Aparecieron tibios aplausos de parte del gabinete, acomodado en la primera fila de sillas, justo apenas Mauricio Macri terminaba su conferencia de prensa y bajaba del escenario. «No se aplaude», intervino Hernán Lombardi mientras caminaba apurado con el resto de la delegación hacia la salida del pabellón cinco de Costa Salguero.
En medio de la comitiva, el canciller Jorge Faurie felicitaba al Presidente por el mensaje, el primero tras la difusión del documento final y más de 24 horas de deliberaciones. Guillermo Dietrich, que llegó con la conferencia empezada, lo palmeaba con fuerza en el hombro derecho: Macri agachó la cabeza, el ministro lo rodeó con su brazo y se fundieron en un efusivo e improvisado abrazo.
«Nosotros, que estamos en el día a día, nos es más difícil darnos cuenta. Pero ellos dicen ‘están avanzando’. No hay manera de que esos presidentes digan algo que no piensan», había dicho el jefe de Estado en la conferencia en la que detalló los tramos más trascendentes del documento final de la cumbre del Grupo de los 20 y elogió la organización, «un hecho inédito», cómo subrayó. «Nos sentimos en una posición cómoda. Que muchos países quieran venir es algo bueno. Si lo sabemos manejar va a traer mucho trabajo para los argentinos. No tenemos que dudar, más allá de que cueste. Este es el camino», agregó.
Para Macri, un oasis en medio del desierto. ¿Un relanzamiento de su gestión y de su alicaída popularidad?
Salir del «día a día», oficiar de anfitrión de los países más importantes del planeta y ser la vidriera del mundo durante poco menos de una semana, sin sobresaltos y un rato después de la vergonzosa final fallida de la Copa Libertadores, que acaparó el asombro de la prensa europea en Buenos Aires, es una bocanada de aire fresco en vísperas del fin de año.
Hasta mediados de la semana pasada, el 2018 de Macri iba camino a convertirse en el más pobre de su gestión y el peor desde que arrancó su carrera política, según reconocen incluso en su entorno más íntimo. Si la cumbre que acaba de finalizar en Buenos Aires, la más importante en materia de política internacional, no modifica ese escenario, al menos lo endulza bastante más de lo esperado por la Casa Rosada.
Sin embargo, este lunes, 24 horas después de la última reunión bilateral del Presidente con su par Xi Jinping, el Gobierno deberá volver a la agenda local.
Según altas fuentes oficiales, se esperan dos semanas de conflictividad social, de cara a un fin de año que, en la previa, asoma, cuánto menos, como movido. Desde el Ministerio de Desarrollo Social trabajan para bajarle el tono a los reclamos de los movimientos sociales.
Macri encabezó una cumbre histórica que concluyó con un documento final supuestamente consensuado sin definiciones de relevancia. Es la primera vez, de hecho, que la palabra «proteccionismo» queda excluida. En la tarde del sábado, las miradas del Grupo de los 20 estaban posadas en la cena que Donald Trump mantenía con Xi Jinping en la zona de Retiro, rodeada de una profunda tensión comercial por la guerra arancelaria entre las dos naciones que concentran más del 40% del PBI mundial que tiene en vilo al planeta.
Cuando la prensa local le preguntó en conferencia de prensa a Macri por el impacto de la cumbre en la economía real, el Presidente hizo alusión a financiamiento en teoría acordado para proyectos de agua potable, de residuos, de infraestructura y ferrocarriles, entre otros rubros, por unos 3.000 millones de dólares.
El periodista le recordó, en la misma consulta, que las previsiones de este año respecto a la inflación la ubican como la más alta de los últimos 25 años. Impericias de la crisis del programa económico del Gobierno. Para el Gobierno, el G20 se erige en ese sentido como una bisagra y como el último evento de importancia del año, y el inicio de una recuperación económica que todavía nadie se anima a predecir.
«Cada uno de ellos que nos ha visitado o que he ido a visitarlos, todos dicen exactamente lo mismo, que es que Argentina ha emprendido las transformaciones correctas. Y que esto no es fácil. Lamentablemente, después de tantos años de despilfarrar, de haber apostado a la mentira y al atajo», dijo el jefe de Estado, en obvia alusión a la anterior gestión.
En primera fila, a un costado y antes de irse -salió del complejo de Costa Salguero en la mitad de la conferencia presidencial para reunirse con la reina Máxima de Holanda-, escuchaba la gobernadora María Eugenia Vidal, que el lunes vuelve a abocarse de lleno a la agenda provincial: anunciará la implementación del SAME en municipios bonaerenses.
Post G20, el Gobierno vuelve indefectiblemente al análisis de la estrategia electoral del año próximo. Hace poco más de un mes, la cúpula provincial comenzó a agitar el adelantamiento del calendario bonaerense, un debate que se coló en Casa Rosada, que empezó a estudiarse en los laboratorios de Cambiemos y cuya resolución vendrá hacia final del verano.
La estrategia macrista está atada a la eventual candidatura de Cristina Kirchner, a la reunificación del PJ, a la imagen de Macri y a la situación de la economía, entre otros factores. En especial en el Conurbano bonaerense, el paisaje más adverso a Cambiemos.
El Gobierno escapó a esa coyuntura durante 72 horas. Macri se siente muchísimo más cómodo con la agenda internacional que, por caso, en la discusión del presupuesto con el peronismo. Mucho más reconfortado con Donald Trump, Angela Merkel o Emmanuel Macron que con cualquier dirigente del PJ. Incluso con algunos de Cambiemos.
En los próximos días, la Casa Rosada y la oposición deberán discutir por última vez en el año en el Parlamento algunos de los proyectos pendientes en sesiones extraordinarias. Bienes Personales y financiamiento de la política, entre otros.
El debate, en este último rubro, pasa por desentrañar quiénes y de qué manera financiarán las campañas políticas del 2019. Otro de los temas de la agenda local, cruciales en la agenda de transparencia -«estamos comprometidos en un compromiso con la transparencia», aseguró Macri ante los medios- que quedó en stand by en estos días por el G20.