Presas de la crisis, las pymes de Estados Unidos hacen malabares para sobrevivir

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Para encontrar cómo fabricar y entregar sus bicicletas, Wayne Sosin de Worksman Cycles afirma haberlo intentado todo desde el comienzo de la pandemia de Covid-19.

Buscó en vano un contenedor para enviar carga a Arabia Saudita durante seis semanas. Eso sin mencionar al proveedor de neumáticos, a quien deberá esperar un año. O el precio de trasladar un contenedor de Asia a Estados Unidos, que pasó de unos 6.000 dólares a 25.000 o 30.000.

«Realmente no es fácil», dice el hombre de 60 años a la agencia AFP sobre esta empresa con sede en Nueva York que se hizo un nombre con sus triciclos reforzados.

Entre cierres de fábricas por picos de contagios, una explosión en la demanda de ciertos productos como bicicletas y computadoras, la falta de personal en los almacenes o en el transporte camionero, el Covid-19 trastornó la economía mundial.

Y muchas empresas están luchando por encontrar suministros.

Una multinacional como Nike advirtió que algunos de sus productos de calzado e indumentaria deportiva podrían no estar disponibles temporalmente.

Para asegurarse de que los estantes estén bien abastecidos a medida que se acercan las vacaciones, el gigante de los supermercados Walmart fletó sus propios barcos.

Para los responsables de las pequeñas empresas, los desafíos logísticos son de menor magnitud pero igualmente un dolor de cabeza.

Jack Hillman es gerente de Hall-Woolford, una empresa de diez personas en Filadelfia que fabrica tanques de agua de madera desde 1854.

A principios de año tuvo que hacer malabares ante los crecientes precios de la madera en Estados Unidos, aunque luego comenzaron a bajar.

Ahora debe lidiar con el hierro que usa para unir los tanques. Los pedidos suelen demorar ocho semanas, pero el último tardó más de cinco meses. «Y cuando llegó el camión, ni siquiera estaba lleno, pero tuvimos que pagar el precio completo. No tenemos opción».

Sus proveedores ya no se molestan en indicar un precio en las cotizaciones. Para su último pedido de tablas de pino blanco, debió buscar durante tres meses y cuando logró hacerse con un paquete, «el precio era un 136% más alto que el pedido anterior», recuerda.

Por temor a quedarse sin madera, recientemente hizo un pedido el doble de lo necesario. Hall-Woolford nunca dejó de producir, pero se vio obligada a trasladar a los clientes los costos adicionales.

Worksman Cycles, que emplea a 45 personas en Nueva York y en una planta en Carolina del Sur, no puede permitirse subir demasiado el precio de sus bicicletas y hasta ahora asumió la mayor parte de los sobrecostos.

Wayne Sosin espera que los problemas de suministro persistan en 2022. Pero la situación puede eventualmente resolverse por sí sola, ya que anticipa una baja en la demanda de bicicletas no eléctricas.

Mike, gerente de la tienda de repuestos de automóviles Sohi Performance, dejó de llamar a los clientes para advertirles sobre un retraso sus pedidos y darles una nueva fecha. «Cambiamos el sitio para simplemente decir: este artículo está agotado, lo enviaremos cuando que esté disponible», explica el jefe de esta empresa californiana, quien pidió no ser identificado.

Por lo general, solo se atrasa entre 1% y 2% de los pedidos. «Actualmente ronda el 97%», reconoció a la AFP.

 

Los problemas empezaron hace un año. Y todas las marcas se ven afectadas, ya sean fabricadas en Asia, Suecia o Estados Unidos.

La facturación de su empresa, que cogestiona con su socio, se redujo a la mitad.

«Trabajamos en el comercio, sabemos que el negocio fluctúa a lo largo de los años», afirma. Sus proveedores le dijeron hace cuatro meses que la situación estaba mejorando. Pero «día a día, sigo manejando cientos de pedidos vencidos».

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