«¿Por qué duermes, Jesús?»

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Por Facundo Gallego. Especial para LA BANDA DIARIO

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (8,23-27)

Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Sálvanos, Señor,
nos hundimos!».

El les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma.

Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: «¿Quién es este, que
hasta el viento y el mar le obedecen?».

Palabra del Señor

Comentario

¿Por qué duerme Jesús? La pregunta, en otro lugar, se vuelve más incisiva: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” (Mc 4,38). Pero el ruego es el mismo: “¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!” (Mt 8,25).

La situación de los discípulos era muy particular: habían confiado en un Maestro que los había invitado a una aventura que no prometía grandes éxitos humanos: persecuciones, incomprensiones, traiciones, dificultades, amenazas… Habían escuchado una predicación hermosa a la orilla de un monte, de labios de un hombre llamativo, que hablaba de Dios en poesía, que les mostraba un nuevo modo de vida. Habían visto algunas curaciones milagrosas. Habrán pensado: “si ayudó a estas personas que no conocía (¡como si Jesús no nos conociera desde toda la eternidad!), nos ayudará a nosotros, sus amigos”.

Pero Jesús dormía. No dormía para evadir la realidad, sino para enseñarnos a insistir a ese Dios que duerme. Él no lo hace por placer malévolo, porque se goce en nuestra desesperación: lo hace para producir el fruto de la fe.

Todos nosotros tenemos nuestra experiencia de Jesús. A veces es más intensa, en algunos casos, todavía está en pañales. Pero todos tenemos en claro que Jesús es el Dios -con-nosotros, y que es capaz de traer la calma aún en medio de las tempestades más terribles.

Una vez más hay que decir: Jesús no nos conduce a la tragedia ni a la muerte; y a pesar de que nos pronostica dificultades, nos asegura la Vida Eterna.

No desesperemos cuando “Jesús duerma”, ¡acudamos a Él a despertarlo con nuestra oración!

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