A días de su visita relámpago a la isla griega de Lesbos -donde llamó a una solución digna al drama de los migrantes y desde dónde trajo de regreso a tres familias sirias-, el Papa pidió hoy perdón a los refugiados por cómo son tratados por las sociedades, que los consideran un problema y recordó que, al contrario ellos son «un don».
«¡Demasiadas veces no los hemos acogido! Perdonen la cerrazón y la indiferencia de nuestras sociedades que temen el cambio de vida y de mentalidad que su presencia reclama. Tratados como un peso, un problema, un costo, ustedes son, al contrario, un don», afirmó, en un videomensaje que envió en ocasión del 35 aniversario del Centro Astalli, un servicio para los refugiados que los jesuitas tienen en esta capital.
Francisco recordó que «cada uno de ustedes, refugiados que golpean a nuestra puertas, tiene el rostro de Dios, es la cara de Cristo». «Su experiencia de dolor y de esperanza nos recuerda que somos todos extranjeros y peregrinos en esta tierra, acogidos por alguien con generosidad y sin ningún mérito. Quien, como ustedes, ha huido de su propia tierra a causa de la opresión de la guerra, de una naturaleza golpeada por la contaminación y la desertificación, o por la injusta distribución de los recursos del planeta, es un hermano con quien dividir el pan, la casa, la vida», agregó.
Al pedirles perdón por la indiferencia de las sociedades y al destacar que los refugiados no son un problema, sino un don, Francisco subrayó también que puden ser un «bien para todos». «Ustedes son el testimonio de cómo nuestro Dios clemente y misericordioso sabe transformar el mal y la injusticia de la que sufren en un bien para todos», dijo. «Porque casa uno de ustedes puede ser un puente que une a pueblos lejanos, que hace posible el encuentro entre culturas y religiones diversas, una vía para redescubrir nuestra común humanidad».
La Nación