Esta drástica decisión fue además antecedida por el cierre de dos de sus establecimientos productivos ubicados en Mendoza y en Río Negro. Más específicamente en Mendoza despidió a 125 operarios de su fábrica dedicada a las mermeladas La Campagonla, la decisión incluyó además el traslado de las operaciones a la provincia de San Luis. En Río Negro, mientras tanto, contaba con una operación menor dedicada a las conservas de tomate que hoy ya pasó a la historia.
Lo cierto es que la situación que atraviesa Arcor venía siendo, al menos, anunciada por Luis Pagani. Sólo un par de semanas atrás el empresario había declarado avizoraba un 2020 “crítico” y abogaba por la conformación de un “gran acuerdo entre todos”, incluidos empresarios y sindicalistas porque “la situación es grave y no la puede resolver solo un Gobierno”.
De esta manera Pagani adelantaba que Arcor estaba atravesando uno de los peores años en su historia y a pesar de que encuentra una fortaleza en su perfil exportador, la caída de ventas en el mercado local, junto a las millonarias pérdidas que acumuló durante el año pasado, que ascendieron a más de $1.100 millones, la empujaban a tomar decisiones drásticas para salir a flote.
Según detallan desde la firma, durante los primeros ocho meses de este año, sus ventas en el mercado interno cayeron más del 5%. Justamente alrededor del 70% de sus ingresos dependen de la Argentina, en un contexto en el que las exportaciones también vienen cayendo.
Lo que hoy sucede con Arcor sirve quizás como referencia para entender la complicada situación que atraviesan las empresas argentinas en el contexto actual. Es decir, si esta compañía líder en su rubro con ventas anuales que superan los $95.700 millones, y operaciones con 46 plantas industriales ubicadas en Argentina, Brasil, Chile, México y Perú donde fabrica más de 1.500 productos, necesita cerrar plantas, concentrar operaciones y adelantar vacaciones, el panorama entonces para una pyme que apenas accede a capital de trabajo es al menos sombrío.
Yanina Otero/Ámbito