El primer ministro italiano, Matteo Renzi, sufrió hoy una aplastante derrota en el referendum constitucional que se celebró en el país, que él mismo había convertido en una virtual plebiscito sobre su persona. Según bocas de urna dadas a conocer por la cadena estatal Rai, el No a los cambios propuestos en la Carta Magna -impulsado por el primer ministro- arrasaba con entre el 57 y el 61% de los votos, mientras que el Sí obtenía entre el 39 y el 43% de los votos.
Renzi cometió el error de personalizar la consulta electoral y más de una vez aseguró que iba a dejar el poder de perder, cosa que se espera que anuncie de un momento a otro. Más allá de que renuncie, la pelota quedará en manos del presidente de Italia, Sergio Mattarella, que deberá decidir si existen las condiciones para que se forme un nuevo gobierno encabezado por algunas personalidad del Partido Democrático, el mismo de Renzi, o deberá llamar a elecciones anticipadas. La derrota de Renzi significa una nueva victoria de los grupos antisistema y, en especial, del Movimiento Cinco Estrellas, del cómico genovés, Beppe Grillo, que desde 2013 es el primer partido de Italia. Se teme que la derrota de Renzi tenga repercusiones mañana en los mercados.
Ni bien se conocieron los primeros datos, la oposición, exultante, salió a pedir la cabeza del ex alcalde de Florencia, de 41 años, que se jugó su futuro político al vincular el éxito del referéndum a su permanencia en el poder.
«Si se confirman los datos sería una gran victoria, Renzi debería renunciar en los próximos minutos y los italianos ir a votar enseguida», dijo Matteo Salvini, líder de la Liga Norte y sostenedor del «no». «Queremos también entender cuánto costó esta campaña electoral faraónica», agregó Salvini.
Coincidió Renato Brunetta, jefe del bloque de Forza Italia: «Renzi debe dimitir. Su derrota es también la derrota de los poderes fuiertes, de las sociedades financieras especulativas».
En un referéndum que polarizó al país como pocas veces, 46,7 millones de italianos estaban llamados a decirle sí o no a una reforma de la constitución que apuntaba a darle más estabilidad al país, eliminando el bicameralismo perfecto italiano y convirtiendo al Senado en un elemento más bien decorativo. Los italianos debían contestar esta pregunta: «¿Aprueba usted el proyecto de ley constitucional con disposiciones para superar el bicameralismo paritario, la reducción del número de parlamentarios, la contención en los costos de funcionamiento de las instituciones, la supresión del Consejo Nacional de Economía y del Trabajo y la revisión del Título V de la parte II de la Constitución?».
Las urnas se abrieron a las 7 de la mañana y se cerraron a las 23. Y en un fiel reflejo de que lo de hoy fue mucho más que un referéndum, la participación fue récord, muchísimo mayor que la esperada y similar a la de elecciones generales. A las 19 ya habían votado nada menos que el 57,24% de los italianos, según el Ministerio del Interior. El dato superaba con creces el dato del último referéndum que se celebró en abril pasado, sobre la extracción del petróleo y el gas natural: entonces, a la misma hora había votado sólo el 23,5% del electorado. Los datos de la participación también reflejaban una neta división del país: los italianos habían votado mucho más en el centro-norte de la península -según expertos en sondeos, más en favor del sí-, que en el sur.
«Voté por el sí para que Italia deje de ser un país embalsamado, donde nada cambia y donde es evidente que el sistema político no funciona, si no el país estaría mucho mejor y no en la decadencia absoluta en la que se encuentra», dijo a La Nación Marco De Angelis, fisioterapista de 50 años, al salir de votar de la escuela Emanuele Gianturco, del centro histórico de esta capital.
«Yo voté por el no porque no quiero darle todo el poder al gobierno. Y, además, porque estoy disgustado con Renzi y su gobierno, que dicen que todo anda bien y es evidente que todo va mal en este país», dijo Gianni Tassetti, jubilado obligado a salir a trabajar porque no llega a fin de mes.
Después de una campaña electoral agotadora, con agravios de todo tipo, la jornada electoral, marcada por la tranquilidad, se vio empañada por una polémica insperada: diversas denuncias de que el lápiz que otorgaban a los ciudadanos para votar era cancelable, que fue degenerando en una virtual psicosis. Tanto es así que el Ministerio del Interior debió intervenir con un comunicado oficial en el que aseguraba que los «láices son indelebles».
La Nación