Heredero de la tradición desarrollista en la Argentina, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, analiza los paralelos entre la gestión de Arturo Frondizi y la de Mauricio Macri. «El método de elegir ante cada problema, la opción que nos hace más Nación, como decía mi abuelo, sigue vigente en este Gobierno», aseguró.
También dijo que «Argentina no estaba preparada hace 60 años para acompañar las transformaciones estructurales que se proponían» y que «ahora se están buscando esos cambios, pero con gradualismo, algo que no se hizo entonces». La grieta, la matriz energética, el sindicalismo. Ayer y hoy.
—Tengo entendido que usted es ahijado de Arturo Frondizi. ¿Qué relación tuvo con él?
—Bastante, porque lo acompañaba a mi abuelo [N.de E: Rogelio Julio Frigerio, colaborador de Arturo Frondizi] a las reuniones que tenían los sábados, y me quedaba jugando con su señora. Después de más grande tuve más relación, pero él ya no estaba muy bien. Un recuerdo que tengo muy claro es cuando fallece y lo velan en el Congreso, y me dejan solo con él, cuidándolo. Lo tengo muy presente.
—La experiencia frondizista supera largamente a Frondizi, porque es un intento de modernización e inclusión de la Argentina en el mundo con pocos antecedentes, y uno encuentra gran cantidad de paralelos con la gestión de Mauricio Macri.
—De alguna manera era una salida al populismo, también, cuando se abre una instancia de pragmatismo desarrollista, una visión desideologizada de las políticas públicas que necesita el país, de unidad nacional, de dejar atrás una grieta. En ese momento también había una gran grieta entre el peronismo y el resto de la sociedad y él intenta saldarla a partir de un frente social con un programa de desarrollo similar al que estamos intentando llevar adelante.
—Frondizi intenta saldar esa grieta a pesar de las persecuciones que padeció en los años del peronismo.
—Sí, él entiende con mucha claridad que Argentina tenía que dejar atrás ese enfrentamiento, que un programa de desarrollo necesitaba una alianza de clases y sectores para llevarse adelante.
—Ahora, esa experiencia desarrollista es históricamente conocida por su alianza con el peronismo para llegar al gobierno.
—Sí, pero es bueno recordar que no fue una necesidad, no tenía que acordar con el peronismo para llegar al gobierno. Igual lo hubiera logrado, porque el peronismo estaba proscripto, pero existía el convencimiento de que se necesitaba un apoyo más robusto para alcanzar las metas propuestas de desarrollo inédito que se estaba planteando para transformar el país. Por eso se hace ese acuerdo con el peronismo, no fue una necesidad electoral, sino una necesidad de la política, una manera de entender la realidad y de cómo corregir las cosas que en ese momento frenaban el desarrollo. Muchas de esas cosas siguen vigentes y profundizadas, la desintegración social, la pobreza creciente, el subdesarrollo, aunque hay cosas que no estaban, como el narcotráfico, problemas que se sumaron. Por eso creo que sigue estando tan vigente esa idea del desarrollo nacional, de la alianza de clases sociales y sectores, de integrar a la Argentina de una manera inteligente en el mundo. En ese momento esas ideas quizás estuvieron adelantadas a su época, pero tras de 60 años de frustraciones, la Argentina está preparada para ese cambio que probablemente más de medio siglo atrás no lo estuviera.
—Tal vez no fue suficientemente gradualista.
—Tal vez no estuvo suficientemente explicado. Es una autocrítica que nos hacemos en la familia. Y tal vez no fue gradualista, sí. En la escuela desarrollista nos enseñaban la importancia de los planes, pero también del ritmo de la aplicación. Ese ritmo era visto como una necesidad, determinadas cosas que habían que hacer rápido. Con el diario del lunes uno puede analizar que sin el mandato popular es difícil imponer tamaña cantidad de cambios y reformas estructurales en el país. Ahora también estamos pidiendo cambios estructurales pero de manera gradual, explicando que no hay caminos alternativos, que son caminos complicados pero que nos van a asegurar que nuestros hijos y nietos estarán mejor. Eso faltó. También es justo reconocer que era otra época, Frondizi soportó casi 40 intentos de golpes de Estado.
—¿Y con el movimiento obrero cómo se llevaban?
—Era una relación tensa, difícil. Había un cambio en la estructura productiva que era difícil de digerir. Estaba el peronismo detrás. Pero en aquel momento, como hoy, lo que se pretendía con las políticas públicas era generar empleo de calidad. Deberían haber sido socios de ese programa.
– Llama la atención la excepcional imagen que tenía Frondizi en el exterior, que uno puede asimilar a la que tiene Macri hoy. Y en ambos casos se ven las dificultades para ser comprendido el programa por buena parte de la sociedad.
—El mundo, como hoy, siempre está esperando buenas noticias de la Argentina. El mundo quiere que a la Argentina le vaya bien, y se entusiasma cuando presenta un programa coherente, moderno, que incentiva la integración con el resto del mundo, políticas que intentan superar el aislamiento. El mundo está esperando que a la Argentina le vaya bien, somos nosotros los que no siempre le damos buenas noticias.
—Ahora, fíjese que el gobierno democrático siguiente al de Frondizi, el de Arturo Illia, fue atrás con las medidas modernizadores más importantes, sobre todo en materia petrolera.
¿Cómo lo evalúa?
—Sí, pero no hay que achacárselo a Illia, sino que no había una comprensión en la mayoría de la sociedad respecto a que ese era el camino que necesitaba para salir del subdesarrollo, para no alejarse tanto de lo que sucedía en los países desarrollados, países con los que estábamos muy cerca, pero nos fuimos alejando cada vez más. La mayoría estaba en contra de esos cambios. Ahora, la mayoría está a favor de un cambio, cosa que no sucedía 60 años atrás. Eso también forma parte de la necesidad de aplicar políticas de manera gradual. El Presidente dice que cada paso, cada día, hay que tratar de que los argentinos vivan mejor y convaliden ese nuevo rumbo, en línea como pretendía Frondizi 60 años atrás.
—Le voy a hacer una pregunta que espero no evalúe como una chicana. En las discusiones políticas se suele decir que el transporte automotor creció porque Frondizi quiso impulsar esa industria y anular el desarrollo ferroviario. ¿Puede ser que el reinado de Hugo Moyano sea un legado de Frondizi?
—Es más un legado más de Kirchner que de Frondizi, pero lo que pretendía ese gobierno es que las rutas alienten el desarrollo homogéneo, cosa que las vías del ferrocarril no lo hacían, ya que solo venían hacia el puerto de Buenos Aires. Había que invertir mucho para aumentar la competitividad, porque estaba muy por debajo de los estándares mundiales.
En ese momento se hicieron 10 mil kilómetros en rutas y caminos, algo inédito hasta entonces. Muy parecido a lo que estamos haciendo en este Gobierno, que en cuatro años vamos a más que duplicar las rutas que había. Lo ideal es que de la mano de las rutas se desarrollen las vías férreas.
—Diría que esa utopía de Arturo Frondizi continúa en el gobierno de Mauricio Macri.
—Nosotros no somos un gobierno que reivindique alguna etapa del pasado, pero sí miramos al pasado para ver qué errores no hay que repetir, para ver qué cosas se hicieron bien o qué cosas se hicieron mal. Pero no estamos mirando en ningún espejo retrovisor, como tampoco lo hacía el gobierno de Frondizi. Sin embargo, es obvio que asocien las políticas que estamos llevando adelante con las de ese momento, es natural. Terminar con esa falsa opción entre el dogmatismo liberal y el estatismo extremo y pasar a tener un Estado inteligente. Por ejemplo, buscando resolver esa dependencia externa crónica que padecía el país porque faltaban divisas, por eso se desarrolló la industria del petróleo y gas en la Argentina, porque teníamos el recurso pero debíamos importar. Hoy Macri piensa en términos muy similares el problema, impulsando las energías renovables. El Estado tiene un gran rol al redefinir la matriz energética. Hoy, como hace 60 años, decidimos analizar la realidad con el mismo método que nos enseñaba mi abuelo: ante cada problema, ante cada opción, elegir el camino que nos hace más nación. Es un método sigue muy vigente.