¿Tita, Rhodesia o inflación? Jaime Durán Barba, el asesor de comunicación y estrategia política del gobierno del presidente Mauricio Macri, escribió el fin de semana en su habitual columna del diario Perfil que «la inmensa mayoría de los electores no son economistas, ni políticos ni están interesados en el Apocalipsis que anuncian algunos técnicos. Viven. Están hartos de los políticos y de los temas de la vieja política. Por eso cae el rating de tantos programas y se agudiza la crisis de los medios: cada vez están más lejos de la gente«.
El asesor ecuatoriano comparaba la conferencia de prensa que concedió Macri semanas atrás para luego participar de una sesión de preguntas y respuestas en Instagram. Según Durán Barba, «la mayor parte de las preguntas que hicieron los periodistas fueron las típicas del mundo en que viven, parecía que veíamos uno de los canales en los que todos dicen que el mundo se acaba, que nadie llega a fin de mes, que el país no tiene salida, los temas usuales en algunos medios».
En comparación con esas preguntas de «círculo rojo», los participantes de la conferencia por la red social Instagram «hicieron preguntas interesantes y nadie repitió alguna pregunta de las que hicieron los periodistas«.
Una de las más recordadas fue si prefería Tita o Rhodesia. Otra, si le molestaba cuando le decían «Macri gato».
¿Realmente Durán Barba piensa así o es un intento por motivar al periodismo a cubrir más notas sobre la predilección de los políticos por las tradicionales galletas que hoy produce la empresa norteamericana Mondeleze que sobre la inflación?
Ninguna duda que la frescura de la entrevista por Instagram fue una inteligente táctica de comunicación para ablandar la imagen del Presidente en momentos en que caen sus índices de credibilidad. Y ninguna duda que la conferencia de prensa formal previa fue otra bocanada de oxígeno para un país que se había acostumbrado a las cadenas autoritarias de una presidenta que no concedía conferencias de prensa abiertas, como lo hace cualquier líder político democrático.
¿Pero es correcto el diagnóstico de que los medios informan sobre temas que solo interesan al círculo rojo? Parece ser un dogma en la política oficial de comunicación que podría estar tan equivocado como la contracara de esa doctrina, que postula que a la mayoría de los argentinos no les interesan los debates de temas políticos y económicos.
Por lo pronto la encuestadora Taquión pregunta periódicamente a público en general en Capital y Gran Buenos Aires «si ha discutido con familiares, conocidos o amigos» recientemente sobre política. El 63 por ciento dice que sí en el último sondeo de junio y de manera pareja por edad, sexo y nivel socioeconómico. Un porcentaje menor, 10 por ciento, afirma incluso haber llegado a enfrentarse físicamente por temas políticos. Parecería que Argentina tiene un círculo rojo muy grande.
Es posible que Argentina, en ese sentido, sea un país singular: más politizado que muchos otros, porque también es singular la crónica inestabilidad política y económica que ya lleva 80 años.
Jaime Durán Barba me dijo en 2016 en una entrevista que esos temas solo interesan al 4 por ciento de la población. Ese dato justifica que no tendría sentido plantearle a la sociedad crudos panoramas económicos ni planes económicos complejos para resolver el problema.
Parece un debate científico del tipo de cuántas patas tiene una determinada mosca tropical. Pero es un tema fundamental que puede explicar por qué el gobierno apostó tan fuerte al gradualismo, cuando quizás en 2016 se necesitaba otra política económica.
El problema se puede entender con el ejemplo de la frustrada reforma laboral, imprescindible para que las Pymes contraten sin las enormes prevenciones que tienen hoy por los costos, la rigidez y los juicios. Solo con una reforma laboral profunda, el Estado podría dejar de ser el sustituto del mercado laboral y así aspirar en serio a bajar el déficit fiscal crónico, porque el «cepo» laboral a las Pymes es al final la principal causa de ese déficit.
Pudiendo haber explicado a la opinión pública los enormes beneficios que tendría para la economía la reforma que inicialmente propuso el gobierno y haber instalado el tema en la opinión pública como se instaló el debate en torno al aborto, el gobierno eligió llevarlo silenciosamente a la CGT. Los sindicatos, previsiblemente, la zarandearon hasta que no quedó casi nada. El resto lo hizo el peronismo en el Congreso.
Como no hay presión de la opinión pública para resolver este Nudo Gordiano del subdesarrollo argentino, y el gobierno no sacó a la cancha a terceros creíbles que pudieran defender el proyecto, quedó en el freezer. Murió producto de la teoría de que el gobierno no tenía nada para ganar debatiendo el tema públicamente y buscando enmarcarlo de la manera adecuada, sin regalarle la cancha al sindicalismo.
Durán Barba diría probablemente que no hace falta instalar en los medios y la opinión pública la urgencia de una reforma laboral, porque es un tema que solo interesa al círculo rojo y es una bandeja servida al sindicalismo para salir a protestar.
¿Pero qué opinan los profesionales de comunicación de la Argentina? La revista Imagen, especializada en comunicación institucional, hizo una encuesta a un panel de unos 300 directivos de comunicación de empresas y consultoras al que respondieron 63. Y tampoco están de acuerdo con el dogma de que los medios están cada vez más alejados de la gente.
El 49 por ciento afirma que «los medios exitosos están informando sobre temas de interés para la gente, como antes». El 47 por ciento se coloca más cerca de Durán Barba y sostiene que «los medios informan cada vez más sobre temas que no interesan a la gente».
Pero ante la pregunta de si las redes sociales son un mejor vínculo de la gente con la política, solo el 14 por ciento contesta afirmativamente. El 85 por ciento de los profesionales argentinos de comunicación cree que «las redes sociales no reemplazan al periodismo».
El 49 por ciento de los comunicadores argentinos disiente con el dogma de que a la mayoría de la gente no le interesaría escuchar planes económicos, tal como sostiene Durán Barba. El 47 por ciento, en cambio, le da la razón en el sentido de que «sólo al círculo rojo le interesa informarse sobre los planes económicos del gobierno».
De hecho, el reciente caso de los aportantes «truchos» de la campaña bonaerense que afectó la imagen del gobierno provincial de la gobernadora María Eugenia Vidal, refuta claramente el dogma de que las redes sociales están más conectadas con la gente que el periodismo tradicional. La información circuló durante semanas en las redes y en medios opositores chicos sin que el gobierno se colocara en «modo crisis».
Pero cuando la información saltó a los medios grandes y tradicionales, el gobierno se vio obligado a aplicar comunicación de crisis.
Es absolutamente cierto que las redes sociales condicionan a los medios, les proveen información y los limitan en su capacidad de ignorar temas que realmente preocupan a la gente. En eso, el mundo de los medios cambió. Y también es cierto que los medios de comunicación están en crisis: Internet ya está entre nosotros hace un cuarto de siglo, y sin embargo, mientras caen sistemáticamente las audiencias tradicionales de prensa en papel o TV, les cuesta encontrar el modelo de negocios para ser completamente sustentables en el mundo digital. Pero la conversación de las redes sociales se sigue nutriendo fundamentalmente de los medios tradicionales. «Las redes se nutren aun hoy en gran medida de la información de los medios tradicionales», dice Marcos Christensen, vicepresidente regional de Comcast, la principal medidora de audiencias digitales.
Carlos Fara, encuestador y uno de los «Durán Barbas» argentinos for export (asesora a políticos en toda América latina) sostiene en una columna que «a la gente no le interesa la política partidaria y los dimes y diretes, pero sí interesa cuando un tema que se debate en el ámbito de la política puede afectar sus intereses o valores. ¿Si no, por qué tanto alboroto con la reforma previsional o con el aborto?
Fuente: Infobae