El resultado de la votación en la Cámara de Diputados tomó por sorpresa a los principales referentes de la oposición. En las filas de Juntos por el Cambio pronosticaban que Máximo Kirchner y La Cámpora simplemente se abstendrían de votar el acuerdo con el FMI para no agravar aún más las tensiones dentro del oficialismo.
Sin embargo, se equivocaron. Los sectores más duros del kirchnerismo bajaron al recinto a último momento y tras una tarde de total hermetismo estamparon 28 votos negativos en el tablero, que sumados a las 13 abstenciones, hicieron crujir una vez más al Frente de Todos.
Al día siguiente, dentro del bloque oficialista reconocían que desde las primeras horas de la tarde tanto Sergio Massa como Germán Martínez, titular de la bancada, ya estaban al tanto de la posición que adoptaría el hijo de la vicepresidenta Cristina Kirchner. Máximo y el presidente de la Cámara baja incluso se reunieron en privado dos veces durante el día. Ahora, con la ley camino al Senado, en el bloque buscaban la manera de sacarse el mal gusto de la votación dividida.
Ante la consulta de Infobae, algunos diputados de peso descartaron de plano cualquier tipo de ruptura en el corto plazo. A modo de prueba remarcaron que durante todo el debate se respetó el pacto de no agresión y ningún legislador oficialista hizo referencia a La Cámpora en sus discursos. Aunque del otro lado del hemiciclo sí se encargaron de machacar con la “irresponsabilidad” de un sector del Gobierno.
“Había un código interno de no forzar ninguna situación ni condicionar con opiniones públicas. Y ya pasada la votación tampoco nadie está saliendo dentro del bloque a señalar con el dedo a los camporistas”, explicaron.
La consigna por estas horas es mantener a toda costa la unidad en la diversidad para que la coalición no pierda su representatividad “amplia”. Entienden que esa es la única forma de competir contra Juntos por el Cambio en esta nueva “era de los gobiernos de coalición”.
En ese sentido, aseguran que todo seguirá como antes, por lo menos en lo que se refiere al trabajo legislativo. Tal como ocurrió cuando los diputados provinciales del Frente Renovador votaron en contra de la modificación que permitió una nueva reelección a los intendentes bonaerenses. “El Frente Renovador y Massa siempre se opusieron a las reelecciones indefinidas y nadie los salió a cruzar”, ejemplificaron.
Pero nadie puede esconder que las tensiones entre los sectores albertistas del Gobierno y los socios kirchneristas alcanzaron un punto crítico. De hecho, en el entorno del Presidente muchos proponen quitarle espacios de poder a La Cámpora (por ejemplo, cajas como PAMI o ANSES) e incluso filtran sus intenciones a la prensa.
En el medio, la figura de Sergio Massa salió fortalecida por una negociación exitosa con la oposición que encabezó personalmente y lo mostró conciliando con pragmatismo a ambos lados de la grieta. Al mismo tiempo que se asentó en su rol de mediador entre un albertismo y un kirchnerismo cada vez más distantes entre sí.
En el futuro cercano, el bloque buscará sanar las heridas con el tratamiento del paquete de leyes productivas que quedó pendiente por el naufragio de las sesiones extraordinarias. Pronostican que proyectos como el de Desarrollo Agroindustrial, el de Hidrocarburos o el de Industria Automotriz, que servirán para “reactivar sectores de la economía que generan exportaciones”, tendrán un amplio apoyo de toda la coalición. “Todas esas leyes el kirchnerismo las va a acompañar”, aseguraron.
No obstante, se enfrentarán a una oposición envalentonada que viene de torcerle el brazo al Gobierno e imponerle absolutamente todas sus condiciones para votar el acuerdo con el FMI. Si bien Juntos por el Cambio tampoco está exento de internas feroces, esta vez pudo metabolizar mejor las tensiones y avanzó con una posición unificada que le permitió negociar desde una posición de fuerza. La exitosa estrategia probablemente se repita mucho durante los próximos años para desgastar a un gobierno que nunca termina de retomar la iniciativa.
A pesar de todo, en el Frente de Todos la preocupación no se concentra tanto en la oposición. Por lo bajo, algunos ya reconocen que la verdadera prueba de fuego de la gobernabilidad llegará dentro de cuatro meses: cuando venga la primera misión del FMI a evaluar el cumplimiento de las metas del acuerdo. En ese momento las dudas y los cuestionamientos del kirchnerismo a la negociación y al plan económico de Martín Guzmán podrían empezar a cambiar de tono.
“La aplicación de las políticas del presente acuerdo no solo no van a solucionar ninguno de los problemas estructurales de la economía bimonetaria argentina, sino que los va a agravar”, advirtió ayer la agrupación de Máximo Kirchner.
Federico Millenaar/Infobae