“Se han de identificar las causas de la emigración en Polonia, dando facilidades a los que desean regresar”, pidió también Francisco, “Al mismo tiempo, hace falta disponibilidad para acoger a los que huyen de las guerras y del hambre; solidaridad con los que están privados de sus derechos fundamentales, incluido el de profesar libremente y con seguridad la propia fe”.
En esa línea, pidió a las autoridades polacas que soliciten “colaboraciones y sinergias internacionales para encontrar soluciones a los conflictos y las guerras, que obligan a muchas personas a abandonar sus hogares y patria”.
En las últimas semanas, Polonia volvió a cargar contra la política de acogida de migrantes que reclama el Papa, en línea con el rechazo del año pasado a los compromisos con la Unión Europea para la acogida de migrantes y refugiados.
Además de su pedido por los migrantes, Francisco resaltó la figura de Juan Pablo II, omnipresente en una Cracovia donde el papa polaco y el argentino comparten gigantografías en cada esquina. “Es la primera vez que visito la Europa centro-oriental y me alegra comenzar por Polonia, que ha tenido entre sus hijos al inolvidable san Juan Pablo II, creado y promotor de las Jornadas Mundiales de la Juventud”, agregó Francisco.
En la semblanza de Wojtila, Bergolgio recordó que “a él le gustaba hablar de una Europa que respira con dos pulmones: el sueño de un nuevo humanismo europeo está animado por el aliento creativo y armonioso de estos dos pulmones y por la civilización común que tiene sus raíces más sólidas en el cristianismo”.
“El pueblo polaco también se caracteriza por la memoria”, saludó Francisco antes de volver a recordar a Wojtyla, de quien dijo sentirse “impresionado” por su “agudo sentido de la historia”.
En línea con sus agradecimientos al pueblo y la Iglesia local, Francisco destacó la “memoria buena” del país por celebrar los 50 años “del perdón ofrecido y recibido recíprocamente entre el episcopado polaco y el alemán tras la Segunda Guerra Mundial”.
Tras considerar que esa iniciativa “desencadenó un proceso social, político, cultural y religioso irreversible, cambiando la historia de las relaciones entre los dos pueblo”, el Papa recordó asimismo la declaración conjunta entre la Iglesia Católica polaca y la Iglesia Ortodoxa de Moscú, enfrentadas durante años y que emitieron en 2012 un acuerdo de reconciliación entre ambas.
Durante su discurso, Francisco reforzó además sus mensajes por la «unidad nacional» y por el respeto «de la identidad propia y de los demás» como forma de hacer madurar la cooperación fructífera en el ámbito internacional.
Fuente: Telam