Quiénes son considerados pobres hoy en la Argentina

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¿Qué significa que alguien sea pobre o indigente hoy en la Argentina? El último informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), difundido el martes pasado con datos del segundo semestre de 2016, señala que tres de cada diez habitantes del país viven en hogares cuyos ingresos no alcanzan para comprar determinados bienes y servicios básicos (son personas pobres), en tanto que 6 de cada 100 personas no acceden siquiera a los alimentos más necesarios (además de pobres, son indigentes). ¿Qué hay hacia dentro de esos índices? ¿Qué alimentos se considera que alguien debe poder adquirir para no ser pobre? ¿Cómo se define la «línea» de la pobreza, es decir el umbral de ingresos que lleva a que una familia sea considerada o no pobre?

Después de varios años con el termómetro roto, en septiembre pasado el Indec difundió los primeros índices oficiales de la realidad social. Con la intervención política del organismo, en 2007, los datos se volvieron primero no creíbles y, finalmente, en la última etapa del gobierno kirchnerista ya no se difundieron.

La nueva medición, ya bajo la gestión en el Indec de Jorge Todesca, llegó con novedades. Entre ellas, el hecho de que el conjunto de alimentos cuyos precios se usan para definir qué ingreso debe tener un hogar -en función de cómo esté integrado-, para no ser indigente, es más amplio que el que se había usado antes.

Un informe del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas), revela que un recálculo de los índices de los años anteriores usando el esquema aplicado ahora -con el cual ese estimó que en la segunda mitad del año la pobreza fue de 30,3%-, muestra que el porcentaje actual de población pobre es muy similar al de la primera mitad de 2011, a la vez que está diez puntos por debajo respecto del índice del segundo semestre de 2006 (reestimado en 40,6%). Ese fue el último período antes de la intervención del Indec y, para entonces, el organismo había informado que el 27% de los argentinos era pobre. La diferencia de más de 13 puntos entre aquel índice oficial y el recalculado por el Cedlas, da cuenta de la mayor exigencia que tiene el actual esquema para que las familias se mantengan al margen de la pobreza. Por su parte, la tasa de indigencia actual es similar a la de 2011 (recalculada) y casi tres puntos porcentuales más baja que la de 2006.

La conclusión es que los índices serían hoy más bajos si no se hubiera hecho la actualización de datos que decidió hacer el Indec.

¿Qué actualización se hizo? La canasta de alimentos que fue reemplazada se había usado desde 1988, y estaba basada en la Encuesta de Ingresos y Gastos de 1985/1986 para el área metropolitana. La que se considera desde 2016, en cambio, se basa en una edición más reciente del relevamiento. Los cambios en la canasta de alimentos de referencia (la estimada para un varón adulto del área de la ciudad de Buenos Aires y conurbano), elevaron de 2700 a 2750 el número de calorías. Entre las modificaciones se cuentan las siguientes: la cantidad de pan pasó de 6,06 a 6,75 kilos mensuales; la de arroz, de 630 gramos a 1,2 kilos; la de hortalizas, de 3,93 a 5,73 kilos y la de frutas, de 4,02 a 4,95 kilos. En cambio, se mantuvo la cantidad de carnes y se redujeron los gramos requeridos de yerba, galletitas dulces, café y papas. El número total de productos de la canasta se elevó de 50 a 57.

La canasta básica así definida es, a los fines de la estadística, la de referencia. Corresponde a un varón de entre 30 y 60 años: para esa población, entonces, se considera el precio total que sumen esos bienes. Para el resto, se aplican coeficientes que difieren según el sexo y la edad, ya que se entiende que de esas variables depende la cantidad de calorías necesarias. Por ejemplo, para un varón de 17 años el valor de la canasta se multiplica por 1,04 (la exigencia calórica es mayor) y para una mujer de entre 30 y 45 años, el multiplicador será de 0,77 (las necesidades se estiman menores). Así, considerando cómo está integrada cada familia, se puede determinar cuántas personas son indigentes, según estén en hogares donde los ingresos alcancen o no para acceder a esos alimentos. Los cambios recientes incorporaron, por otra parte, una diferenciación de las canastas según regiones del país.

«La estructura de consumo era muy diferente en 1985 y eso se refleja en la conformación del gasto total», dice Sandra Duclos, integrante el equipo de medición de pobreza en el Indec. Así como la canasta de alimentos sirve para estimar la indigencia, el dato de cuánto representan los alimentos en el presupuesto familiar se agrega como un insumo para calcular la pobreza (se elige a un grupo poblacional en particular para obtener ese dato). Al costo de la canasta de alimentos básicos (la de indigencia) se lo multiplica por un coeficiente, que tiene que ver con la participación de rubros no alimentarios en el gasto de los hogares.

Entre 1985/1986 y 2004/2005, por caso, la participación de los alimentos y bebidas en el gasto total de las familias consideradas para este cálculo cayó casi 10 puntos: pasó de 48,1 a 38,4%. Ganaron peso ítems como vivienda, transporte y educación.

En rigor, el Indec tiene una encuesta de gastos más reciente que la de hace 12 años. Hubo un relevamiento en 2012, pero la gestión de Todesca decidió descartarla. Eso se justificó en razones como la elevada tasa de no respuesta detectada.

¿Cómo entra en juego el multiplicador para definir el valor de la línea de pobreza? Para febrero pasado (último dato disponible), el costo de la canasta de alimentos fue de $ 1821 para un varón adulto y de $ 5626,95 para un hogar integrado por un matrimonio joven y dos niños. Las canastas de pobreza quedaron, tras la multiplicación, en $ 4425 y $ 13.673,50 en cada caso.

«Es razonable actualizar canastas básicas cada cierto tiempo, porque los patrones de consumo de la población van cambiando», evalúa el sociólogo Daniel Schteingart, quien considera que hubo una falencia importante en el hecho de que el Indec, al presentar los nuevos datos, no dijera cuál hubiera sido la tasa de pobreza con la canasta anterior, algo que impide comparar con otros períodos. «El Indec debió haber sido enfático: la actual medición de pobreza no es comparable con ninguna anterior», dice. Así, considera, se hubieran evitado interpretaciones no adecuadas de lo que ocurrió con la pobreza.

En rigor, la aplicación de datos de la encuesta de gastos de 2005/2006 al esquema de medición de la pobreza era una tarea pendiente desde hacía varios años, que no se concretó por las decisiones políticas que hicieron del Indec una institución no creíble.

Actualizar, una necesidad

«La metodología de medición estaba muy desactualizada y era necesario un cambio; en términos generales me parece bien -afirma Leonardo Gasparini, director del Cedlas-. Creo que hubiera sido mejor esperar a que saliera la nueva encuesta de gastos para hacer un cambio más ambicioso, pero a veces los tiempos políticos no son iguales a los técnicos».

¿Cuándo será la próxima encuesta para relevar cómo se gasta en los hogares? Según cuenta Duclos, el trabajo comenzará en el último trimestre de este año y durará hasta fines de 2018. Luego habrá un trabajo de elaboración de datos para poder usarlos en una nueva actualización del esquema. Junto con esa implementación, en el Indec dicen que se plantearán cambios más profundos.

En la opinión del economista Jorge Paz, investigador del Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (Ielde), una modificación que podría mejorar la medición es sumar, a las líneas de indigencia y de pobreza, una tercera: la línea de vulnerabilidad, para identificar a los hogares que, sin ser pobres, viven «con una alta inseguridad económica». Paz, que considera que la nueva manera de medir «es incuestionablemente más precisa y técnicamente más sólida que la anterior», dice que a la canasta de indigencia se le podrían agregar algunos consumos no alimentarios pero también básicos, como la vestimenta, lo que llevaría a reducir la brecha entre el indicador de indigencia y el de pobreza.

Para el director de la encuesta de la deuda social de la UCA, Agustín Salvia, utilizar un relevamiento de gastos más actualizado llevaría a modificar la brecha entre los costos de ambas canastas, porque se estima que en la práctica hoy hay gastos no alimentarios que ganaron espacio, por ejemplo, a causa de lo elevados que eran antes los subsidios en los precios de los servicios públicos. De todas formas, Salvia valora los cambios para actualizar la medición: «Se hizo lo que se pudo hacer, si se tiene en cuenta cómo estaba el Indec cuando llegó la actual gestión».

Fuente: la nación

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