Solo basta ver a los deportistas españoles cuando en una competición internacional suena el himno de su país para comprender, rápidamente, que algo pasa.
Se supone que los himnos nacionales sirven para unir sociedades bajo una identidad y una cultura. Un sentimiento compartido de pertenencia. En España es distinto. Aquí, cada tanto, la canción patria da para una nueva disputa.
En una rápida pincelada, cuando sus acordes suenan en un estadio, pasan varias cosas. La primera, que las gradas no cantan, sino que tararean, por ejemplo, con un «chinta… chinta… tachín tachín tachín’ la… la…»
De lo que no zafan es de que, cada tanto, alguien intente ponerle una. Ni siquiera el popular Joaquín Sabina se sustrajo a la tentación de hacerlo, años atrás. Divulgó dos borradores, uno mejorcito que el otro. O peorcito, según se mire, y la iniciativa quedó en la nada. Olvidado.
Hasta que en esta España tensionada por el separatismo catalán, con una puja que en la calle se expresa con extremos tan absolutos como «catalán indepe» o «español fascista», aparece una nueva disputa por la letra del himno. Que no tiene letra. Pero ahora discuten por ella.
«Vuelvo a casa, mi amada tierra, la que vio nacer mi corazón aquí», arrancó. «Hoy te canto para decirte cuánto orgullo hay en mí, por eso resistí. Crece mi orgullo cada vez que me voy, pero no olvides que sin ti no sé vivir».
Fue en el Teatro de La Zarzuela que -a tono con la ocasión- estaba lleno. La gente, de pie, aplaudió a rabiar y arrancó con gritos de «¡viva España!», que, leídos en clave política, son «no al separatismo catalán».
La música no terminó de sonar que ya estaba la reacción política. El presidente Mariano Rajoy aplaudió por la red social Twitter «la buena iniciativa» y dio por sentado que «la inmensa mayoría de los españoles nos sentimos representados». Tras lo cual cerró el presidente con un «Gracias, Marta».
Tampoco el líder del liberal y antiindependentista partido Ciudadanos se quedó atrás. Albert Rivera calificó a la intérprete de «valiente» por poner «letra y corazón» al himno.
Como si no supiera de la cantidad de intentos fallidos que hubo en el pasado, el presidente del Partido Popular (PP) en Cataluña, Xavier García Albiol, propuso que la versión de Sánchez se convierta «en oficial».
El PP gobierna en España, pero Albiol, en Cataluña, hizo la peor elección del partido en la historia, con apenas cuatro diputados.
Galopando ya la política sobre la efervescencia poética, la versión fue popularmente rebautizada como «La Martallesa», por un juego de palabras entre el himno francés y el nombre de la cantante.
Irrefrenable, el vocero del PP en el Parlamento Europeo, Esteban González Pons, propuso que la propia Sánchez interprete su versión del himno en la final de la Copa del Rey. ¡Justo allí!, que es donde invariablemente se silba por igual al rey -que tiene que soportar la silbatina con pose hierática- y al himno. Tanto que para evitar mayores incomodidades en esos casos apenas se ejecutan unos acordes y ¡ya!
Conscientes de todo eso y de que, posiblemente, no sea el mejor momento, otras voces llamaron a la calma.
El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) dijo que ni hablar de incorporar esa letra en alguna ocasión medianamente oficial.
«El himno español no tiene letra. Y punto», dijo su vocera, la exministra de Cultura Carmen Calvo. Poco a poco, también desde el PP empezaron a recoger soga. Los partidos independentistas, mientras, hicieron su agosto con la canción.
La que sí estuvo en boca de todos fue la propia Sánchez. «Juro que no imaginaba que se armaría esta revolución», dijo.
Desde el punto de vista comercial, sin embargo, fue lo mejor que pudo pasarle. Acaba de regresar de tres años en el exterior y sin nueva producción a la vista fue la tensión soberanista la que le dio el mejor escenario.
La Nación