Toda la primera parte fue querer aprender; era muy curiosa. Después encontré a mi maestro, un capo total: Carlitos Tarrío. Y ahí lo tomé más en serio.
—Hoy estamos en constante revisión del lugar que ocupamos las mujeres. Hay cosas del humor de ese momento que ahora no podrían suceder en la tele.
—Para nada. Pero creo que no habría que juzgar hoy lo que pasó hace 20 años porque en ese momento no había tanta información. Todos eramos más sumisos, las mujeres, y nuestros padres también nos enseñaron como pudieron. Ahora está más globalizado, hay mucha info, uno puede también meterse en las charlas TED, podés aprender, podés querer ver qué es mejor o de qué manera tratar un tema con tu hijo, te podés ir a un médico, o a quien sea, pero tenés muchas más herramientas.
—Y en ese momento, cuando vos dijiste: «Esto lo dejo porque tengo que hacer un cambio de perfil completo», alguno de los que trabajaban con vos te habrá dicho: «¿Estás loca? Quedate acá que la estás rompiendo».
—Sí, totalmente, porque yo me retiré en el mejor momento.
—No es que te empezó a ir mal y dijiste: «¿Qué invento ahora?».
—Para nada. Estaba en el mejor momento, había salido como la vedette de la temporada. Además, trabajaba un montón. Pero cuando encontré el tema de poder dedicarme al infantil e hipotecar mi casa, no solo las ilusiones, los chicos me levantaron el pulgar y me dieron mucho más de lo soñado.
—¿Qué te dan los chicos?
—En primer lugar, me dejaron poder mostrarme como realmente soy. Me pude desdoblar en todas estas Lauras: autora, directora, productora, animadora infantil.
—El otro día veía en YouTube la cantidad de millones de visualizaciones de tu canal: es una barbaridad.
—(Risas) Te juro que soy feliz, digo: «¡Guau, me pude aggiornar también a esta era!».
—¿Ya pagaste la hipoteca?
—Sí (risas). Igual, siempre vivo hipotecada. En ese momento mi sueño era dedicarme al infantil, pero hace seis años que con mi marido estamos haciendo una casa, y vivimos hipotecados tratando de terminarla. Pero siempre me pongo metas. Esa es la única manera, ¿viste?
—¿Vivir tranquila no va con vos?
—No, no. Soy muy inquieta: siempre estoy generando algo. Por eso cada dos o tres meses estreno una canción, invitando a alguien que no tenga nada que ver con el infantil a que se suba al escenario y muestre su manera de jugar. Voy por el décimo CD. Bueno, ahora estoy en la plataforma de Netflix.
—¿Cuántas canciones tenés ya?
—102 registradas. Pero tengo ahí tres o cuatro más que las estoy terminado, así que voy por más.
—Es un montón.
—Sí, es un montón.
—Mirás para atrás y ves todo esto y salió fantástico. Si mirás para adelante, hablamos en cinco años y sale todo genial, ¿cómo te encuentro?
—Vamos por otro Martín Fierro, ¿qué decís?
—¿Te encuentro con tres hijos o voy a encontrar un cuarto en tu casa?
—No. El cuarto es mi marido, no digas nada. Ya 11 años de estar en una familia y viste cuando entendés que son como un hijito también: son maridos hermosos, divinos, pero tienen una cosita de demanda de hijito… Cuando entendés, eso te empezás a llevar mejor (risas).