El domingo próximo se cumplen 30 años del sublevamiento militar contra el gobierno de Raúl Alfonsín que, tras negociar la votación de las leyes de Obediencia Debida, garantizó la impunidad para los genocidas de la última dictadura militar.
El famoso discurso en el balcón de la Casa Rosada que finalizó con la frase: “La casa está en orden y no hay sangre en la Argentina” fue la antesala de la capitulación de todas las instituciones de la democracia ante los militares.
“Esto tiene que ver que, por primera vez en Semana Santa, después de muchos años de muerte, superamos una situación compleja, desde el punto de vista militar, sin sangre”, señaló a Cadena 3 Horacio Jaunarena, ex ministro de Defensa.
Jaunarena manifestó que lo sucedido en la Semana Santa del 87, fue un punto de inflexión en la historia argentina: “Fue la primera vez que la decisión de un gobierno de resistir un avance militar tuyo el apoyo del pueblo, lo que ayudó a reducir a los rebeldes. Esto demostró que cuando el pueblo quiere defender la democracia no hay fuerza militar que pueda derrotarlo”.
Consultado sobre cuándo estuvo en riesgo la democracia argentina, Jaunarena indicó que “estuvo en riesgo la libertad de decisión del gobierno para llevar adelante las políticas. En definitiva lo que hizo Aldo Rico y lo que pretendió fue imponer al gobierno la cantidad de puntos. Quería sustituir la voluntad del presidente por la voluntad de un grupo armado y atentar contra la democracia”.
Y agregó que “formalmente si el gobierno hubiera accedido a los planteos de Rico podría subsistir la democracia. Cuando el gobierno es sustituido por un grupo de sublevados eso termina con la democracia”.
En ese sentido, Jaunarena indicó que «Aldo Rico se había comprometido a entregar la unidad en rebeldía el domingo. El no contó con el apoyo que creyó tener porque fue un hecho aislado. Nosotros teníamos que rendir a los rebeldes y evitar que se produjera derramamiento de sangre».
«La democracia no estuvo en peligro porque la gente salió a defenderla», finalizó.
