Primer Viernes del mes, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús

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Por Facundo Gallego. Especial para LA BANDA DIARIO

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos (12,35-37)

Jesús se puso a enseñar en el Templo y preguntaba: «¿Cómo pueden decir los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David ha dicho, movido por el Espíritu Santo: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies”. Si el mismo David lo llama Señor, ¿Cómo puede ser hijo suyo? La multitud escuchaba a Jesús con agrado.

Palabra del Señor

Comentario

Vencidos ya con la Verdad los sumos sacerdotes, los ancianos, los fariseos, los herodianos y los saduceos; ahora es turno de los escribas. Ellos eran grandes estudiosos de la Ley, los profetas y los demás escritos. Se ocupaban de desmenuzar cada texto que encontraban, de relacionarlos unos con otros, de exponerlos y enseñarlos… Pero ellos también habían caído en la esperanza de un Mesías terrenal, que viniera a liberar a Israel de las ataduras de los pueblos enemigos. No tenían en cuenta que el Mesías, el Ungido, el Cristo, el Señor es quien habría de liberarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte.

Jesús es el Ungido: en el Antiguo Testamento, alguien recibía la unción para ser rey, profeta o sacerdote. Pues bien, Jesús es el rey del universo, y lo gobierna con la caridad y el servicio; es el profeta por excelencia, porque no solo es el mensajero, sino que también es la Palabra; y es sumo sacerdote, porque en la cruz se constituyó a sí mismo como sacerdote, altar y víctima, y es el gran intercesor por nosotros ante el Padre. Su Sagrado Corazón late con fuerza en este triple ritmo, gobernando nuestras vidas con su servicio, enseñándonos con su Palabra e intercediendo por nosotros para que podamos alcanzar el Cielo.

Nosotros, al ser bautizados, también recibimos la unción del Espíritu Santo, y nos convertimos en sacerdotes, profetas y reyes. A ejemplo del Sagrado Corazón, también nosotros podemos vivir la caridad en nuestro servicio, en nuestros sacrificios y oraciones, y en nuestra lectura y predicación de la Palabra de Dios. ¡Hemos sido llamados a ser amigos de todos ante Dios!

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