Relevamiento de la ONU: Argentina quedó 48° en el Índice de Desarrollo Humano y segunda en el ránking regional

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Argentina se ubicó 48° entre 189 países del ránking de Desarrollo Humano que elabora el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), segunda en el ránking regional por debajo de Chile y una posición más abajo que en el informe del año pasado, mientras que en desigualdad social registró una caída del 14 por ciento.

En el Informe Mundial sobre Desarrollo Humano 2019, difundido hoy por el organismo, se analiza el progreso a largo plazo en tres dimensiones: una vida larga y saludable (medida por la esperanza de vida), acceso a educación (según el promedio de años de escolaridad para la población mayor a 25 años), y un nivel de vida digno (medido por Ingreso Nacional Bruto, INB, per cápita en dólares).

El ránking global realizado con datos de 2018 es liderado por Noruega, con un Índice de Desarrollo Humano (IDH) de 0,954 y en la posición más baja se encuentra Nigeria (0,377).

En América Latina, Argentina (0,830) se ubica por encima del promedio (0,759, hoy 48 y en el Informe 2018, 47), segunda por debajo de Chile, que ocupa la posición 42 (con un valor de 0,847, en la posición 44 el año pasado) y seguida por Uruguay, en el puesto 57 (con un valor de 0,808, 55 en el informe anterior).

El valor del IDH de Argentina “se mantuvo prácticamente constante” entre 2018 y 2017, “si bien el INB per cápita se redujo de 18.462 dólares a 17.611 dólares”, señala el documento. “Debido a las características en el cálculo del IDH, esta reducción no se refleja en el corto plazo”, explica el PNUD.

Sin embargo, cuando este valor de 0,830 se ajusta por desigualdad -esto es, se miden las diferencias de las tres dimensiones anteriores según las poblaciones por nivel socioeconómico que se refleja en el Índice de Desarrollo Humano por Desigualdad (IDHD)-, Argentina cae a 0,714, una pérdida del 14%.

Al analizarse la caída por componente, la mayor variación se produce en el de «ingreso» (25,8%), mientras que las variaciones en los componentes de «educación» y «salud» son menores a un dígito (8,6% y 6,2% respectivamente).

El informe del PNUD también arroja el Índice de Desarrollo Relativo al Género (IDG), elaborado a partir de la comparación por género de tres medidas: esperanza de vida, años esperados de escolaridad y años promedio para adultos de 25 años e ingreso nacional bruto per cápita.

En el IDG, Argentina se encuentra entre el grupo con mejor posición relativa para las mujeres, si bien persiste una diferencia marcada en los ingresos que prácticamente es el doble entre los varones (23.419 dólares contra 12.084 dólares para las mujeres).

Finalmente, en el Índice de Desigualdad de Género -que se mide a partir de la mortalidad materna y la tasa de fecundidad adolescente, las bancas legislativas ocupadas por mujeres, y la tasa de participación en el mercado laboral-, Argentina ocupa el puesto 77 con una tasa de fecundidad adolescente de 62,8 cada 1.000 mujeres, significativamente mayor al promedio de los países con muy alto nivel de desarrollo humano (15 cada 1000).

El Informe, que este año se tituló “Más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente: desigualdades del desarrollo humano en el siglo XXI”, señala que si bien la brecha en aspectos ligados a las condiciones más básicas de subsistencia se están reduciendo, “está surgiendo una nueva generación de desigualdades en torno a la educación, pero también alrededor de la transformación tecnológica y el cambio climático”.

«Aspectos que solían considerarse como ‘deseables’, como ir a la universidad o disponer de internet de banda ancha, son cada vez más importantes para acceder a las oportunidades del mundo actual: quien sólo tiene acceso a lo básico enfrenta problemas para avanzar y progresar en su futuro», señaló Pedro Conceição, director del equipo del PNUD encargado de elaborar el documento.

Por su parte, Achim Steiner, Administrador del PNUD, sostuvo que “este Informe pone de manifiesto que existen desigualdades sistémicas que están causando un daño profundo a nuestra sociedad (…) Es preciso comprender que el problema radica en la distribución desigual de riqueza y poder”.

Y concluyó: “Las arraigadas normas sociales y políticas están empujando a la gente a lanzarse a las calles y lo seguirán haciendo en el futuro a menos que algo cambie. Reconocer el verdadero rostro de la desigualdad es el primer paso. Lo que suceda a continuación dependerá de las decisiones que tome cada líder”.

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