Un amigo del Presidente recordó esta semana que el 5 de mayo de 1996, en el partido inaugural de los palcos nuevos de la cancha, Boca Juniors perdió 6 a 0 contra Gimnasia y Esgrima de La Plata. Guillermo y Gustavo Barros Schellotto fueron las figuras de esa tarde. Mauricio Macri repensó todo de nuevo y pudo recuperarse de ese baldón. Veinte años después, los mellizos son los Directores Técnicos del club xeneize.
Ahora Macri se puso a trabajar personalmente en el diseño de un nuevo cuadro tarifario para proponer en la audiencia que se desarrollará el próximo 16 de setiembre y lograr los consensos necesarios para llevarlo adelante. No buscó enemigos externos a quien echarle la culpa del fallo de la Corte Suprema de Justicia que no esperaba. Analizó dónde se había equivocado él y dónde la gente que lo rodea.
Desde el ministro de Energía, Juan José Aranguren, para abajo, nadie quedó fuera del scanner mental del Presidente, quien aspira a terminar su mandato con el lastre de la inequidad tarifaria resuelto. Si no pudo lograr los aumentos como le hubiera gustado, rápido y a su modo, sin un acuerdo político que lo respalde, lo logrará más lentamente y con un debate social. A ese intríngulis le dedica toda su energía.
El miércoles, después del almuerzo que tuvo en Olivos con Hugo Moyano, mantuvo otras dos largas reuniones privadas: una con Aranguren que, cuando le informaron que tendría una reunión a solas con el Presidente, llevó su renuncia, aunque cerca de él se asegura que no tenía ninguna intención de hacerlo. La otra fue con Alieto Guadagni, coordinador -rotativo- del grupo de los ex secretarios de Energía, experto especialmente valioso en estos tiempos por sus estrechos vínculos con el peronismo no kirchnerista, a quien el Gobierno necesita como aliado en esta nueva etapa del diseño tarifario.
Mientras esas reuniones se sucedían, las empresas distribuidoras anunciaron que comenzarían a facturar los consumos con el cuadro tarifario anterior, tal como lo ordenó la Corte Suprema. Los usuarios que pagaron con aumento tendrán crédito. Todos podrán observar nítidamente que, comparando con la factura del mismo mes del año anterior, los aumentos serán igualmente significativos por el alto consumo que originó un invierno especialmente frío, se calcula que hasta cuatro veces más.
Esa constatación, creen en las compañías, facilitará una mejor comprensión de que el Gobierno no es el único responsable de las boletas que llegaron: en la Argentina no hay cultura del ahorro de energía, ni tampoco conciencia de que se trata de un recurso no renovable, como sí existe en la mayoría de los países. Los extranjeros que visitan countries del conurbano quedan espantados al ver piscinas con el agua calefaccionada emitiendo vapores durante todo el invierno.
Esa manifestación contemporánea del nuevo rico argentino se da en paralelo a 10 millones de hogares que ni siquiera tienen la chance de protestar por las facturas que reciben. Usan gas de garrafa y nunca pudieron hacer una torta o un pollo al horno. Y si no tienen carro o caballo hay que cargarla al hombro vaya a saber por cuántas cuadras o kilómetros, y vaya a saber a qué precio. Es la más dolorosa inconsistencia del actual estado de cosas en materia de gas, pero no la única.
Es difícil encontrar un área más retrasada en relación a la inflación. Comparado con el 2001, un kilo de nalga para milanesas tuvo un aumento de 3579%, una docena de facturas 3378%, un kilo de asado 3068%, una botella de aceite de maíz 3092%, una docena de huevos 3006%, un kilo de carne picada 2199%, un paquete de yerba de medio kilo 2112%. Un salario promedio que en el 2001 era de $880, en el 2016 es de $17.237, es decir, tuvo un aumento de 1900 por ciento.
Las facturas de gas, mientras tanto, aumentaron un promedio que va de 500 a 1000% (según los consumos sean más bajos o altos), aunque los ingresos de las distribuidoras no llegaron al 200% de aumento, tal como dijo el Ministro Aranguren en el informe que brindó en el plenario de comisiones de la Cámara de Diputados. Es que el peso de los impuestos es cada vez más alto en las facturas (IVA, 21%; ley 9266, 9%; ingresos brutos; tasa municipal en algunos municipios) y también el precio del gas en boca de pozo, que supone casi el 40% de las boletas.
Además, en los casos de consumos superiores a 1000 metros cúbicos anuales, hay un cargo por el Decreto 2067, el Fondo Fiduciario creado porJulio De Vido para la importación de gas, el gran desequilibrador de las finanzas nacionales, que fue implementado sin audiencia pública y sin que se brindara información de países exportadores ni precio.
El mejunje armado por Kirchner/De Vido fue tan descomunal que a las empresas distribuidoras no le quedó otra salida para sobrevivir que dejar de pagar a las proveedoras de gas. Era el único recorte realmente significativo que encontraron para paliar la falta de aumentos en las tarifas al usuario. Así estuvieron durante dos años, entre presiones y aprietes reiterados, hasta que Axel Kicillof dispuso la Asistencia Transitoria a las Empresas, que pudo recomponer esa cadena de pagos. También ordenó el aumento tarifario en el 2014, sin audiencia pública, utilizando los mismos argumentos que dio el Gobierno ahora, es decir, que eran a cuenta de una futura Revisión Tarifaria Integral (RTI).
Kicillof no resolvió los problemas de fondo de la inversión, pero las empresas pudieron subsistir, a la espera de decisiones de fondo que, por lo que se ve, tampoco llegarán ahora.
Es que las empresas consideran que el 2016 ya está perdido en términos económicos y, ahora, esperan a la RTI, donde podrán mostrar sus costos y expectativas de rentabilidad a una escala técnica (no para el público lego), para que el ENARGAS decida el plan para los próximos cinco años, como lo marca la ley 24076, el marco que regula el transporte y la distribución de gas natural después de las privatización. Es decir, tal como vienen las cosas, Macri en consenso con el grupo de los 8 ex secretarios de Energía.
Hasta que llegue ese momento, para el cual todavía no hay fecha (antes del fallo de la Corte iba a ser en octubre, ahora será, presumiblemente, en el verano), lo que habrá es una gran apuesta al debate social en torno al uso de la energía y cómo financiarlo. Las alternativas son infinitas. El Gobierno tendrá una, pero cada partido político tendrá la suya, cada asociación de consumidores, cada sindicato vinculado a la energía, cada empresa, cada sector económico gas dependiente, cada provincia. Por primera vez en décadas, la sociedad que recibe facturas de gas podrá verle la cara a un problema del que nunca se quiso enterar, a saber que la energía no llueve del cielo sino que es preciso generarla y distribuirla, y eso tiene un precio.
Este es un tema crucial para Macri, tanto que no viajó el viernes a San Juan, donde sesionó el Congreso Nacional del PRO. Creyó que no era necesario estar presente donde no hay problemas que requieran su presencia. Es verdad que hizo ruido interno el faltazo del presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, con el que quiso llamar la atención.
Pero entre el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, se ocuparon de limar las asperezas y hasta la reunión partidaria viajaron el viceministro del Interior, Sebastián García De Luca, y la diputada nacional Silvia Lospennato, dos dirigentes del riñón del hombre de Carlos Tejedor. Por otro lado, los discursos estuvieron dirigidos a poner paños fríos en el difícil vínculo entre Monzó y la gobernadora María Eugenia Vidal y expresar la necesidad de que los armados políticos sean construidos con apertura y generosidad.
Según la visión de Macri, esas discusiones internas en su partido son asuntos menores, apenas cuestiones de celos. En la particular visión del Presidente, la madre de todas las batallas no se librará en la provincia de Buenos Aires, donde descuenta que el año próximo ganará. Para Macri, la madre de todas las batallas es lograr que la sociedad se convenza de que el que quiere pagar menos en sus facturas, tiene que consumir menos energía. Es un cambio cultural que considera imprescindible para que lleguen las inversiones y la economía vuelva a crecer en forma genuina.