Varios peronistas intentaron que no lo hiciera. Hace tiempo que trabajan para que el sanjuanino se erija en un nuevo Antonio Cafiero, ese hombre de la vieja guardia que habilitó la renovación política y generacional para superar la durísima derrota de 1983 frente a Raúl Alfonsín y generó las condiciones que hicieron que el peronismo volviera al gobierno. Los más jóvenes del peronismo que fue kirchnerista y tuvo la habilidad de romper lanzas antes de que el kirchnerismo ingrese en la hoguera pretenden que Gioja, como lo hizo el líder de la renovación peronista, ataje las presiones de los que perdieron, para abrir el paso a los más ansiosos por volver al poder por la vía de los votos, como corresponde.
Pero Gioja los desairó. Otra vez. Desde el 10 de diciembre analiza la posibilidad de abrirse del bloque del FPV, pero siempre votó como ordenó Cristina Elisabet Kirchner. Primero desistió porque quería armar la nueva conducción del PJ y temía vetos K. Más tarde, porque los diputados del Bloque Justicialista se abrieron sin esperarlo y pretendía evitar que se lo viera haciendo seguidismo a Diego Bossio, un «traidor» para los K. Después porque el tsunami judicial contra ex funcionarios del gobierno anterior le impedía abandonar el barco en momentos difíciles. Demostrando una fuerte desconexión con lo que está pasando,esperaba que las aguas se calmaran para dar el salto.
Hasta Gustavo Arrieta, el diputado que maneja por control remoto a Cañuelas, la segunda intendencia bonaerense con mayor vínculo con De Vido (la otra es Berazategui, en manos de Juan Patricio Mussi), se excusó de asistir a la sesión donde se suspenderían los fueros del ex ministro de Obras Públicas. Pero Gioja estuvo ahí. Yvotó con esa amplia minoría que se soñó invencible y ahora no sabe cómo evitar nuevas fugas para el momento en que llegue al recinto el proyecto para suspender en forma definitiva los fueros a De Vido, algo que sin duda sucederá, más temprano que tarde.
«Después van a venir por nosotros«, fue lo que le dijo Gioja a un peronista disidente para explicar su absurdo sacrificio por De Vido, como si se tratara de un remedo de Bertolt Brecht, el dramaturgo alemán que inmortalizó en un poema la persecución de los nazis primero de los judíos, después de los comunistas, luego de los obreros, más tarde de los intelectuales y los curas, hasta que, tarde, se dio cuenta que también iban por él. Más prosaico, el joven diputado le contestó: «José Luis, no parecés peronista, perdiste el instinto de supervivencia«.
Cerca de Gioja dicen que el ex gobernador de San Juan va a convocar para esta semana a una reunión del consejo directivo del PJ para hacer aprobar una nueva escisión del bloque del FPV que él mismo presida y consolidar, desde allí, un interbloque que lo tenga de jefe de todos los bloques peronistas, los 17 miembros del Bloque Justicialista, los seis del Frente Cívico por Santiago, los tres del Misionero de la Concordia, los seis del Peronismo para la Victoria (que se fueron esta semana) y también los kirchneristas. En su imaginación, estaría por encima de Héctor Recalde, incluso.
«Ya es tarde«, coincidieron tres fuentes de tres de los bloques escindidos recientemente que hablaron con Infobae, palabras más, palabras menos. Uno fue todavía más duro: «Lo único que le pedíamos es que salvara al peronismo de la debacle, lo que quedara del kirchnerismo se iba a terminar acoplando, ahora le vamos a partir el PJ en mil pedazos si llega a convocarnos para eso y el año que viene todos trataremos de unirnos, pero por afuera del partido«.
No es una amenaza. El peronismo empezó a funcionar en modo de supervivencia y ensaya todos los trucos que conoce para superar la abstinencia del poder, que ni en las peores pesadillas creyeron que pasaría a manos de un tipo que armó un partido y ganó las elecciones. Aún hoy consideran a Mauricio Macri un aborto de la historia, algo así como una casualidad forjada en el aislamiento cristinista y una suma de errores que pudieron no cometerse.
«Con Néstor vivo esto no hubiera pasado«, se escucha. O «Si el candidato a gobernador hubiera sido Julián Domínguez, el Papa no habría mandado a votar por Vidal y nosotros hubiéramos ganado«. También «si Florencio Randazzo no se enojaba y aceptaba ser el candidato a gobernador, como Cristina le pedía razonablemente, no había forma de que Cambiemos ganara las elecciones».
Ningún dirigente peronista puede ver que el modelo ya estaba agotado y no había oxígeno que pudiera mantenerlo vivo. Agobiadas por la matriz de corrupción que se metía en las vidas cotidianas a través de la inflación, la inseguridad y la pobreza, las mayorías querían cambiar y ni las estructuras electorales del fraude ni el miedo como estrategia de campaña iban a poder evitarlo.
La dirigencia peronista no cuestionó el sistema impuesto por Néstor y continuado por Cristina. Aceptó las reglas del juego y trató de aprovechar las ventajas de formar parte del oficialismo, sin preocuparse por las consecuencias sociales y económicas de la población. De eso se ocupaba el aparato de comunicación K, que cubría la inequidad con relato.
Ahora esos dirigentes intentan salvarse. Dan por terminado al kirchnerismo y otean con pragmatismo los vientos de la época. Están seguros de que podrán lograrlo porque el peronismo, finalmente, sobrevivió a peores tempestades. Tal vez lo logren. Tal vez no.
Tal vez el peronismo nunca vuelva al poder como lo conocimos y jamás pueda recomponerse de la etapa más denigrante de su historia de 70 años, la que lideró uno de los hombres más corruptos de todos los tiempos, que comparte podio con Mohammed Suharto, Jean Claude Duvallier, Ferdinando Marcos y Alberto Fujimori.
Fuente: Infobae