Raly Barrionuevo: «El monte nos enseña»

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Unquillo, Córdoba, 14 de Enero de 2017

A ustedes, señores, que me piden que no hable de cosas que no sé, de cosas que, según su criterio, estoy desautorizado a opinar.
Pues deben saber ustedes que hablo de ese monte que tantas veces recorrí de la mano de mi madre, una mujer nacida y criada bajo los algarrobos blancos y negros, quebrachos, tinti takos, tuscas e innumerables plantas de nuestra tierra; ese monte que canta por mi garganta y hace música a través de mis manos.
Claro, seguramente para ustedes esto no significa absolutamente nada, pero para mí y para tantos paisanos significa la vida misma. Ustedes me invitan a callar y yo no acepto su ofensiva invitación. ¿Saben por qué? Porque mis canciones y las de mis compañeros vienen de allí, de ese lugar que ustedes detestan porque les impide seguir engordando sus cuentas bancarias en nombre de un supuesto progreso. Ese lugar, el bosque nativo, el que siempre nos dice la verdad.
Ustedes ofenden mi historia y a mi gente, al decir que busco el aplauso fácil. Eso es algo, señores, que ni yo ni ustedes podremos juzgar, solo el tiempo lo hará. Sí me veo en el deber de transmitirles humildemente que si buscara el aplauso fácil, sería la falta de respeto mayor que podría hacerle a mi tierra y a mi pueblo. La tierra canta, llora, recuerda, camina, se manifiesta y nosotros la honramos como nuestra madre total, mientras que ustedes la castigan con sus topadoras y sus venenos “milagrosos”.
Son, según se ve, miradas opuestas del mundo y de la vida.
Ustedes me acusan de generar “confusión en la opinión pública” y de llevar la discusión “al ámbito de las ideologías extremas”. Dicen que eso “es lo que se pretende superar”. Desde hace mucho tiempo que otros señores como ustedes vienen vaticinando el fin de las ideologías. Quiero decirles que los desmontes irracionales que viene sufriendo nuestra tierra no son otra cosa que el resultado de una ideología extrema, la de ustedes.
La verdad es que lo que “sorprende y preocupa” es la “escasa valoración” que ustedes tienen por la opinión de muchos científicos serios y honestos, por el monte y por el campesinado. ¿Ustedes me piden argumentos científicos para sostener mi postura? Hay cientos de ellos, uno más contundente y fehaciente que otro, hay tantos que no cabrían en esta pequeña carta. Les cuento, por si no están al tanto, que muchos de estos argumentos fueron aportados por prestigiosas instituciones a las autoridades legislativas. En algún cajón deben estar.
Y tengo de los otros, de los que veo todos los días, los de la gente destrozada en lo más profundo de sus sueños, los de los pueblos inundados de preguntas y sin una sola respuesta, los de las manos lastimadas por las esquirlas de un sistema voraz y sangriento, los de tantos campesinos despojados de sus noches puras y de su medicina ancestral, en fin, los de una Córdoba desbastada en su naturaleza como pocos lugares en el mundo.
El monte nos enseña, todos los días alguna lección nos da, nos purifica el alma y el camino. Es por eso, señores, que para arrasar con el monte que nos queda, digo, tendrán que mirar a sus hijos a la cara y luego pasar sobre nosotros.

Raly Barrionuevo.

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