Ricardo Forster: “Estamos frente a un gobierno que no sale de su burbuja del country”

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La vida de Ricardo Forster no cambió demasiado desde que Cristina Kirchner dejó el poder. Su rutina es similar a cuando conducía la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional, la oficina que tanto ruido generó entre los detractores de la oposición y que llegaron a acusarlo de perseguir fines «totalitarios». Una denuncia que siempre recordará como injusta. Ya lejos de aquella intensa batalla, ahora el intelectual de Carta Abierta disfruta de mayor tiempo para hacer lo que siempre se dedicó: escribir, enseñar, reflexionar.

La cita con Infobae tuvo lugar en su casa del barrio porteño de Coghlan. Al inicio de la conversación, el profesor universitario comenta al pasar sobre la participación de José Ottavis en Showmatch, a la que repudia como un ejemplo de la «tinelización» de la política.

No se trata de una crítica nueva. «En su momento me criticaron porque dije que no me parecía bien que Scioli haya cerrado con Tinelli su campaña. Es un tema de convicciones que siempre he tenido», afirma. Pero lo que más le enerva del presente es lo que considera una «nueva forma de destrucción de la vida económica y social de la Argentina». «Estamos frente a un gobierno de gerentes que no les importa nada y no han salido de la burbuja. Es como estuvieran metidos en un country o un barrio privado».

-¿Qué cambió desde la finalización del mandato de Cristina Kirchner?

-Con la victoria de Macri cayó el mito de la alternancia. Lo que vivimos no es una alternancia, es una brutal construcción de una estructura hegemónica de dominación que, aprovechando el 51% de votos, invirtió en 180 grados lo que hicieron los gobiernos previos. La alternancia supone continuidades y políticas de Estado, que se sostengan leyes que fueron democráticamente votadas. El macrismo implica una radical inversión de todo: la derogación de la Ley de Servicios Audiovisuales, el nuevo endeudamiento, una apertura indiscriminada a las importaciones, la ruptura del mercado interno, los tarifazos del 1000 por ciento. Es un proyecto de restauración neoliberal donde la república no interesa mucho y en la que es legítimo no pagar impuestos y sacar el dinero fuera del país para protegerlo. El impacto social de las medidas que han tomado es tan grande en las PyMES que cualquiera sabe que vamos a una crisis social muy profunda. Un gobierno que no entiende que la caída económica de Brasil, nuestro principal socio comercial, implica sostener políticas de protección del mercado interno y hace todo lo contrario.

-¿Por qué sucede este giro de 180 grados? ¿No hubo responsabilidad del Frente para la Victoria para que ocurra?

-Horacio González decía en 2009 que el débil era el Gobierno y que las estructuras del poder económico eran las que seguían siendo poderosas. Como Alfonsín, Néstor y Cristina Kirchner fueron a contracorriente y plantearon transformaciones que la sociedad ni imaginaba. Una parte acompañó, mientras que otra no, gracias a la colaboración de los grandes dispositivos comunicaciones. Fue un ciclo que después de 12 años tuvo su desgaste y sus problemas, donde la famosa restricción externa volvió a ser un cuello de botella y un límite para sostener la producción y el mercado interno. Aun así, se defendió como pocas veces en nuestra historia el salario y los derechos civiles y sociales. Ahora escuchamos frases que se pronunciaban en el siglo pasado y que sólo la gente muy reaccionaria se atrevía a decirlas. Estamos frente a un gobierno de clase, de gerentes, como nunca ha tenido la Argentina. Aplican aumentos salvajes que, en cualquier circunstancia, hubiera significado cien veces la renuncia de Aranguren. No les importa nada, no han salido de su burbuja, es como si estuvieran metidos en un country o un barrio privado, no conocen la vida de los trabajadores y del pueblo.

-Muchas de las medidas que el Gobierno llevó adelante, como el pago a los fondos buitres y otras leyes que se negocian en el Congreso, están teniendo el aval de los viejos aliados del Frente para la Victoria. ¿Hay complicidad?

-El peronismo, el Frente para la Victoria, han sido siempre un espacio de diversidad, nunca fueron la cosa monolítica y unilineal que se quiso construir. A mí no me sorprende que haya viejos aliados que hoy estén defendiendo las políticas del gobierno de Macri. Es parte de la compleja trama del peronismo, en la que el Frente Renovador, los Massa, los Urtubey, aparecen como una salida de recambio del sistema. Hoy es fundamental reconstruir un frente lo más amplio posible. No soy de los que piensan que mientras peor mejor, una sociedad no puede crecer si enfrenta situaciones de dureza social. Estas políticas de shock buscan golpear, producir miedo y una pérdida de horizontes que generan los repliegues, el ‘sálvese quien pueda’, el egoísmo. No hay amor ni afecto hacia al Gobierno, no hay movilización, no hay pueblo en la calle. Han hecho una opción que es la soledad: tuvimos el 25 de mayo más oscuro y blindado que uno pueda recordar de la reciente historia democrática. Han optado por la protección mediática, por lo audiovisual, con concepciones de estetización de la política de época como es el ‘duranbarbismo’. Eso tiene consecuencias en un país con capacidad de movilización. Los últimos años generaron una masa crítica y una mayor conciencia de derechos, y eso se vio en la marcha convocada por las dos CTA, la movilización a Comodoro Py en apoyo a Cristina Kirchner, o la marcha universitaria que fue una de las más grandes que uno recuerde. Hay una sociedad que está dispuesta a que no se haga con ella cualquier cosa.

-¿Existe un relato macrista?

-Sin dudas. La política es una construcción de relatos, narración, de discursos e ideología. El relato es una representación de la realidad que, cuando es más verosímil, logra impactar en amplios sectores de la sociedad y que, cuando lo es menos, se convierte y está dirigida a una minoría.

-¿Es verosímil el relato del Gobierno?

-Lo fue para una parte de la sociedad que le dio el triunfo electoral. Lograron un apoyo que sólo lo pueden tener las derechas y es el de los medios de comunicación, pero me parece que cada vez se fue volviendo cada vez más inverosímil. No soy aficionado a las encuestas, pero éstas dicen que hay una caída de la imagen pública del Gobierno  y que se explica por la confrontación de la experiencia inmediata que tiene cada persona con su vida, y que saben que ésta cambió desde noviembre a esta parte.

-El Gobierno justifica las medidas de ajuste con el argumento de que son necesarias para ir hacia un «país normal».

-Las políticas neoliberales y de ajuste aplicadas en el mundo han protegido a los que generaron las crisis. Provocaron miseria, la destrucción del Estado de Bienestar, la pérdida de derechos, algo que pasa ahora en Grecia, España, Portugal y Francia.  Son políticas con consecuencias dramáticas para la humanidad sobre las que no tengo ninguna expectativa. El «país normal» del macrismo es el país para pocos, un país agroexportador, con algún núcleo de industria de servicios y de rama informática que se completa con millones de argentinos pobres. Ya está creciendo rapidísimo el deterioro en el Gran Buenos Aires.  El capitalismo es un problema, pero no es lo mismo uno regulado por el Estado, con una visión keynesiana, a uno sin reglas y articulado con la especulación financiera, que crea como natural que el capital se mueva libremente por las sociedades off shore. Eso ya ni es político, es una cuestión ética. Pensar que los ricos de la Argentina tengan una preocupación por el conjunto de la sociedad, una idea de bienestar, de comunidad y de movilidad social ascendente no es ni siquiera pecar de naif o ingenuo; es vivir en otro plantea. El macrismo es una restauración, una contrarrevolución económico y cultural, una devastación.

-Hace una semana, el intelectual y vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera estuvo en la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y dijo: «Algunos gobiernos progresistas han adoptado medidas que afectaron al bloque revolucionario, potenciando al bloque conservador». ¿Aplica esa frase al kirchnerismo?

-Creo que hizo referencia a Brasil. En la Argentina, la restauración conservadora es producto de una derrota electoral, que tuvo más que ver con errores políticos propios que por éxitos de quién ganó. Cristina sostuvo hasta al final defensa del mercado interno, del salario y el no endeudamiento. En el caso de Brasil, Dilma Rousseff, cuando gana su segundo mandato, produce un giro y elige de ministro de Economía a alguien de la derecha neoliberal. Ahí el PT tuvo un claro retroceso y perdió las calles.

-En un libro suyo describió al kirchnerismo como una «anomalía» de la Argentina. ¿El macrismo tiene también esas características excepcionales?

-El macrismo vino a expresar lo que el poder económico siempre deseó, que es expandir el proyecto de Alfredo Martínez de Hoz, que implica la extranjerización de la economía, la concentración, la desregulación del Estado. No creo que haya una anomalía ahí. Lo que sí ocurrió por primera vez es la aparición de una derecha que gana las elecciones, y que no parasita un partido popular como el peronismo ni utiliza el viejo recurso del golpe de Estado. Pero son raros estos muchachos: por un lado te ponen un rostro zen y después son despiadados. Te anuncian con una sonrisa algo que tiene consecuencias horribles. La vieja derecha tal cual la conocimos, reaccionaria, oscurantista, ya no funciona. Hoy se presenta con una estetización de lo políticamente correcto, descontracturada, apelando a la diversidad. Pero a la hora de la organizar la vida estructural termina siendo más despiadada que las viejas derechas conservadoras: son el management, los números fríos, el gerenciamiento, y a la vez tienen una lógica del divertimento, de lo que es Palermo Soho.

-¿Se imagina, bajo este gobierno, los foros de debate que usted impulsaba desde la Secretaría para la Coordinación del Pensamiento Nacional? ¿Macri necesita de tipo de experiencias?

-Sé que lo intentaron hacer con el futuro Bicentenario de la Independencia y que la mayoría de los invitados rechazaron el convite. A mí las nuevas autoridades del Ministerio de Cultura me pidieron que esté en una suerte de consejo de asesores consultos y no podía creer si me estaban hablando en serio. ¿Acaso no hay convicciones, creencias, ideología? ¿Da lo mismo cualquier cosa? No, no da lo mismo. No hay que confundir la sociedad democrática con su pluralidad y diversidades, con la diferencia radical de los proyectos de sociedad y de vida. Hay que ser serio, porque lo que está en juego es la vida de las personas.

-¿Hay similitudes entre el escándalo Panamá Papers y las causas de corrupción contra Cristina Kirchner?

-Son diferentes. Hay que diferenciar la causa de dólar futuro, que es una aberración desde todo punto de vista, de las de lavado de dinero como la de Lázaro Baez. Si esto es así, la Justicia tendrá que avanzar y demostrarlo, ya que las condenas previas son anticonstitucionales y todos tienen derecho a que su inocencia sea aceptada como tal mientras no se demuestre su culpabilidad. Pero la Justicia funciona supuestamente en la Argentina, aunque no sabemos cómo. Ojalá que esa Justicia funcione, que condene a quien tenga que condenar, y que también avance en la investigación contra el Presidente Macri y sus ministros, que sigan tirando de los hilos ya que hay sociedades de Lázaro Báez muy próximas al complejo de negocios de la familia Macri, vía Angelo Calcaterra.

-¿Qué es el kirchnerismo hoy?

-Es una cultura política. Hoy hay una especie de kirchnerismo silvestre, donde vayas hay grupos, iniciativas, encuentros en plazas, debates culturales. Hay una masa crítica que ha devenido una experiencia identitaria, a eso hay que darle densidad política y organización. Y en algún momento tiene que definir cuál va a ser el lugar de Cristina, que sin dudas es la dirigente política de mayor envergadura que ha producido la historia contemporánea argentina. Lo que ocurra con el peronismo, el PJ y el Frente para la Victoria en un futuro proceso de confluencia está por verse.

-¿Cómo analiza el llamado de Cristina Kirchner a conformar un «frente ciudadano»?

-Es una manera de ampliar las bases de sustentación de una nueva oposición, que se construye interpelando a una parte importante de la sociedad que votó al macrismo y que está sufriendo las consecuencias. Implica también romper con cierto encriptamiento que hubo en los últimos años.

-¿El kirchnerismo se encerró demasiado en sí mismo?

-Puede ser que el kirchnerismo se encerró demasiado. Fue un ciclo histórico de 12 años, con sus idas y venidas, que logró un resultado electoral que no está nada mal si se considera que tuvo un piso del 32 y 35 por ciento. Sí creo que la idea de Unidos y Organizados nunca terminó de cuajar. Se quiso hacer un recambio generacional que requería antes un camino a recorrer. A veces, la conflictividad y disputa política que otros plantan lleva también que te abroqueles y defiendas un cierto encerramiento. Ahora, la experiencia de la oposición te plantea otras dinámicas, rompe estructuras de verticalismo y abre horizontalidades; hay que aprovecharla.

-¿Carta Abierta sigue viva?

-Sí, sigue reuniéndose en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Por falta de tiempo he ido menos a las asambleas, pero se está preparando una nueva carta. Hoy afloran muchas más iniciativas que se asemejan al momento en que Carta Abierta surgió, cuando tuvo un papel preponderante entre 2008 y 2013. Hoy estamos frente a nuevos desafíos, hay que encontrar nuevas palabras e ideas, y para eso estamos.

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