«Pepe» Mujica visitó la Argentina para participar de un debate abierto sobre el estado de salud de las democracias latinoamericanas

0
381

Eran alrededor de las 15:20 cuando José «Pepe» Mujica entró al Teatro del Globo. Ni eso, no llegó a atravesar la puerta que un grupo de chicos y grandes lo frenaron, le pidieron fotos y durante unos minutos la calle Marcelo T. de Alvear parecía una alfombra roja. El ex Presidente del Uruguay estaba invitado para participar de un debate abierto titulado «Desafíos del campo popular y de la izquierda en un momento de crisis democrática». ¿Cuál es el estado de salud de las democracias latinoamericanas? ¿Están transparentes, como dice Michel Temer, o, en palabras de Mujica, raquíticas?

Organizado por la UMET (Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo), CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales) y la Fundación Friedrich Ebert, este evento también se trataba de la presentación de un libro: Latinoamérica piensa, de Nicolás Trotta, rector de la UMET. Allí asistieron una serie de figuras relevantes —la dirigente brasileña Manuela d’Ávila, el diputado nacional Felipe Solá, el vicealcalde de Barcelona Gerardo Pisarello y el mismo Mujica— y cuando el reloj marcó las cuatro de la tarde, aplauso de por medio, el debate inició.

«A la memoria de Mariel Franco», dijo el presentador Pablo Gentili, para referirse a la concejala brasileña asesinada por oponerse a la intervención militar de Río de Janeiro. El teatro estaba desbordado de gente, entre la que se encontraba Victoria Donda, Itaí Hagman, Daniel Arroyo, Daniel Aráoz, Martín Balza y Víctor Santa María. Luego dejó sobre la mesa un pañuelo verde que simboliza la posición a favor de la legalización del aborto, y leyó un texto que le acababan de enviar. Era de Lula da Silva, desde la cárcel de Curitiba. «No voy a desistir de ser candidato a Presidente», decía ya que comenzaron los debates electorales televisivos sin su presencia. Los aplausos fueron unánimes.

El primero en hablar fue el autor del libro, Nicolás Trotta, que comenzó con un mensaje entusiasta: «Lo mejor está por venir si lo construimos juntos». «La puja del mundo siempre fue entre distribución y concentración», dijo y más tarde dio una apreciación de los tiempos individualistas que corren: «Si el neoliberalismo insiste con la individualidad, por eso destacan el emprendedurismo, hay que construir un sentido común popular». Cerró así: «Sin Lula, las elecciones son fraude».

Felipe Solá fue el siguiente en hablar. Respetuoso y agradecido, el diputado nacional aseguró que «la cuestión latinoamericana se siente o no se siente, no se razona. Va más allá de lo ideológico». Luego destacó que «el Mercosur fue una decisión política» que «produjo un acercamiento latinoamericano que venía desde hace tiempo» y que «estas decisiones hoy no están. Es un error gravísimo dejar de lado la UNASUR». Para Solá, en la política «hay que denunciar la situación y buscar socios» porque el objetivo de estos tiempos es «ampliar el campo popular» ya que, en referencia al gobierno de Mauricio Macri, «las decisiones no pueden ir en contra del empleo». Por último, aseguró que «queremos a Lula libre y a Pepe siempre cerca».

Hacía cinco años que Gerardo Pisarello no pisaba la Argentina. Cuando le toca hablar lo dice: «Hacía cinco años que no venía». Se fue en 2001, cuando el país estallaba en pedazos, a España. Allí se quedó. Regresó de forma intermitente hasta que un compromiso mayor lo involucró de lleno, el de «las ciudades rebeldes del sur de Europa que se levantaron para decirle basta al neoliberalismo». Hoy es vicealcalde de Barcelona, pero nació acá, en Tucumán, y su historia no la niega: su padre, Ángel Pisarello fue un dirigente de la Unión Cívica Radical, desaparecido durante la dictadura militar. «No hay que resignarse a este neoliberalismo zombi —continuó con vehemencia— ni al gobierno de las propiedades inmobiliarias concentradas» porque «la democracia es tocar privilegios».

«Esas políticas redistributivas no nos la perdonan porque no son sólo para los barceloneses, sino también para los inmigrantes que levantan diariamente nuestra ciudad», dijo y agregó, dando casi una definición poética, que «la solidaridad internacional es la ternura de los pueblos». Además se refirió la gran deuda con el pasado que tienen en España: «El peor enemigo de la democracia es la impunidad franquista» porque «hay catorce mil víctimas que todavía están en cunetas» y, aseguró, «no va a haber paz hasta que haya verdad».

Hace poco que Manuela d’Ávila —dirigente brasileña de 36 años— tomó una gran decisión. Se bajó de la candidatura a Presidenta por el Partido Comunista de Brasil para unirse al frente del PT de Lula da Silva. «La gente que nos quiere y la gente que no nos quiere tiene la certeza que Lula está en la cárcel porque puede ganar las elecciones», dijo. Y es cierto, las encuestas lo dicen. Mientras pelean para que el ex Presidente de Brasil pueda ser una opción en las urnas, presentaron una fórmula alternativa. Fernando Haddad es el candidato a Presidente y ella a vice.

«Acá estamos debatiendo sobre cómo profundizar la democracia pero en Brasil debemos debatir cómo garantizarla», dijo reflexionando sobre la situación que se vive en su país. «Hoy la democracia está flaquita en Brasil. Los jueces tomaron el poder», concluyó para, al final, levantar el puño en nombre de su líder.

Entonces llegó el turno del hombre al que todos estaban esperando escuchar. Camisa blanca, suéter, cuadernito en mano y cadencia pausada, «Pepe» Mujica comenzó hablando de su última visita al Japón. Allí, contó, todo funciona tan bien que los noticieros serán conducidos por periodistas humanoides. «No quisiera jamás que mi uruguay fuera tan perfecto», sentenció y siguió, luego de una pausa: «¿Pero adónde vamos? Llegó la hora de hacer balance: ¿Son las personas más felices? ¿Qué es la felicidad? Hemos entrado en el siglo de las enfermedades del balero. ¿Por qué tanto ansiolítico, tanto diván, tanta angustia si nunca el ser humano ha tenido tanto?»

«Digo ésto porque tenemos que luchar por la democracia, aunque sea esta democracia raquítica. Es verdad, estamos lejos, no de ser más iguales, sino de estar cerca», dijo y continuó: «Es notable cómo el capitalismo logró dominar subliminalmente las relaciones sociales. Somos bichos sensibles, no tan racionales. El oficio del capitalismo actual está en dominar las sensibilidades. Por eso, no sólo esperanza, ¡hay que sembrar utopía!»

«¿No creen que una sociedad fundada en el horizonte de producir más y más ganancia no es peligroso para la humanidad globalizada? Pelear por la democracia no es sólo elegir a nuestros representantes por el voto cada tanto, es luchar utópicamente por una civilización. Por eso, hay que cultivarle a la vida un poco de esperanza, y no solo cuentas que pagar», concluyó. Ahora sí, los aplausos duraron varios minutos.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here