Tras el conteo de los últimos votos observados, finalmente pudo proclamarse a Luis Lacalle Pou, del Partido Nacional (PN) y líder de una heterogénea coalición opositora, como nuevo presidente de Uruguay. Así, el PN quiebra tres administraciones consecutivas del Frente Amplio (FA) y vuelve al gobierno luego de 30 años. El último en ocupar el sillón presidencial había Luis Lacalle padre, quien en aquellas elecciones de 1989 había derrotado por amplio margen al colorado Jorge Batlle y al frenteamplista Líber Seregni.
Con 28,62% de votos obtenidos en la primera vuelta del 27 de octubre y ante el 39,02% de adhesión que tuvo el oficialista FA, Lacalle Pou tejió hábilmente intrincandas alianzas. Se juntó con Ernesto Talvi, candidato del Partido Colorado (PC), histórico adversario político, tercero con un 12.34% y un programa con similitudes en varios puntos, aunque menos liberal y más batllista (de Batlle y Ordónez, dos veces mandatario a principios de siglo pasado), que apunta al protagonismo del Estado, aunque aggiornado, moderno y eficiente y con mayor participación privada; y también con el socialdemócrata Partido Independiente (PI), que tuvo una magra votación de 0,97%, aunque esos sufragios sumaron en los últimos metros de la carrera. Pero también debió apelar a la extrema derecha del novel Cabildo Abierto (CA), liderado por el hasta hace unos meses Jefe de las Fuerzas Armadas, Guido Manini Ríos, con una votación sorprendente de 11.04%; pasando por el conservador Partido de la gente, con un 1.08%, votos que también contribuyeron en la recta final.
Visto este panorama híbrido, en el que Lacalle deberá moverse como un ajedrecista en la interna, gran parte de la ciudadanía y de los analistas políticos se preguntan “cómo se posicionará en el frente externo, fundamentalmente en la relación con Argentina” (país clave para Uruguay en lo económico, en lo político, en lo social y en otros aspectos) a sabiendas de que años atrás el FA y las administraciones kirchneristas, supuestamente del “mismo signo político”, tuvieron varios cortocircuitos: a la fuerte tensión a raíz de la instalación de la fábrica de pasta de Celulosa Botnia (hoy UPM), se sumó el conflicto por el dragado del Canal Martín García, las trabas a las importaciones desde Uruguay y el cepo cambiario, que redujo de forma significativa el flujo de turistas desde Argentina, entre muchos otros.
En el seno del nuevo gobierno, como era de esperar, las declaraciones a Infobae fueron las políticamente correctas. “Imagino una muy buena relación” y “tenemos la obligación de buscar la mejor ligazón posible con los vecinos, independientemente de la ideología que tengan”, manifestó el senador Alvaro Delgado, muy cercano al futuro mandatario.
“Entiendo que se aprende sobre la experiencia y me parece que de los dos lados va a haber una actitud de apertura y búsqueda de buen diálogo” y “además, las declaraciones de Alberto Fernández han sido positivas, inclusive señalando que tiene un muy buen vínculo con Lacalle padre”, dijo Pablo Mieres, senador y referente del PI, que suena para integrar el futuro gabinete. Sí confirmaron ambos que no hubo aún ningún contacto con Alberto Fernández ni con nadie de su equipo. Y aseveraron que en breve se producirá un encuentro, aunque no dieron fechas.
El propio Lacalle Pou, en declaraciones a medios locales cuando Alberto Fernández visitó en Uruguay a su contricante del FA Daniel Martínez para expresarle su apoyo, aseguró en ese momento que, en caso de ser electo, “buscará tener la mejor relación con Argentina”.
Este medio también intentó comunicarse con Talvi, que suena como futuro canciller, y con la vicepresidenta electa, Beatriz Argimón, pero las gestiones resultaron infructuosas.
“Particularmente estoy bastante esperanzado de que la relación entre Argentina y Uruguay sea saludable”, aseguró a Infobae Ignacio Bartesaghi, analista internacional, decano de una de las Facultades de la Universidad Católica del Uruguay. “En principio lo creo porque tanto Lacalle Pou como Talvi no son personas con una carga ideológica fuerte, como sí tenían y tienen Tabaré Vázquez y José Mujica, o el FA en general en sus relaciones internacionales; además, increíblemente, el nuevo gobierno uruguayo pasará a ser un aliado de Alberto Fernández”.
-¿Cómo sería eso, siendo dos gobiernos que están en las antípodas?
-En un tensa relación que habrá entre Fernández y Bolsonaro, y a raíz de la necesidad que Argentina tiene de que Brasil no rompa con el Mercosur, deberá tratar de tener a Uruguay como aliado, no solo teniendo en cuenta que Jair Bolsonaro se pronunció a favor de Lacalle Pou sino también porque Uruguay es un país serio, con buena imagen internacional, que aumentó con todo lo que se habló esta semana en los medios internacionales, destacando el civismo con el que la ciudadanía vivió el reñido balotaje. Eso transmite seguridad… Visualizo a Uruguay como moderador, porque está en el camino del medio del Mercosur y en un contexto de un diálogo en el que siempre habrá ruido entre las dos potencias del bloque.
-¿Pero qué pasaría si Argentina comenzara, por ejemplo, a limitar las importaciones uruguayas?
-En principio no creo que haya una vuelta de una agenda tan agresiva con Uruguay como la que tuvieron Cristina y Néstor. Si algo de eso ocurre, Lacalle Pou, que es menos rígido que Talvi, creo que tendrá la cintura y las herramientas para evitar y solucionar ese tipo de “ataques”.
-Desde el exterior, se percibe de algún modo que, por afinidad ideológica, Lacalle Pou podría estar más cercano a Bolsonaro y al mandatario paraguayo, Mario Abdo Benítez, pero por tu respuesta anterior parece claro que es imposible que se produzca ese alineamiento.
-¡No, no! Eso no va a ser así. Y si se produjera ese alineamiento sería un gran error.
En cuanto a lo que puede ser la relación Argentina-Uruguay, Camilo López Burian, doctor en Ciencia Política y profesor adjunto en la Universidad de la República, no va en la misma sintonía que Bartesaghi. “En términos económicos y comerciales, del próximo gobierno de Lacalle se puede esperar que tenga un énfasis más liberal, más aperturirsta. Esto podría entrar en conflicto con algunos intereses de un gobierno kirchnerista, cuyo modelo de desarrollo es diferente y no compatible al nuestro”, afirmó. “En términos políticos, entiendo que probablemente haya posicionamientos y sensibilidades del nuevo gobierno uruguayo que se distancien de las valoraciones del gobierno argentino, por ejemplo en aspectos vinculados a la política continental, las situaciones en Venezuela o en Bolivia, aunque no se bien en este caso cuál es exactamente la postura de Lacalle. Habrás espacios para disentir, sin duda, pero también habrá incentivos para cooperar, en función de lo que ocurra en el sistema internacional y en el espacio regional”, concluyó.