«La idea es trabajar en la interoperabilidad entre todos los servicios de policía y de bomberos» involucrados en este ejercicio de «matanza masiva», explica el mayor Stéphane, que dirige las operaciones.
El entrenamiento no se produce únicamente de cara a los Juegos Olímpicos prevista en París del 26 de julio al 11 de agosto, sino que se celebra al menos una vez al año. Pero la posibilidad de un ataque de estas características está en la mente de todos de cara al gran evento deportivo del verano.
Francia «está particularmente amenazada» durante los Juegos Olímpicos, aseguró el ministro del Interior, Gérald Darmanin, cuyo país decretó el nivel máximo de alerta tras el atentado del viernes en una sala de conciertos de Moscú, que dejó 139 muertos.
Este ataque, reivindicado por el grupo Estado Islámico (EI), recordó las escenas de terror vividas en noviembre de 2015, cuando tres comandos yihadistas mataron a 130 personas en terrazas de bares y en la sala de conciertos Bataclan en París, y cerca del Estadio de Francia, al norte de la capital.
Por ahora, «no estamos en presencia de un periodo de acción de gran envergadura», dijo el director de la fiscalía antiterrorista, Jean-François Ricard.
Pero existe «una amenaza proyectada que no es en absoluto despreciable, especialmente la que está ligada al EI», advirtió.
Efectivos desplegados
Durante la quincena olímpica se desplegarán a diario 200 efectivos del RAID. Solo para la ceremonia de inauguración en el Sena habrá un centenar de agentes.
Mientras se adentra en el edificio, la unidad de élite descubre un espectáculo desolador, con los cuerpos de estudiantes de policía que hacen de figurantes tendidos en el suelo manchado de sangre falsa en el vestíbulo y las escaleras de caracol que llevan a las plantas superiores.
Detrás de una puerta, al fondo de un pasillo, un asaltante retiene a una quincena de rehenes. Se ha establecido una conexión por video con los negociadores del RAID, instalados dos pisos abajo.
Cuando las negociaciones para conseguir la rendición fracasan, se lanza la intervención.
Los agentes deslizan por debajo de la puerta una cámara con un cable y un cabezal giratorio para asegurar que el asaltante no prepara una emboscada.
Después, gracias a un ingenioso sistema de cuerdas, un especialista abre la puerta en silencio sin colocarse en la zona de alcance de los disparos.
«Tango número 4», el apodo del cuarto asaltante, es finalmente «neutralizado» y los rehenes liberados sanos y salvos.
Pero al mismo tiempo, un último elemento «hostil» siembra la muerte en los dormitorios. Los gritos de niños que juegan durante el recreo de una escuela cercana confieren a la escena una atmósfera surrealista.
En la entrada del edificio, el operador de drones del equipo maniobra la aeronave, cuyas imágenes son retransmitidas en directo en su mando de control.
Una vez confirmado que el acceso a los pasillos está «despejado» y sin amenazas inmediatas, entra la columna de élite acompañada de «Patton», un pastor belga especialista en asaltos.
El atacante es abatido tras un intercambio de disparos y el operativo se da por concluido.
«Es un ensayo. Este tipo de ejercicio lo hacemos muy regularmente [desde los atentados de 2015] para que el sistema esté bien lo más engrasado posible y ahora ha salido perfecto», celebra Pierre, jefe adjunto de la sección de apoyo operativo del RAID.
«Es un tema que ya está maduro en la policía nacional y que llega a punto para gestionar los Juegos Olímpicos», afirma.
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